Boletín 288, enero 1988

En la página 2 del número 288 de enero de 1988 nos recordaban el Testamento que Don Bosco dejó a los salesianos cooperadores sus últimos pensamientos para los salesianos cooperadores.

En ese año se cumplían los 100 años de su muerte siendo el número de enero de 1988 un boletín monográfico conmemorativo de este aniversario. En la misma página nuestro coordinador nacional nos dedica un pensamiento sobre cómo «seguir a Don Bosco» terminando su escrito con el siguiente ruego:
«Pido a Don Bosco, en este año Centenario, que nos ayude a vivir cada día con mayor entrega y generosidad, más valentía, en definitiva más amor al prójimo y siempre con Ella».

En este año de preparación a nuestro 150 aniversario nos puede servir como recordatorio y texto personal a reflexionar en nuestra vocación de salesiano cooperador. Os invitamos a su lectura reposada y meditada.

TESTAMENTO DE DON BOSCO
A los Cooperadores

Al recordar los cien años de la marcha de Don Bosco al Padre, vale la pena transcribir los últimos pensamientos escritos por Don Bosco para los Cooperadores. Fueron dictados por él mismo y aparecieron publicados en el Boletín Salesiano de enero de 1988. A cien años de distancia escuchamos todavía los latidos calientes de su corazón, cuando nos encomienda particularmente el cuidado de los jóvenes.

Si queremos que prosperen nuestros intereses espirituales y materiales, procuremos que prosperen ante todo los intereses de Dios y promovamos el bien espiritual y moral de nuestro prójimo mediante la limosna.

Si queréis conseguir con más facilidad alguna gracia, haced vos la gracia, o sea la limosna, a los demás, antes que Dios o la Virgen os la hagan a vosotros. Dad y se os dará.

Mediante las obras de caridad nos cerramos las puertas del infierno y nos abrimos las del cielo.
Recomiendo a vuestra caridad todas vuestras obras que Dios se ha dignado confiarme en el transcurso de casi cincuenta años; os recomiendo la educación cristiana de la juventud, las vocaciones al estado eclesiástico y las misiones extranjeras; pero de modo del todo particular os recomiendo el cuidado de los jovencitos pobres y abandonados, que siempre fueron la porción más grata a mi corazón, en la tierra, y que espero, por los méritos de Nuestro Señor Jesucristo, sean mi corona y mi gozo en el cielo.

Nuestra misión es ser testigos de reconciliación
(Arturo Ros)