Boletín 492, junio 2006
Transcribimos el artículo publicado en la página 7 de nuestro boletín de junio de 2006 número 492 en la sección «Desde la SEJ» donde Antonio Lloret (Administrador nacional) nos desgrana su punto vista de la solidaridad económica dentro de la Asociación.
No me gustaría caer en la tentación de hacer razonamientos fríos con números y porcentajes, sino que trataré de enfocar el tema desde otros aspectos y me gustaría que reflexionemos que porque amamos a la Asociación queremos tomar en serio su bien; nos alegra pertenecer a una Asociación de más de 30.000 miembros en todo el mundo.
En la Asociación, el compartir en estilo de familia, algo de lo que se es y de lo que se tiene, quiere decir que nos ayudamos mutuamente y cada uno da, o debería de da a la Asociación en función de sus posibilidades y esto implica que una persona pueda dar más que otra, o bien puede servir más que otra porque tiene más posibilidades.
Hablar de autofinanciación según las posibilidades de cada uno es hablar de espiritualidad evangélica antes que de organización. Dios es Amor y el Amor (nos dice San Juan) se manifiesta en las obras. La comunión de los bienes es una manifestación de la “comunión fraterna” de la que se habla en el artículo 19.1 de nuestro RVA: «Unidos en un solo corazón y una sola alma».
Para llevar adelante nuestra actividad, para ser una realidad “viva”, nuestra Asociación tiene necesidad de medios, pero sus medios derivan de las aportaciones de todos y de cada cooperador en particular.
El párrafo 2.3 del documento de Solidaridad Económica dice textualmente así: “La raíz de la autofinanciación parte de la presuposición de que cada cooperador tiene a pecho la vitalidad de su Asociación. Si esto no existe, es inútil ir adelante, pero si es verdad, entonces hablar de aportaciones libres significa presuponer que hay comunión entre todos los niveles de la Asociación de tal manera que la autofinanciación se pueda considerar como un termómetro para medir, ciertamente no “las ganancias de una empresa”, sino cuanto aman los Cooperadores a su Asociación”.
Tras 6 años de Administrador Nacional, creo que poco a poco se va creciendo en este aspecto, aunque a veces cuesta y hay que estar encima y ser muy machacón, pero la verdad es que se va tomando conciencia de que pertenecer a una Asociación también conlleva aspectos económicos, y aunque hemos avanzado mucho, es cierto que nos falta mucho todavía. […]
Para terminar, me gustaría despedirme con una frase de Don Bosco casi al final de su vida: “Los Cooperadores serán los que ayudarán a promover el espíritu católico. Será una utopía mía, pero ¡la mantengo!”.
Pues eso, preparémonos para cuando llegue este momento. Un abrazo fuerte en Don Bosco.
Entre las grandes corrientes de la espiritualidad cristiana
ocupa un lugar importante la que arranca de San Francisco de Sales
(Eugenio Alburquerque)