Cristóbal Marín Martínez e Irene Blaya Huertas

Apreciados hermanos y amigos:
En el mes de septiembre comienza un nuevo curso. Tras las vacaciones del periodo estival, esperamos que hayáis regresado llenos de energía, ilusiones y sueños, como Don Bosco.

En este artículo queremos invitaros a iniciar un viaje fantástico, excitante y emocionante. Pero, hay que ser valientes para acometerlo. Es una decisión que debe tomar cada uno de forma individual y responsable. El viaje al interior de uno mismo.
Si nos paramos a reflexionar en el devenir diario de nuestra vida, nos daremos cuenta que vivimos una cultura de evasión de uno mismo y de los problemas de los demás; y de alienación, nos ocupamos demasiado en algunas cosas y nos olvidamos de nosotros mismos.

Esta cultura de evasión y alienación, causada por el adormecimiento que nos produce la sociedad de consumo, inmersos en la locura de la vida rápida que vivimos, ocupados en todo y de todo, hace que nos alejemos y nos evadamos de nosotros mismos y de los problemas de la sociedad en la que vivimos.

A veces, podemos llevar muchos años viviendo hacia afuera, atentos a las expectativas ajenas, a la demanda y necesidades de otros, hasta que llega un momento en que uno se da cuenta que no puede seguir así, pero le da miedo volverse y mirar hacia el interior de uno mismo, pues ya uno ni se reconoce. Aunque, se tiene la certeza, que es necesario decidirse a hacerlo, que no debe demorarlo más. ¿No os ha pasado alguna vez?

Pero, ¿por qué necesitamos ir al interior de nosotros mismos? Porque todos necesitamos buscar nuestra identidad, para evitar vivir anclados en cualquier idea, persona, situación, experiencia, que nos impida abrirnos a la vida que nos hace crecer como personas, y nos permita decir la última palabra que hace vida.

Alguien dijo que para mejorar al mundo, hay que empezar por conocerse uno mismo. El viaje a nuestro interior, nos lleva a conocernos quienes somos en realidad. San Agustín decía, “no quieras derramarte fuera; entra dentro de ti mismo, porque en el hombre interior está la verdad”.

Pero una vez que se ha descubierto el camino hacia el propio interior, sea a través del medio que sea, cuando se ha visto que la vida se vive desde dentro, nos daremos cuenta que ahí habita Dios, aquel que nos ha creado y nos ilumina, siendo nuestro guía y acompañante en cada momento de nuestra vida.

Este viaje al propio interior no termina por el solo hecho de entrar, sino que una vez que entras, vas descubriendo más la realidad, más verdad, más deseos de vida y más vida, y un encuentro con el verdadero crecimiento.

El proceso de crecimiento como personas, nos eleva al crecimiento como esposos en el matrimonio, como padres de familia, fortaleciendo a todos los componentes de la misma, formando personas equilibradas para una sociedad sana y educadas en la fe para la Iglesia.

Recorrer este camino solos, es complicado, necesitaremos la ayuda del psicólogo, o mejor, un director espiritual, y de Dios. Recordemos que hasta los grandes santos como Don Bosco, María Mazzarello, santa Teresa de Jesús, y otros muchos, lo tenían, ¿nosotros no? ¿Por qué?

¿Os animáis al viaje?

La esencia íntima, la principal fuente de la eficacia santificadora
de la Iglesia ha de buscarse en su mística unión con Cristo
(Pablo VI)