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Documentos Congreso de Laicos: Iglesia en salida

15/03/2020

Raúl Fernández Abad

Del 14 al 16 de febrero se celebró el Congreso de Laicos en Madrid, donde asistimos la Asociación de Salesianos Cooperadores junto a laicos de todas las diócesis de España y de los movimiento laicales españoles (entre ellos los AAAA de Don Bosco y las ADMAS).

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EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL CHRISTUS VIVIT DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS JÓVENES Y A TODO EL PUEBLO DE DIOS

02/04/2019

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL

CHRISTUS VIVIT

DEL SANTO PADRE
FRANCISCO

A LOS JÓVENES Y A TODO EL PUEBLO DE DIOS

 

1. Vive Cristo, esperanza nuestra, y Él es la más hermosa juventud de este mundo. Todo lo que Él toca se vuelve joven, se hace nuevo, se llena de vida. Entonces, las primeras palabras que quiero dirigir a cada uno de los jóvenes cristianos son: ¡Él vive y te quiere vivo!

2. Él está en ti, Él está contigo y nunca se va. Por más que te alejes, allí está el Resucitado, llamándote y esperándote para volver a empezar. Cuando te sientas avejentado por la tristeza, los rencores, los miedos, las dudas o los fracasos, Él estará allí para devolverte la fuerza y la esperanza.

3. A todos los jóvenes cristianos les escribo con cariño esta Exhortación apostólica, es decir, una carta que recuerda algunas convicciones de nuestra fe y que al mismo tiempo alienta a crecer en la santidad y en el compromiso con la propia vocación. Pero puesto que es un hito dentro de un camino sinodal, me dirijo al mismo tiempo a todo el Pueblo de Dios, a sus pastores y a sus fieles, porque la reflexión sobre los jóvenes y para los jóvenes nos convoca y nos estimula a todos. Por consiguiente, en algunos párrafos hablaré directamente a los jóvenes y en otros ofreceré planteamientos más generales para el discernimiento eclesial.

4. Me he dejado inspirar por la riqueza de las reflexiones y diálogos del Sínodo del año pasado. No podré recoger aquí todos los aportes que ustedes podrán leer en el Documento final, pero he tratado de asumir en la redacción de esta carta las propuestas que me parecieron más significativas. De ese modo, mi palabra estará cargada de miles de voces de creyentes de todo el mundo que hicieron llegar sus opiniones al Sínodo. Aun los jóvenes no creyentes, que quisieron participar con sus reflexiones, han propuesto cuestiones que me plantearon nuevas preguntas.

Si quieres leer toda la exhortación en castellano pincha aquí

Se você quiser ler toda a exortação em português, clique aqui

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Noticias del Sínodo. Pastoral Familiar y Pastoral Juvenil deben ir de la mano

21/10/2018

Del portal VATICAN NEWS

¿Cuán dispuesta está la Iglesia a dejarse «perturbar» por los sueños de los jóvenes y a caminar con ellos para realizarlos, con novedad y belleza? Esto es lo que se pregunta el Sínodo hoy, al concluir la reflexión sobre la tercera parte del Instrumentum laboris. La Iglesia necesita – se lee en  algunos de los 14 Informes de los Círculos Menores- una conversión pastoral y misionera que no sea un mero ejercicio técnico, sino una exigencia de la sequela Christi; una conversión orientada a la renovación de la propia Iglesia para aspirar a ser más, a servir más. El sueño del Sínodo, en efecto, es una Iglesia más conforme al Evangelio. Y una contribución esencial a esta conversión viene precisamente  de los jóvenes: ellos – subrayan los Padres sinodales – no deben ser sólo el «receptor» preferencial de la acción pastoral, sino también protagonistas y participantes activos en los procesos de toma de decisiones, con vistas a la corresponsabilidad y la colegialidad, porque tienen algo valioso que ofrecer, con lo que el Señor puede obrar milagros.

Los desafíos de los jóvenes de hoy

Sin embargo, los jóvenes de hoy se enfrentan a numerosos desafíos: la marginación, especialmente de las mujeres víctimas del machismo y desigualdad; las adicciones; la cuestión de las personas homosexuales que deben ser acompañadas pastoralmente, para que crezcan en la fe y no sean discriminadas, porque la Iglesia se opone a la discriminación de cualquier persona o grupo; el desempleo; las cuestiones éticas sobre el tema de la sexualidad y el aborto, que deben ser profundizadas para evitar confusiones; la influencia del ocultismo; la tragedia de los abusos, de frente a los cuales la Iglesia puede y debe ser reformada, para que sea verdaderamente un ambiente seguro y digno de confianza. Frente a esto, nota el Sínodo, la Iglesia tiene la tarea prioritaria de transmitir el don de la fe a través del acompañamiento, el discernimiento y la integración, centrándose en la primacía de la escucha del Evangelio y buscando formas más eficaces de confrontación con los jóvenes, como la música o el deporte. La Iglesia -dice el Sínodo- debe estar «en salida» y es urgente una nueva espiritualidad misionera.

La pastoral juvenil no debe ser separada de la pastoral familiar

La reflexión sobre la familia es también central, la «pequeña Iglesia», escuela de amor y humanidad, punto de partida para llegar a Cristo: por eso, dicen los Padres sinodales, la pastoral juvenil no puede ser considerada como algo separado de la pastoral familiar. Junto a la familia, la parroquia también debe ser repensada como un lugar de escucha, de comunión y de misión: se necesitan comunidades fraternas, alegres, contagiosas -explica el Sínodo- donde los jóvenes puedan asumir sus responsabilidades, quizás experimentando el fracaso, que, sin embargo, si están bien acompañados, es siempre una fuente de crecimiento. En resumen, los Padres señalan que los jóvenes deben acostumbrarse a poner su confianza en Dios, gracias a un cuidado pastoral de fraternidad, declinado en formas específicas como el oratorio o el servicio.

Es necesaria una «ciudadanía digital» responsable

También hay que prestar especial atención al mundo digital, tanto por sus aspectos positivos en el campo de la evangelización, como por los aspectos negativos, como la pornografía y el ciberacoso, en respuesta a los cuales el Sínodo pide la elaboración de protocolos adecuados para la promoción de una «ciudadanía digital» responsable. Y aun más: los Círculos Menores recuerdan la necesidad de animar a las escuelas y universidades católicas, capaces de una formación integral de la persona que sea de calidad, interdisciplinaria y promotora de la «cultura del encuentro», porque la educación es un acto de amor y fermento de comunión.

Compromiso con la justicia social

Los Informes de los Círculos Menores se centran también en la urgencia de un mayor compromiso con la justicia social: la opción preferencial por los pobres – lugar teológico de encuentro con Dios- coincide a menudo con la de los jóvenes, a menudo indigentes. Y es en este contexto que los jóvenes católicos pueden crear una alianza ecuménica e interreligiosa en diálogo con los no creyentes, porque sólo partiendo de los pobres se puede soñar con un mundo más justo. La formación de los jóvenes en la Doctrina Social de la Iglesia, su «inculturación» -añaden los Padres-, se hace también esencial para combatir, por ejemplo, la corrupción y promover la paz y la salvaguardia de la Creación. Los jóvenes, en efecto, pueden ser constructores de la civilización del amor, guardianes de la casa común, transformando desde adentro, con los valores del Evangelio y la misericordia de Dios, el mundo de la política, de la economía, de la salud, de los medios de comunicación. Esencialmente se trata de comprometerse a «santificar» el ámbito secular.

Los jóvenes, «apóstoles de los migrantes»

El Sínodo pide que se preste más atención a los cristianos víctimas de persecución, cuyos testimonios se han escuchado en el Aula estos días, así como a los migrantes, que deben ser acogidos, protegidos e integrados. Al mismo tiempo, el Aula sugiere que se promueva su ayuda en patria a través de las Iglesias particulares. En este contexto, los jóvenes pueden ser un apoyo válido, convirtiéndose en verdaderos «apóstoles de los migrantes» porque entre ellos, a menudo, hay muchos jóvenes. El Aula se detiene también en las diversas expresiones de la piedad popular -por ejemplo, las peregrinaciones- porque a veces ayudan a los jóvenes a hacer un viaje de descubrimiento de la doctrina y de la moral cristiana, gracias a la «fuerza evangelizadora» que ellas  encierran.

La llamada a la santidad

A continuación, el Sínodo reflexiona sobre la llamada a la santidad: los jóvenes anhelan la santidad de vida y desean recibir consejos prácticos que les ayuden en este camino. Por eso es importante no descuidar la dimensión espiritual, porque permite a los jóvenes discernir el camino que Dios abre ante ellos. Por una parte, se necesitan compañeros competentes que ayuden a los jóvenes a tomar las decisiones correctas; por otra, se necesita desarrollar un estilo de vida cristiana propio de los jóvenes: por ejemplo, un estilo de oración, una lectio divina o un modelo de celebración eucarística específico para ellos.  Es necesario, en efecto, enseñar a los jóvenes que la Misa es un encuentro con Dios, un momento en el que son conmovidos por Cristo. Y como lugar privilegiado de evangelización, el misterio eucarístico, con su encanto, debe hacerse más accesible a los jóvenes, gracias a un lenguaje adecuado, musical, artístico y poético. Finalmente, varios informes muestran que el Sínodo es sólo el comienzo de un proceso que, como una llama, debe ser llevado a cabo, alimentado y difundido a nivel local.

Isabella Piro – Ciudad del Vaticano

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Las siete claves del Instrumentum Laboris del Sínodo de los jóvenes

21/06/2018

Este martes 19 de junio, tuvo lugar en la Oficina de Prensa de la Santa Sede, la conferencia de prensa de presentación del Instrumentum Laboris de la XV Asamblea General ordinaria del Sínodo de los Obispos, que tendrá lugar del 3 al 28 octubre, sobre el tema: “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”.

La conferencia contó con las intervenciones del Card. Lorenzo Baldisseri, Secretario General del sínodo de los Obispos, Mons. Fabio Fabene, sub-secretario; el P. Giacomo Costa SJ, Secretario Especial de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos; y Don Rossano Sala, S.D.B., Secretario Especial de esta XV Asamblea.

El documento presentado, describe las variedades, las esperanzas y las dificultades de los casi 2 mil millones de jóvenes, entre 16 y 29 años, un cuarto de la humanidad del mundo entero. Estructurado en tres partes: reconocer, interpretar y elegir, trata de ofrecer las justas claves de lectura de la realidad juvenil, basándose en diversas fuentes, entre las cuales, un Cuestionario en línea que agrupa las respuestas de más de 100 mil chicos.

Qué quieren los jóvenes de la Iglesia
¿Qué es lo que quieren los jóvenes de hoy? Pero, sobre todo, ¿qué buscan en la Iglesia? En primer lugar desean una “Iglesia auténtica”, que brille por “ejemplaridad, competencia, corresponsabilidad y solidez cultural”, una Iglesia que comparta “su situación de vida a la luz del Evangelio más que dar sermones”, una Iglesia que sea “transparente, acogedora, honesta, atractiva, comunicativa, accesible, alegre e interactiva”. En fin, una Iglesia “menos institucional y más relacional, capaz de acoger sin juzgar previamente, amiga y cercana, acogedora y misericordiosa”.
Tolerancia cero contra los abusos

Pero están también quienes a la Iglesia no le piden nada o sólo ser dejados en paz, considerándola un interlocutor no significativo o una presencia “fastidiosa o irritante”. Y las razones de esta actitud crítica son los escándalos sexuales y económicos, sobre los cuales los jóvenes piden a la Iglesia que refuerce “su política de tolerancia cero contra los abusos sexuales dentro de las propias instituciones”, la falta de preparación de los ministros ordenados, que no saben interceptar la sensibilidad de los jóvenes, y la fatiga de la Iglesia mismo de “dar razón de las propias razones doctrinales y éticas de frente a la sociedad contemporánea”.

Las 7 palabras clave del documento
1.- Escucha: los jóvenes quieren ser escuchados con empatía, precisamente “allí donde se encuentran, compartiendo su existencia cotidiana” y desean que sus opiniones sean consideradas, buscan sentirse parte activa de la Iglesia, sujetos y no meros objetos de evangelización. Todos los jóvenes quieren ser escuchado, sin excluir a nadie, porque la “escucha es la primera forma de lenguaje verdadero y audaz que los jóvenes piden en voz alta a la Iglesia”.

2.- Acompañamiento: los jóvenes piden se acompañados, a nivel espiritual, formativo, familiar, vocacional. Este acompañamiento no es, de hecho, una opción con respecto al deber de educar y evangelizar a los jóvenes sino un deber eclesial y un derecho de todo joven” que sirve para formar conciencias y libertad, a cultivar sueños pero también a “emprender pasos concretos en las estrecheces de la vida”. Y en este marco el papel de la familia es central y sigue representando una referencia privilegiada en el proceso de desarrollo integral de la persona”.

3.- Conversión: el tema de la conversión es tratado ampliamente en el documento sinodal: está el drama de jóvenes cristianos que “representan una minoría expuesta a la violencia y a la presión de la mayoría que pretende su conversión” como así también la solicitud de una “conversión sistemática” en el ámbito educativo para que todas las estructuras formativas y sus miembros inviertan más en la “formación integral” de manera que no se transmitan sólo contenidos, sino que se dé también testimonio “de madurez humana”, para hacer que los jóvenes sean sujetos y protagonistas de su misma vida.

4.- Discernimiento: es una de las palabras mayormente presentes en el Documento, entendido como “estilo de una Iglesia en salida”, para responder a las exigencias de los jóvenes. El discernimiento debe ser ofrecido a las jóvenes generaciones como “instrumento de lucha” que los haga capaces de reconocer “los tiempos de Dios” y “no desaprovechar” sus inspiraciones y su “invitación a crecer”. Discernimiento que es un “don y riesgo” porque no es inmune al error, pero enseña a los jóvenes la disponibilidad a sumir decisiones que cuestan.

5.- Desafíos: discriminación religiosa, racismo, trabajo precario, pobreza, migraciones forzadas y trata: son muchos los desafíos que deben enfrentar los jóvenes de hoy, y muchos de ellos, explica el Instrumentum Laboris, son generados por fenómenos de exclusión, por la “cultura del descarte”, por un uno impropio de las nuevas tecnologías digitales tan difusivas pero también arriesgadas por el fenómeno del “Dark web” que pueden generar.

6.- Vocación: a este respecto el Documento evidencia la visión reductiva del término “vocación”, ya que la pastoral vocacional es entendida como una actividad finalizada sólo al reclutamiento de sacerdotes y religiosos. Por ello, surge la necesidad de volver a pensar la pastoral juvenil vocacional para que sea “de amplio respiro”. De hecho cada joven tiene su vocación que puede ser expresada en varios ámbitos: familia, estudio, profesión, política… convirtiéndose en “un eje de integración de todas las dimensiones de la persona”.

Con respecto las vocaciones sacerdotales la Iglesia está llamada a reflexionar porque es innegable su preocupación por la disminución del número de los candidatos, y esto hace necesario – señala el Instrumentum – una reflexión renovada sobre la vocación al ministerio y una pastoral vocacional que sepa hacer sentir la fascinación de la llamada de Jesús a transformarse en pastores de su rebaño”

7.- Santidad: el Documento sinodal concluye con una reflexión sobre la santidad, porque esta debe ser propuesta como “horizonte accesible a todos los jóvenes”. La juventud es un tiempo de santidad, y como todos los santos nacieron jóvenes, la narración de su vida puede permitir a los chicos de hoy que cultiven la esperanza para que “con coraje – como escribe el Papa Francisco en la oración final del Documento – tomen la vida en sus manos, apunten a las cosas más bellas y más profundas y conserven siempre un corazón libre”.

ANS MAdrid

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Mensaje del Rector Mayor a los jóvenes en el día de Don Bosco

31/01/2018

Mis queridos jóvenes: recibid mi saludo lleno de afecto y la promesa de mi oración por todos vosotros.
Al igual que el año pasado, en este día de la Fiesta de San Juan Bosco, 31 de enero, yo me encuentro en otra parte del mundo. Esta vez en Asia, Timor Este. Desde aquí deseo hacerme presente en los más diversos lugares del mundo donde haya jóvenes que viven esta alegría de sentir que el Señor les ha regalado a Don Bosco como Padre y Maestro de la Juventud.

Está todavía muy reciente el encuentro del Papa Francisco con los jóvenes de Chile y de Perú, días atrás. También hay un gran movimiento en torno a la preparación del Sinodo de los Obispos, convocado bajo el lema: “Jóvenes, Fe y Discernimiento Vocacional”. Y el mismo Papa Francisco quiere encontrarse en la semana previa al Domingo de Ramos con delegaciones de jóvenes de todo el mundo, porque desea un “encuentro donde vosotros vais a ser los protagonistas, jóvenes de todo el mundo, jóvenes católicos y no católicos, jóvenes cristianos y de otras religiones, y jóvenes que no saben si creen o no creen; todos, para escucharlos, para escucharnos directamente, porque es importante que vosotros habléis, que no os dejéis callar”.

Todo esto me produce una inmensa alegría.
¿Sabeis una cosa? Cuando voy por el ‘mundo salesiano’, en las más diversas naciones, y me encuentro con vosotros los jóvenes, y veo vuestros rostros, vuestras sonrisas, vuestras miradas sinceras, limpias, auténticas, me digo: el mundo, y la Iglesia, y nuestra Familia Salesiana, y el Movimiento Juvenil Salesiano en todo el mundo, tienen un gran presente y un hermoso futuro.
Recuerdo que el año pasado os escribí diciéndoos, entre otras cosas, que creíamos en vosotros. Hoy reitero esa mi plena confianza, y os digo más. No renunciéis mis queridos jóvenes a vuestros sueños e ideales, aunque en ocasiones no os resulte fácil. Seguid buscando ardientemente vuestra felicidad, pero esa felicidad profunda, auténtica, la que os hará sentir muy plenos. Una felicidad que está muy lejos de todo lo que es superficial y vacío; lejos de todo lo que es ‘usar y tirar’ cosas, y con gran dolor les digo que, en ocasiones, personas.
Me gusta recordar, pensando en vosotros, lo que en su día dijo el entonces Papa Benedicto XVI, cuando os escribió: “Queridos jóvenes, la felicidad que buscáis, la felicidad que tenéis derecho a saborear tiene un nombre, tiene un rostro, el de Jesús de Nazaret”.
Alguno me preguntará si este mensaje es válido incluso para los jóvenes no cristianos. Sí les digo. Es válido para todos vosotros, mis queridos jóvenes del mundo.
Mirad, os cuento una vivencia de hace pocas semanas. Visité la Inspectoría Salesiana de Guwahati, en Assam, al este de la India, y me impresionó profundamente, al encontrarme en una presencia salesiana con jóvenes universitarios de varias religiones (católicos, hindúes y musulmanes), ver cómo ellos mismos proponían rezar juntos el ‘Padre Nuestro’. Y me conmoví. Y los felicité por lo que eso significaba, porque esos jóvenes capaces de llamar a Dios: ¡Padre!, al Único Dios, son quienes serán capaces de construir un mundo de Paz, de verdadera Justicia, de Fraternidad Universal.
Lo mismo expresó el Papa Francisco en su visita a Bangladesh: “Me alegra que junto a nosotros católicos, estén muchos jóvenes musulmanes y de otras religiones. Al encontrarse juntos hoy aquí muestran su determinación de promover un clima de armonía, donde se tiende la mano a los otros, a pesar de las diferencias religiosas”.

Y es por todo ello que me permito sugeriros, incluso pediros, jóvenes del ‘mundo salesiano’ y de cualquier otra realidad, que abráis vuestro corazón a Dios y que os dejéis sorprender por Él. Dejad que llegue a lo más profundo de vuestras vidas. Nunca os defraudará.
Y haced la experiencia del Encuentro con Él, y en todo lo posible orad, rezad.
¿Puede pedir esto el Rector Mayor a los jóvenes del mundo? Ciertamente. Y lo hago en nombre de Don Bosco, quien en la comunión con Dios os ama profundamente, y se lo pido con profundo convencimiento. Que no nos suceda lo que cuenta Edith Stein (filósofa del siglo XX, y hoy Santa), que hablando de sí misma en su adolescencia decía que “había perdido consciente y deliberadamente la costumbre de rezar”. Os invito, mis jóvenes queridos, a cuidar y fomentar esa experiencia vibrante que es la oración como diálogo con Dios. Y después seguid siendo generosos en vuestra vida, seguid ofreciendo vuestro tiempo y vuestras cualidades a otras muchas personas, seguid buscando el modo de crecer en vuestra vida interior y dejaos ayudar y acompañar por quienes puedan regalaros, porque antes lo han vivido, este don que es el estar abiertos a la escucha y con el corazón preparado para acoger lo que Dios, por medio de su Espíritu os susurre en lo profundo de vuestro ser.

Tened confianza en María, la Madre del Señor, Madre Auxiliadora. Ella os acompañará en todos los momentos de vuestras vidas, en las encrucijadas de caminos, y también en las dificultades. Mucho ánimo y nunca os desaniméis “porque la vida vale la pena vivirla con la frente alta” (Papa Francisco).

Con todo afecto, siempre padre, hermano y amigo en Don Bosco,

Ángel Fernández Artime, sdb
Rector Mayor

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“Compartir con los pobres nos permite entender el Evangelio en su verdad más profunda”: Jornada Mundial de los Pobres

18/11/2017

¿Nos dice algo los nombres como: Uganda, Togo, Afganistán, Guinea, Liberia, República Democrática del Congo, Mozambique, Gambia? ¡Son los diez países más pobres del mundo! ¿Nos cuestiona la noticia que “Unos 20 millones personas podrían morir de hambre” o que “se ha lanzado una alerta previa a la hambruna en Somalia”? El Papa Francisco ha proclamado la I Jornada Mundial de los Pobres para que los cristianos mantengamos viva la preocupación constante por los pobres.

 “Quise ofrecer a la Iglesia la Jornada Mundial de los Pobres, para que en todo el mundo las comunidades cristianas se conviertan cada vez más y mejor en signo concreto del amor de Cristo por los últimos y los más necesitados”.

“A pesar de los grandes avances en la lucha contra la pobreza, posibilitados por la globalización y el progreso tecnológico, la desigualdad ha aumentado notablemente en todo el mundo”, aseguró Antonio Guterres, secretario general de la ONU. Pero por otro lado se constata que la pobreza es causada por los conflictos militares que se proliferan en el mundo, por el cambio climático, la seguridad alimentaria y sobre todo por loa la escasez de agua están poniendo en peligro el progreso de todos los hombres.

Pero, desde el creyente, no solo nos toca constatar la realidad de los pobres, sino preocuparnos por los pobres, “porque la fe sin las obras está muerta”. Recalca como ejemplo a San Francisco de Asís, que “no se conformó con abrazar y dar limosna a los leprosos, sino que decidió ir a Gubbio para estar con ellos…  Este testimonio muestra el poder transformador de la caridad y el estilo de vida de los cristianos.

A los pobres “no debemos verlos como destinatarios de una buena obra de voluntariado para hacer una vez a la semana, y menos aún de gestos improvisados de buena voluntad para tranquilizar la conciencia… deberían introducirnos a un verdadero encuentro con los pobres y dar lugar a un compartir que se convierta en un estilo de vida…  Compartir con los pobres nos permite entender el Evangelio en su verdad más profunda”

Estamos llamados en esta I Jornada Mundial de los Pobres “a tender la mano a los pobres, a encontrarlos, a mirarlos a los ojos, a abrazarlos, para hacerles sentir el calor del amor que rompe el círculo de soledad”.

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El Papa Francisco pide opinión a los jóvenes

17/06/2017

Los jóvenes de todo el mundo pueden presentar sus opiniones ya para la preparación de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, sobre ‘Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional’. Lo pueden hacer desde la web habilitada desde el Vaticano para ello: http://youth.synod2018.va.

A través de un cuestionario en diferentes idiomas, los jóvenes pueden trasladar sus inquietudes y sus ideas a la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, que recabará esta información hasta el 30 de noviembre de 2017. Las respuestas aportadas por los jóvenes, junto otros datos, servirán de referencia para el Sínodo del próximo año.

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El anuncio más hermoso: «Era verdad, ha resucitado el Señor»

17/04/2017

papa17Mensaje de Papa Francisco Urbi et Orbi (texto completo)

Zenit (16 abril de 2017)

“Queridos hermanos y hermanas, este año como cristianos de todas las confesiones, celebramos juntos la Pascua. Así con una sola voz en cada parte de la tierra resuena el anuncio más bello: “El Señor en verdad ha resucitado, como lo había prometido!”. Ha vencido las tinieblas del pecado y de la muerte, y de la paz a nuestro tiempo”, declara el papa Francisco.

El papa Francisco ha presidido la misa de Pascua, plaza San Pedro, en este 16 de abril de 2017, día donde los cristianos de las diferentes confesiones festejan la resurrección de Cristo el mismo día: los calendarios juliano y gregoriano coinciden este año.

Después ha dado, en presencia de unas 60.000 personas, su mensaje de Pascua y la bendición “Urbi et Orbi” que confiere la indulgencia plenaria con las condiciones previstas por la Iglesia, especialmente por la confesión y la comunión.

El papa ha anunciado la presencia de Cristo resucitado en medio de las angustias humanas, ha nombrado especialmente a los países en guerra o en sufrimiento, primeramente al pueblo de Siria “víctima de una guerra que no cesa en sembrar el horror y la muerte”. Ha denunciado el ataque que golpeó a los refugiados, el sábado 15 de abril de 2017: “El último ataque innoble a los refugiados que huían ayer: ha habido numerosos muertos y heridos”.

Que él de la paz a todo el Oriente Medio, comenzando por Tierra santa, lo mismo que en Irak y en Yemen” añadió el papa que después nombró a los pueblos del sur de Sudán, de Sudán, de Somalia y de la República Democrática del Congo, y de “la hambruna que golpea a algunas regiones de África”.

El papa también ha nombrado su continente de origen y a los países de América latina y Ucrania, y también ha orado para que Cristo resucitado, “el Buen Pastor” “dé esperanza a todos aquellos que atraviesan momentos de crisis y de dificultades, especialmente a los que tienen falta de trabajo sobre todo a los jóvenes”.

Mensaje Urbi et Orbi

Queridos hermanos y hermanas, Feliz Pascua.

Hoy, en todo el mundo, la Iglesia renueva el anuncio lleno de asombro de los primeros discípulos: Jesús ha resucitado — Era verdad, ha resucitado el Señor, como había dicho (cf. Lc 24,34; Mt 28,5-6).

La antigua fiesta de Pascua, memorial de la liberación de la esclavitud del pueblo hebreo, alcanza aquí su cumplimiento: con la resurrección, Jesucristo nos ha liberado de la esclavitud del pecado y de la muerte y nos ha abierto el camino a la vida eterna.

Todos nosotros, cuando nos dejamos dominar por el pecado, perdemos el buen camino y vamos errantes como ovejas perdidas. Pero Dios mismo, nuestro Pastor, ha venido a buscarnos, y para salvarnos se ha abajado hasta la humillación de la cruz. Y hoy podemos proclamar: «Ha resucitado el Buen Pastor que dio la vida por sus ovejas y se dignó morir por su grey. Aleluya» (Misal Romano, IV Dom. de Pascua, Ant. de la Comunión).

En toda época de la historia, el Pastor Resucitado no se cansa de buscarnos a nosotros, sus hermanos perdidos en los desiertos del mundo. Y con los signos de la Pasión —las heridas de su amor misericordioso— nos atrae hacia su camino, el camino de la vida. También hoy, él toma sobre sus hombros a tantos hermanos nuestros oprimidos por tantas clases de mal.

El Pastor Resucitado va a buscar a quien está perdido en los laberintos de la soledad y de la marginación; va a su encuentro mediante hermanos y hermanas que saben acercarse a esas personas con respeto y ternura y les hacer sentir su voz, una voz que no se olvida, que los convoca de nuevo a la amistad con Dios.

Se hace cargo de cuantos son víctimas de antiguas y nuevas esclavitudes: trabajos inhumanos, tráficos ilícitos, explotación y discriminación, graves dependencias. Se hace cargo de los niños y de los adolescentes que son privados de su serenidad para ser explotados, y de quien tiene el corazón herido por las violencias que padece dentro de los muros de su propia casa.

El Pastor Resucitado se hace compañero de camino de quienes se ven obligados a dejar la propia tierra a causa de los conflictos armados, de los ataques terroristas, de las carestías, de los regímenes opresivos. A estos emigrantes forzosos, les ayuda a que encuentren en todas partes hermanos, que compartan con ellos el pan y la esperanza en el camino común.

Que en los momentos más complejos y dramáticos de los pueblos, el Señor Resucitado guíe los pasos de quien busca la justicia y la paz; y done a los representantes de las Naciones el valor de evitar que se propaguen los conflictos y de acabar con el tráfico de las armas.

Que en estos tiempos el Señor sostenga en modo particular los esfuerzos de cuantos trabajan activamente para llevar alivio y consuelo a la población civil de Siria, víctima de una guerra que no cesa de sembrar horror y muerte. Que conceda la paz a todo el Oriente Medio, especialmente a Tierra Santa, como también a Irak y a Yemen.

Que los pueblos de Sudán del Sur, de Somalia y de la República Democrática del Congo, que padecen conflictos sin fin, agravados por la terrible carestía que está castigando algunas regiones de África, sientan siempre la cercanía del Buen Pastor.

Que Jesús Resucitado sostenga los esfuerzos de quienes, especialmente en América Latina, se comprometen en favor del bien común de las sociedades, tantas veces marcadas por tensiones políticas y sociales, que en algunos casos son sofocadas con la violencia. Que se construyan puentes de diálogo, perseverando en la lucha contra la plaga de la corrupción y en la búsqueda de válidas soluciones pacíficas ante las controversias, para el progreso y la consolidación de las instituciones democráticas, en el pleno respeto del estado de derecho.

Que el Buen Pastor ayude a ucraniana, todavía afligida por un sangriento conflicto, para que vuelva a encontrar la concordia y acompañe las iniciativas promovidas para aliviar los dramas de quienes sufren las consecuencias.

Que el Señor Resucitado, que no cesa de bendecir al continente europeo, dé esperanza a cuantos atraviesan momentos de dificultad, especialmente a causa de la gran falta de trabajo sobre todo para los jóvenes.

Queridos hermanos y hermanas, este año los cristianos de todas las confesiones celebramos juntos la Pascua. Resuena así a una sola voz en toda la tierra el anuncio más hermoso: «Era verdad, ha resucitado el Señor». Él, que ha vencido las tinieblas del pecado y de la muerte, dé paz a nuestros días. Feliz Pascua.

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Cardenal Müller alerta sobre ideologías que presionan para cambiar doctrina católica

29/12/2016

CardenalMuller_ACIPrensa_211216ROMA, 21 Dic. 16 / 07:13 pm (ACI).- El Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Cardenal Gerhard Müller, alertó ante las ideologías y sus presiones que, desde la conclusión del Concilio Vaticano II, han buscado cambiar la doctrina católica.

El Purpurado habló sobre este tema en una conferencia en la Pontificia Universidad Gregoriana en Roma el pasado 14 de diciembre, al presentar un volumen de la opera omnia de Joseph Ratzinger/ Benedicto XVI en el que se recopilan sus escritos relativos al Concilio Vaticano II y cuya curaduría está a cargo del Cardenal Müller.

El Prefecto explicó que, luego del Concilio, “la esperada renovación pentecostal fue reemplazada por la perspectiva de una confesión ‘babilónica’ de la fe y por el intento de contradecir el pensamiento de la escuela teológica”.

Todo esto, dijo, “no era obra del Espíritu Santo, porque el Espíritu Santo siempre escucha a la Iglesia en amor y verdad. Renunciar a la fe y combatirla, así como la división de la Iglesia que le siguen, son frutos de otro espíritu que no es el Espíritu de Dios”.

El Purpurado explicó también que “la ideología es siempre un gran intento de someter la Palabra de Dios y la Doctrina de la Iglesia al prejuicio de los propios pensamientos, con el objetivo de obtener un poder manipulador en los fieles y sus vidas”.

Por el contrario, precisó, la teología es distinta porque es “la reflexión humilde de la fe que emerge de la escucha de la Palabra de Dios”.

Por esta razón, “cualquier temor de que el Concilio pueda provocar un quiebre con la Tradición de la Iglesia no es solo herético sino que desmantelaría el significado de la mediación sobrenatural”.

En su saludo navideño a la curia el 22 de diciembre de 2005, Benedicto XVI formuló la expresión “hermenéutica de la continuidad”. Al respecto, el Cardenal Müller resaltó que “sin una hermenéutica de la continuidad y de la reforma, la Iglesia se secularizaría a sí misma y se convertiría en algo similar a una organización humanitaria”.

Si eso llegase a pasar, alertó, “no habría razón entonces en ser parte de la Iglesia”.

“La hermenéutica de la reforma y la continuidad no es sino la hermenéutica de la fe y es testimoniada por las Sagradas Escrituras, que vive en la tradición apostólica interpretada por el auténtico magisterio. Ciertamente, la Iglesia está fundada sobre la revelación y no sobre el magisterio”.

El Purpurado alemán dijo que “habiendo visto los desarrollos del siglo XX, vemos que la ideología no es sino el reclamo de algunos seres humanos para dominar la consciencia moral de la gente”.

“La renovación y el mainstream son los signos de las resistencias ideológicas que se levantan contra la consciencia de Dios”.

Estas ideas, explicó, “pueden atisbarse en las raíces filosóficas de la Iluminación, el idealismo y el materialismo, algo que se puede comprobar en el giro ideológico que Europa ha vivido en los últimos siglos”.

“El asunto finalmente es si el hombre realmente puede encontrar sus cimientos en su autorrealización sin reconocer su lazo constitutivo con el creador y reconciliador soberano”, concluyó.

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Discurso del Santo Padre Francisco a Asís para la jornada mundial de oración por la Paz «SED DE PAZ. RELIGIONES Y CULTURAS EN DIÁLOGO»

22/09/2016

August 05 2016 : Pope Francis greets faithful in Saint Mary of Angels Basilica in the Italian pilgrimage town of Assisi on the occasion of the VIII Centenary of the Pardon of Assisi.

Ante Jesús crucificado, resuenan también para nosotros sus palabras: «Tengo sed» (Jn 19,28). La sed es, aún más que el hambre, la necesidad extrema del ser humano, pero además representa la miseria extrema. Contemplemos de este modo el misterio del Dios Altísimo, que se hizo, por misericordia, pobre entre los hombres.

¿De qué tiene sed el Señor? Ciertamente de agua, elemento esencial para la vida. Pero sobre todo de amor, elemento no menos esencial para vivir. Tiene sed de darnos el agua viva de su amor, pero también de recibir nuestro amor. El profeta Jeremías habló de la complacencia de Dios por nuestro amor: «Recuerdo tu cariño juvenil, el amor que me tenías de novia» (Jer 2,2). Pero dio también voz al sufrimiento divino, cuando el hombre, ingrato, abandonó el amor, cuando ―parece que nos quiere decir también hoy el Señor― «me abandonaron a mí, fuente de agua viva, y se cavaron aljibes, aljibes agrietados que no retienen agua» (v. 13). Es el drama del «corazón árido», del amor no correspondido, un drama que se renueva en el Evangelio, cuando a la sed de Jesús el hombre responde con el vinagre, que es un vino malogrado. Así, proféticamente, se lamentaba el salmista: «Para mi sed me dieron vinagre» (Sal 69,22).

«El amor no es amado»; según algunos relatos esta era la realidad que turbaba a san Francisco de Asís. Él, por amor del Señor que sufre, no se avergonzaba de llorar y de lamentarse a alta voz (cf. Fuentes Franciscanas, n. 1413). Debemos tomar en serio esta misma realidad cuando contemplamos a Dios crucificado, sediento de amor. La Madre Teresa de Calcuta quiso que, en todas las capillas de sus comunidades, cerca del crucifijo, estuviese escrita la frase «tengo sed». Su respuesta fue la de saciar la sed de amor de Jesús en la cruz mediante el servicio a los más pobres entre los pobres. En efecto, la sed del Señor se calma con nuestro amor compasivo, es consolado cuando, en su nombre, nos inclinamos sobre las miserias de los demás. En el juicio llamará «benditos» a cuantos hayan dado de beber al que tenía sed, a cuantos hayan ofrecido amor concreto a quien estaba en la necesidad: «En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40).

Las palabras de Jesús nos interpelan, piden que encuentren lugar en el corazón y sean respondidas con la vida. En su «tengo sed», podemos escuchar la voz de los que sufren, el grito escondido de los pequeños inocentes a quienes se les ha negado la luz de este mundo, la súplica angustiada de los pobres y de los más necesitados de paz. Imploran la paz las víctimas de las guerras, las cuales contaminan los pueblos con el odio y la Tierra con las armas; imploran la paz nuestros hermanos y hermanas que viven bajo la amenaza de los bombardeos o son obligados a dejar su casa y a emigrar hacia lo desconocido, despojados de todo. Todos estos son hermanos y hermanas del Crucificado, los pequeños de su Reino, miembros heridos y resecos de su carne. Tienen sed. Pero a ellos se les da a menudo, como a Jesús, el amargo vinagre del rechazo. ¿Quién los escucha? ¿Quién se preocupa de responderles? Ellos encuentran demasiadas veces el silencio ensordecedor de la indiferencia, el egoísmo de quien está harto, la frialdad de quien apaga su grito de ayuda con la misma facilidad con la que se cambia de canal en televisión.

Ante Cristo crucificado, «fuerza de Dios y sabiduría de Dios» (1 Co 1,24), nosotros los cristianos estamos llamados a contemplar el misterio del Amor no amado, y a derramar misericordia sobre el mundo. En la Cruz, árbol de vida, el mal ha sido trasformado en bien; también nosotros, discípulos del Crucificado, estamos llamados a ser «árboles de vida», que absorben la contaminación de la indiferencia y restituyen al mundo el oxígeno del amor. Del costado de Cristo en la cruz brotó agua, símbolo del Espíritu que da la vida (cf Jn 19,34); que del mismo modo, de nosotros sus fieles, brote también compasión para todos los sedientos de hoy.

Que el Señor nos conceda, como a María junto a la cruz, estar unidos a él y cerca del que sufre. Acercándonos a cuantos hoy viven como crucificados y recibiendo la fuerza para amar del Señor Crucificado y resucitado, crecerá aún más la armonía y la comunión entre nosotros. «Él es nuestra paz» (Ef 2,14), él que ha venido a anunciar la paz a los de cerca y a los de lejos (Cf. v. 17). Que nos guarde a todos en el amor y nos reúna en la unidad, hacia la que caminamos, para que lleguemos a ser lo que él desea: «Que todos sean uno» (Jn 17,21).

DISCURSO

Santidades,
Ilustres Representantes de las Iglesias, de las Comunidades cristianas y de las Religiones,
queridos hermanos y hermanas:

Os saludo con gran respeto y afecto, y os agradezco vuestra presencia. Doy las gracias a la Comunidad de Sant’Egidio, a la Diócesis de Asís y a las Familias Franciscanas que han preparado esta jornada de oración. Hemos venido a Asís como peregrinos en busca de paz. Llevamos dentro de nosotros y ponemos ante Dios las esperanzas y las angustias de muchos pueblos y personas. Tenemos sed de paz, queremos ser testigos de la paz, tenemos sobre todo necesidad de orar por la paz, porque la paz es un don de Dios y a nosotros nos corresponde invocarla, acogerla y construirla cada día con su ayuda.

«Bienaventurados los que trabajan por la paz» (Mt 5,9). Muchos de vosotros habéis recorrido un largo camino para llegar a este lugar bendito. Salir, ponerse en camino, encontrarse juntos, trabajar por la paz: no sólo son movimientos físicos, sino sobre todo del espíritu, son respuestas espirituales concretas para superar la cerrazón abriéndose a Dios y a los hermanos. Dios nos lo pide, exhortándonos a afrontar la gran enfermedad de nuestro tiempo: la indiferencia. Es un virus que paraliza, que vuelve inertes e insensibles, una enfermedad que ataca el centro mismo de la religiosidad, provocando un nuevo y triste paganismo: el paganismo de la indiferencia.

No podemos permanecer indiferentes. Hoy el mundo tiene una ardiente sed de paz. En muchos países se sufre por las guerras, con frecuencia olvidadas, pero que son siempre causa de sufrimiento y de pobreza. En Lesbos, con el querido Patriarca ecuménico Bartolomé, he visto en los ojos de los refugiados el dolor de la guerra, la angustia de pueblos sedientos de paz. Pienso en las familias, cuyas vidas han sido alteradas; en los niños, que en su vida sólo han conocido la violencia; en los ancianos, obligados a abandonar sus tierras: todos ellos tienen una gran sed de paz. No queremos que estas tragedias caigan en el olvido. Juntos deseamos dar voz a los que sufren, a los que no tienen voz y no son escuchados. Ellos saben bien, a menudo mejor que los poderosos, que no hay futuro en la guerra y que la violencia de las armas destruye la alegría de la vida.

Nosotros no tenemos armas. Pero creemos en la fuerza mansa y humilde de la oración. En esta jornada, la sed de paz se ha transformado en una invocación a Dios, para que cesen las guerras, el terrorismo y la violencia. La paz que invocamos desde Asís no es una simple protesta contra la guerra, ni siquiera «el resultado de negociaciones, compromisos políticos o acuerdos económicos, sino resultado de la oración» (Juan Pablo II, Discurso, Basílica de Santa María de los Ángeles, 27 octubre 1986:L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española [2 noviembre 1986, 1]). Buscamos en Dios, fuente de la comunión, el agua clara de la paz, que anhela la humanidad: ella no puede brotar de los desiertos del orgullo y de los intereses particulares, de las tierras áridas del beneficio a cualquier precio y del comercio de las armas.

Nuestras tradiciones religiosas son diversas. Pero la diferencia no es para nosotros motivo de conflicto, de polémica o de frío desapego. Hoy no hemos orado los unos contra los otros, como por desgracia ha sucedido algunas veces en la historia. Por el contrario, sin sincretismos y sin relativismos, hemos rezado los unos con los otros, los unos por los otros. San Juan Pablo II dijo en este mismo lugar: «Acaso más que nunca en la historia ha sido puesto en evidencia ante todos el vínculo intrínseco que existe entre una actitud religiosa auténtica y el gran bien de la paz» (Id., Discurso, Plaza de la Basílica inferior de San Francisco, 27 octubre 1986: l.c., 11). Continuando el camino iniciado hace treinta años en Asís, donde está viva la memoria de aquel hombre de Dios y de paz que fue san Francisco, «reunidos aquí una vez más, afirmamos que quien utiliza la religión para fomentar la violencia contradice su inspiración más auténtica y profunda» (Id., Discurso a los representantes de las Religiones, Asís, 24 enero 2002), que ninguna forma de violencia representa «la verdadera naturaleza de la religión. Es más bien su deformación y contribuye a su destrucción» (Benedicto XVI, Intervención en la Jornada de reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia en el mundo, Asís, 27 octubre 2011). No nos cansamos de repetir que nunca se puede usar el nombre de Dios para justificar la violencia. Sólo la paz es santa. Sólo la paz es santa, no la guerra.

Hoy hemos implorado el don santo de la paz. Hemos orado para que las conciencias se movilicen y defiendan la sacralidad de la vida humana, promuevan la paz entre los pueblos y cuiden la creación, nuestra casa común. La oración y la colaboración concreta nos ayudan a no quedar encerrados en la lógica del conflicto y a rechazar las actitudes rebeldes de los que sólo saben protestar y enfadarse. La oración y la voluntad de colaborar nos comprometen a buscar una paz verdadera, no ilusoria: no la tranquilidad de quien esquiva las dificultades y mira hacia otro lado, cuando no se tocan sus intereses; no el cinismo de quien se lava las manos cuando los problemas no son suyos; no el enfoque virtual de quien juzga todo y a todos desde el teclado de un ordenador, sin abrir los ojos a las necesidades de los hermanos ni ensuciarse las manos para ayudar a quien tiene necesidad. Nuestro camino es el de sumergirnos en las situaciones y poner en el primer lugar a los que sufren; el de afrontar los conflictos y sanarlos desde dentro; el de recorrer con coherencia el camino del bien, rechazando los atajos del mal; el de poner en marcha pacientemente procesos de paz, con la ayuda de Dios y con la buena voluntad.

Paz, un hilo de esperanza, que une la tierra con el cielo, una palabra tan sencilla y difícil al mismo tiempo. Paz quiere decirPerdón que, fruto de la conversión y de la oración, nace de dentro y, en nombre de Dios, hace que se puedan sanar las heridas del pasado. Paz significa Acogida, disponibilidad para el diálogo, superación de la cerrazón, que no son estrategias de seguridad, sino puentes sobre el vacío. Paz quiere decir Colaboración, intercambio vivo y concreto con el otro, que es un don y no un problema, un hermano con quien tratar de construir un mundo mejor. Paz significa Educación: una llamada a aprender cada día el difícil arte de la comunión, a adquirir la cultura del encuentro, purificando la conciencia de toda tentación de violencia y de rigidez, contrarias al nombre de Dios y a la dignidad del hombre.

Aquí, nosotros, unidos y en paz, creemos y esperamos en un mundo fraterno. Deseamos que los hombres y las mujeres de religiones diferentes, allá donde se encuentren, se reúnan y susciten concordia, especialmente donde hay conflictos. Nuestro futuro es el de vivir juntos. Por eso, estamos llamados a liberarnos de las pesadas cargas de la desconfianza, de los fundamentalismos y del odio. Que los creyentes sean artesanos de paz invocando a Dios y trabajando por los hombres. Y nosotros, como Responsables religiosos, estamos llamados a ser sólidos puentes de diálogo, mediadores creativos de paz. Nos dirigimos también a quienes tienen la más alta responsabilidad al servicio de los pueblos, a los Líderes de las Naciones, para que no se cansen de buscar y promover caminos de paz, mirando más allá de los intereses particulares y del momento: que no quede sin respuesta la llamada de Dios a las conciencias, el grito de paz de los pobres y las buenas esperanzas de las jóvenes generaciones. Aquí, hace treinta años, san Juan Pablo II dijo: «La paz es una cantera abierta a todos y no solamente a los especialistas, sabios y estrategas. La paz es una responsabilidad universal» (Discurso, Plaza de la Basílica inferior de San Francisco, 27 octubre 1986: l.c., 11). Hermanas y hermanos, asumamos esta responsabilidad, reafirmemos hoy nuestro sí a ser, todos juntos, constructores de la paz que Dios quiere y de la que la humanidad está sedienta.

LLAMAMIENTO

Hombres y mujeres de distintas religiones hemos venido, como peregrinos, a la ciudad de san Francisco. En 1986, hace 30 años, e invitados por el Papa Juan Pablo II, Representantes religiosos de todo el mundo se reunieron aquí —por primera vez de una manera tan solemne y tan numerosos—, para afirmar el vínculo indisoluble entre el gran bien de la paz y una actitud auténticamente religiosa. Aquel evento histórico dio lugar a un largo peregrinaje que, pasando por muchas ciudades del mundo, ha involucrado a muchos creyentes en el diálogo y en la oración por la paz; ha unido sin confundir, dando vida a sólidas amistades interreligiosas y contribuyendo a la solución de no pocos conflictos. Este es el espíritu que nos anima: realizar el encuentro a través del diálogo, oponerse a cualquier forma de violencia y de abuso de la religión para justificar la guerra y el terrorismo. Y aun así, en estos años trascurridos, hay muchos pueblos que han sido gravemente heridos por la guerra. No siempre se ha comprendido que la guerra empeora el mundo, dejando una herencia de dolor y de odio. Con la guerra, todos pierden, incluso los vencedores.

Hemos dirigido nuestra oración a Dios, para que conceda la paz al mundo. Reconocemos la necesidad de orar constantemente por la paz, porque la oración protege el mundo y lo ilumina. La paz es el nombre de Dios. Quien invoca el nombre de Dios para justificar el terrorismo, la violencia y la guerra, no sigue el camino de Dios: la guerra en nombre de la religión es una guerra contra la religión misma. Con total convicción, reafirmamos por tanto que la violencia y el terrorismo se oponen al verdadero espíritu religioso.

Hemos querido escuchar la voz de los pobres, de los niños, de las jóvenes generaciones, de las mujeres y de muchos hermanos y hermanas que sufren a causa de la guerra; con ellos, decimos con fuerza: No a la guerra. Que no quede sin respuesta el grito de dolor de tantos inocentes. Imploramos a los Responsables de las naciones para que se acabe con los motivos que inducen a la guerra: el ansia de poder y de dinero, la codicia de quienes comercian con las armas, los intereses partidistas, las venganzas por el pasado. Que crezca el compromiso concreto para remover las causas que subyacen en los conflictos: las situaciones de pobreza, injusticia y desigualdad, la explotación y el desprecio de la vida humana.

Que se abra en definitiva una nueva época, en la que el mundo globalizado llegue a ser una familia de pueblos. Que se actúe con responsabilidad para construir una paz verdadera, que se preocupe de las necesidades auténticas de las personas y los pueblos, que impida los conflictos con la colaboración, que venza los odios y supere las barreras con el encuentro y el diálogo. Nada se pierde, si se practica eficazmente el diálogo. Nada es imposible si nos dirigimos a Dios con nuestra oración. Todos podemos ser artesanos de la paz; desde Asís, con la ayuda de Dios, renovamos con convicción nuestro compromiso de serlo, junto a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

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