José Luis Muñoz Blázquez

Dicen que un hombre paseaba por la playa un día frío de invierno cuando, tras unas rocas, descubrió que miles de estrellas de mar yacían impotentes sobre la arena. Las olas las habían arrastrado a la playa y allí nada podrían hacer para salvarse cuando el aire y el sol las fuese secando. Su rostro se entristeció al imaginar el futuro de aquellas estrellas. Pensó que él poco podía hacer ante la fuerza del océano y siguió su paseo caminando con mucho cuidado para no pisarlas.

Mirando hacia el suelo no se dio cuenta de la presencia de una muchacha hasta estar casi a su lado. Estaba descalza y se movía con agilidad junto a las olas. Con sorpresa vio como la niña iba cogiendo de una en una las estrellas y las lanzaba al mar con todas sus fuerzas. Saludó al señor, pero no cesó en su actividad. Aquel hombre preguntó a la chica:

  • Hola muchacha. ¿Qué haces aquí con este frío?
  • Buenos días. Estoy ayudando a estas estrellas de mar. Las devuelvo al agua, contestó ella.
  • Pero ¿no ves que, aunque estuvieses todo el día aquí, sin parar, no podrías lanzar al agua todas las estrellas? dijo el señor.
  • Eso no me importa, contestó la niña, esta que tengo en la mano ya no morirá en la arena de la playa.

Tras unos segundos con la mirada atónita aquel hombre comprendió, sonrió y cogiendo una estrella de mar de la arena la lanzó al agua con todas sus fuerzas.

Creo que este sencillo relato puede ser para nosotros muy revelador. El Evangelio no nos permite pasear por la playa saltando entre las estrellas de mar y pensando “poco puedo hacer yo”. Jesús nos pide que nos descalcemos, nos arremanguemos y nos comprometamos con las realidades de dolor, de injusticia y de necesidad que claman auxilio silenciosamente, como las estrellas en la arena. A veces el desánimo o la impotencia nos paralizan. No nos podemos permitir ese lujo. Nuestro Padre nos ha dado brazos, oídos, una mirada diferente y otros recursos para que los pongamos al servicio de los más vulnerables.

Podemos meditar los pasajes de Mc 12, 41-44 o también Mt, 25,40. Ellos nos darán la fuerza para agacharnos, tomar una estrella y lanzarla con fuerza a la vida.

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(Albert Einstein)