El Inspector Salesiano de Oriente Medio, Abuna Munir El Rai, cuenta en un comunicado la experiencia vivida durante su reciente visita a tres ciudades de Siria en plena guerra. Habla de miedo y destrucción, pero, sobre todo, de esperanza cristiana.
Desde este enlace se puede descargar el comunicado.
Fuente: oficina de comunicación de Salesianos Santiago el Mayor
El P. Munir El Rai inició su visita a Siria a finales de junio en la comunidad salesiana de Kafroun, muy cerca de la frontera con el norte del Líbano. A esta zona, aislada de la guerra, llegan personas procedentes de ciudades más castigadas, como Homs, Damasco o Alepo. Muchos necesitan desahogarse: «La escucha es un signo de cercanía, de apoyo moral y espiritual. Esta experiencia me ha hecho crecer profundamente como salesiano», explica el Inspector en su comunicado.
La comunidad de Kafroun abre sus puertas a todos. Los jóvenes pueden disfrutar de actividades que les ayudan a recuperar la alegría. Tampoco faltan los sacramentos, que alimentan el espíritu de tantas personas afectadas física y moralmente por la guerra pero con un enorme deseo de vivir. Tal como cuenta el P. Munir Rai, la Eucaristía dominical se vive como «un bellísimo momento de recogimiento y comunión».
La siguiente parada en la visita fue Alepo: «Llegamos por la tarde a mi ciudad, donde yo he nacido y crecido, ahora completamente irreconocible». La comunidad salesiana permanece firme en medio de esta difícil situación, como un «oasis de paz». Prueba de ello es que no han parado de surgir vocaciones, como la de Pier Habloyan, un joven del oratorio ordenado sacerdote el 11 de julio.
700 jóvenes procedentes de distintos puntos de la ciudad participaron en los últimos meses en las actividades de verano joven organizadas por la comunidad. Acompañados por los animadores, los muchachos respiraron «un aire de alegría, de esperanza, en un clima familiar», una experiencia que les permitió descargar «el peso del sufrimiento y del miedo al que están expuestos cotidianamente». La comunidad también retomó después de varios años los campamentos en Kafroun, a los que acudieron más de 300 jóvenes.
Damasco, la capital del país, fue el último destino del Inspector de Oriente Medio en su visita a Siria. Allí se encontró con las comunidades de Salesianos y de Hijas de María Auxiliadora. Y también comprobó cómo se atiende a los 900 jóvenes que vienen de distintos puntos de la ciudad en busca de un remanso de tranquilidad.
La situación en la capital siria empeora cada vez más. La falta de suministros empieza a ser frecuente en muchos hogares y fuerza la salida de miles de personas, que llegan como refugiados a Europa y a otros lugares. En medio de este panorama, el P. Munir Rai recordó a los jóvenes las palabras pronunciadas por el Papa Francisco en su visita a Valdocco con motivo del Bicentenario del nacimiento de Don Bosco: «Los salesianos me han ayudado a afrontar la vida sin miedo ni obsesiones, a seguir adelante en la alegría y la oración. Educad a los jóvenes a no tener miedo. No olvidéis la característica de un verdadero oratoriano: la alegría. Y con esta alegría, buscad y amad a Jesús para encontrarlo todos los días».
El Inspector de Oriente Medio destaca en su comunicado dos actividades organizadas por la comunidad salesiana de Damasco. Por un lado, el voluntariado para jóvenes, que, en medio de la crudeza de la guerra, acuden a ofrecer su ayuda a los habitantes de los barrios más peligrosos de la ciudad. Por otra parte, la experiencia vocacional ‘Ven y verás’, orientada también a los jóvenes.
El P. Munir Rai finaliza su comunicado con un agradecimiento a los salesianos, a los cooperadores y a los animadores de las comunidades sirias por su labor con los jóvenes y con los más necesitados. También da gracias a Dios por la experiencia vivida y por permitir que se desarrolle la misión salesiana en el país. Y hace un llamamiento a la oración por Siria: «Estas guerras encierran desafortunadamente un gran y complejo juego de intereses, que tienden a prevalecer sobre el bien común y básico del ser humano. Oremos por tanto para que Nuestro Señor Jesucristo nos infunda siempre esperanza y nos conceda finalmente la verdadera paz».