El camino hacia la Pascua viene determinado desde la triple perspectiva del ayuno, la limosna y la oración, no sabría muy bien decir en qué orden. Sin duda,, además de marcar nuestra frente con esa ceniza que nos recordaba – antaño– que “Polvo éramos y en polvo nos convertiríamos”, es una invitación, hogaño, de CONVERTIRNOS Y CREER EN EL EVANGELIO.
El Evangelio que es, sobre todo, Buena Noticia y, por tanto, una llamada a que saquemos de nuestro interior lo más positivo, o mejor de nosotros mismos, aunque sea a costa de un periodo de purificación y de camino hacia nuestra interioridad y, desde ella, al contacto con el Dios que se ha hecho carne y, desde su amor, se ha convertido en uno de nosotros.
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