Boletín Santa Sede.

Queridos jóvenes:

¡Cristo vive y quiere que ustedes vivan! Esta es una certeza que siempre colma de alegría mi corazón y que me impulsa ahora a escribirles este mensaje, al cumplirse cinco años de la publicación de la Exhortación apostólicaChristus vivit, fruto de la Asamblea del Sínodo de los Obispos que tuvo como tema “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”.

Quisiera ante todo que mis palabras reavivaran en ustedes la esperanza. En el actual contexto internacional, marcado por tantos conflictos y sufrimientos, es de imaginar que muchos de ustedes se sientan desanimados. Por eso les propongo que partamos juntos desde el anuncio que está en el fundamento de la esperanza para nosotros y para toda la humanidad: “¡Cristo vive!”.

Lo digo a cada uno de ustedes en particular: Cristo vive y te ama infinitamente. Y su amor por ti no está condicionado por tus caídas o tus errores. Él, que dio su vida por ti, no aguarda a que llegues a la perfección para amarte. Mira sus brazos abiertos en la cruz y «déjate salvar una y otra vez»[1], camina con Él como con un amigo, acógelo en tu vida y hazle partícipe de las alegrías y las esperanzas, los sufrimientos y las angustias de tu juventud. Verás que tu camino se iluminará y que también las cargas más grandes se volverán menos pesadas, porque será Él quien las lleve contigo. Por eso, invoca cada día al Espíritu Santo, que «te hace entrar cada vez más en el corazón de Cristo para que te llenes siempre más de su amor, de su luz y de su fuerza»[2].

¡Cuánto quisiera que este anuncio llegase a cada uno de ustedes, y que cada uno lo percibiese vivo y verdadero en su propia vida y sintiera el deseo de compartirlo con sus amigos! Sí, porque ustedes tienen esta gran misión: testimoniar a todos la alegría que nace de la amistad con Cristo.

Al comienzo de mi Pontificado, durante la JMJ de Río de Janeiro, les dije con fuerza: háganse escuchar, “¡hagan lío!”. Y hoy de nuevo vuelvo a pedirles: háganse oír, griten esta verdad, no tanto con la voz sino con la vida y con el corazón: ¡Cristo vive! Para que toda la Iglesia se siente impulsada a levantarse, a ponerse una y otra vez en camino y a llevar su anuncio al mundo entero.

El próximo 14 de abril recordaremos los 40 años del primer gran encuentro de jóvenes que, en el contexto del Año Santo de la Redención, fue el germen de las futuras Jornadas Mundiales de la Juventud. Al final de aquel año jubilar, en 1984, san Juan Pablo II entregó la cruz a los jóvenes con la misión de llevarla a todo el mundo, como signo y recuerdo de que sólo en Jesús muerto y resucitado hay salvación y redención. Como ustedes bien saben, es una cruz de madera sin el Crucificado, pensada así para recordarnos que celebra ante todo el triunfo de la Resurrección, la victoria de la vida sobre la muerte, y para decirles a todos: «¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado» (Lc24,5-6). Y ustedes contemplen a Jesús de esta manera: vivo y desbordante de gozo, vencedor de la muerte, amigo que los ama y que quiere vivir en ustedes.[3]

Sólo de este modo, a la luz de su presencia, la memoria del pasado será fecunda y tendrán la valentía de vivir el presente afrontando el futuro con esperanza. Podrán asumir con libertad la historia de sus familias, de sus abuelos, de sus padres, las tradiciones religiosas de sus países, para ser a su vez constructores del mañana y “artesanos” del futuro.

La ExhortaciónChristus vivites fruto de una Iglesia que quiere caminar unida y que por eso se pone a la escucha, en diálogo y en constante discernimiento de la voluntad del Señor. Por esta razón, hace más de cinco años, con miras al Sínodo de los jóvenes, se les pidió a muchos de ustedes, de distintas partes del mundo, que compartieran sus esperanzas y sus deseos. Cientos de jóvenes vinieron a Roma y trabajaron juntos durante algunos días, recopilando y proponiendo ideas. Gracias a su trabajo los obispos pudieron conocer y ahondar en una visión más amplia y profunda del mundo y de la Iglesia. Fue un verdadero “experimento sinodal” que dio muchos frutos y que también preparó el camino para un nuevo Sínodo —el que estamos viviendo ahora, en estos años—, precisamente sobre la sinodalidad. Como leemos en elDocumento Finaldel 2018, en efecto, «la participación de los jóvenes ha contribuido a “despertar” la sinodalidad, que es una “dimensión constitutiva de la Iglesia”»[4]. Y ahora, en esta nueva etapa de nuestro itinerario eclesial, necesitamos más que nunca la creatividad de ustedes para explorar nuevos caminos, siempre en fidelidad a nuestras raíces.

Queridos jóvenes, ustedes son la esperanza viva de una Iglesia en camino. Por eso les agradezco su presencia y su contribución a la vida del Cuerpo de Cristo. Y les pido: no permitan que nos falte nunca el lío bueno que ustedes hacen; el empuje que tienen, como el de un motor limpio y ágil; su modo original de vivir y anunciar la alegría de Jesús Resucitado. Rezo por ello; y ustedes también, por favor, recen por mí.

Roma, San Juan de Letrán, 25 de marzo de 2024, Lunes Santo.

FRANCISCO

 

Queridos jovens,

Cristo vive e quer-vos vivos! É uma certeza que sempre enche de alegria o meu coração e me leva a escrever-vos esta mensagem agora, cinco anos depois da publicação da Exortação apostólica Christus vivit, fruto da Assembleia do Sínodo dos Bispos que teve como tema «Os jovens, a fé e o discernimento vocacional».

Queria, antes de mais nada, que as minhas palavras reavivassem em vós a esperança. De facto, no atual contexto internacional marcado por tantos conflitos, tantos sofrimentos, posso imaginar que muitos de vós se sintam desanimados. Por isso desejo começar, juntamente convosco, do anúncio que está no alicerce da esperança para nós e toda a humanidade: «Cristo vive!»

Digo-o a cada um de vós em particular: Cristo vive e ama-te infinitamente. E o seu amor por ti não está condicionado pelas tuas quedas ou pelos teus erros. Ele que deu a sua vida por ti, não espera pela tua perfeição para te amar. Olha os seus braços abertos na cruz e «deixa-te salvar sempre de novo»[1], caminha com Ele como com um amigo, acolhe-O na tua vida e deixa-O compartilhar as alegrias e as esperanças, os sofrimentos e as angústias da tua juventude. Verás que o teu caminho se iluminará e até os fardos maiores se hão de tornar menos pesados, porque estará Ele a carregá-los contigo. Por isso, invoca diariamente o Espírito Santo, que «te faz entrar cada vez mais no coração de Cristo, para que te enchas sempre mais com o seu amor, a sua luz e a sua força».[2]

Como gostaria que este anúncio chegasse a cada um de vós e cada qual o sentisse vivo e verdadeiro na própria vida e tivesse o desejo de o partilhar com os seus amigos! Sim, porque vós tendes esta grande missão: testemunhar a todos a alegria que nasce da amizade com Cristo.

Ao início do meu Pontificado, durante a JMJ do Rio de Janeiro, disse-vos alto e bom som: fazei-vos ouvir! «Hagan lio!». E o mesmo continuo a pedir-vos hoje: fazei-vos ouvir, gritai, não tanto com a voz mas sobretudo com a vida e o coração, esta verdade: Cristo vive! Para que toda a Igreja seja impelida a levantar-se e pôr-se incessantemente a caminho a fim de levar a sua Boa Nova a todo o mundo.

No próximo dia 14 de abril, comemoram-se quarenta anos do primeiro grande Encontro dos jovens, no contexto do Ano Santo da Redenção, que constituiu o gérmen das futuras Jornadas Mundiais da Juventude. No fim daquele Ano Jubilar, em 1984, São João Paulo II entregou a Cruz aos jovens com a missão de a levarem a todo o mundo como sinal e memória de que, só em Jesus morto e ressuscitado, há salvação e redenção. Como bem sabeis, trata-se duma Cruz de madeira sem o Crucificado, desejada assim para nos lembrar que a mesma celebra sobretudo o triunfo da Ressurreição, a vitória da vida sobre a morte, para dizer a todos: «Por que buscais o Vivente entre os mortos? Não está aqui; ressuscitou!» (Lc 24, 5-6). E vós, contemplai Jesus assim: vivo e transbordante de alegria, vencedor da morte, um amigo que vos ama e quer viver em vós.[3]

Só assim, à luz da sua presença, é que será fecunda a memória do passado e tereis a coragem de viver o presente e enfrentar o futuro com esperança. Podereis livremente assumir a história das vossas famílias, dos vossos avós, dos vossos pais, das tradições religiosas dos vossos países, para serdes, por vossa vez, construtores do amanhã, «artesãos» do futuro.

A Exortação Christus vivit é fruto duma Igreja que quer caminhar em conjunto e por isso coloca-se à escuta, em diálogo e constante discernimento da vontade do Senhor. Assim, há mais de cinco anos e já em vista do Sínodo sobre os jovens, foi pedido a muitos de vós, vindos de várias partes do mundo, que partilhassem as próprias expetativas e anseios. Centenas de jovens vieram a Roma e trabalharam juntos durante alguns dias, recolhendo as ideias a propor: graças ao seu trabalho, os Bispos puderam conhecer e aprofundar uma visão mais ampla do mundo e da Igreja. Foi uma verdadeira «experimentação sinodal», que produziu muitos frutos e preparou a estrada também para um outro Sínodo, aquele que temos estado a viver, nos últimos anos, precisamente sobre a sinodalidade. Com efeito, como lemos no Documento Final, de 2018, «a participação dos jovens contribuiu para “despertar” para a sinodalidade, que é uma “dimensão constitutiva da Igreja”».[4] E agora, nesta nova etapa do nosso percurso eclesial, precisamos, mais do que nunca, da vossa criatividade para explorar caminhos novos, sempre na fidelidade às nossas raízes.

Queridos jovens, vós sois a esperança viva duma Igreja em caminho! Por isso agradeço a vossa presença e contribuição para a vida do Corpo de Cristo. E recomendo-vos que nunca nos deixeis faltar o vosso barulho bom, o vosso impulso como o dum motor limpo e ágil, o vosso modo original de viver e anunciar a alegria de Jesus Ressuscitado! Fico a rezar por isto; e vós, por favor, rezai também por mim.

Roma, São João de Latrão, 25 de março de 2024, Segunda-feira da Semana Santa.

FRANCISCO