Luis Fernando Álvarez

Amigas y amigos Salesianos Cooperadores: tras 7 años de Delegado para la ASSCC de la Región Ibérica, conozco mejor las Provincias, el trabajo de la Consulta Regional, la ayuda de la SER, las personas y la evolución, en fin, de una Asociación, que vive inserta en el mundo, pero «sin ser del mundo» (Jn 17,11.16). Escribo del tema de la formación en la ASSCC.

Considero que en ella se asienta firmemente el secreto de su futuro. La formación sólida e integral de todos, ciertamente, pero en especial de los aspirantes. La formación «personal y de grupo» que «la Asociación promueve y sostiene» (cfr. PVA/E art. 29.2) ¡currándoselo bien! Porque ella o –más cercano aún– el Centro local, es la porción de la Iglesia donde se experimenta un “caminar juntos” y «es posible siempre encontrar a Cristo “el compañero y amigo de los jóvenes”» (CV 34). No separemos nunca formación y vida de Centro. No la apartemos a un grupo aislado. Porque es la pertenencia al Centro la que «alimenta la experiencia de fe y de comunión eclesial…, un elemento vital para la base de la propia vocación apostólica» (cfr. PVA/E art. 28.1) de todo aspirante y de todo salesiano cooperador. El Centro, la Provincia, la Asociación (cada una en su ámbito) es la “comunidad en camino” donde el salesiano cooperador crece como apóstol, para estar dispuesto y disponible a la misión. Sin experiencia de vida de Centro no es posible el crecimiento y la madurez de una vocación salesiana. Habrá experiencia fuerte de vida de Centro cuando éste sea «un lugar donde los jóvenes no solo reciban una formación, sino que también les permitan compartir la vida, celebrar, cantar, escuchar testimonios reales y experimentar el encuentro comunitario con el Dios vivo» (CV 204). Por eso, después de haber provocado en los aspirantes «un encuentro con Jesús que tocó sus corazones», el Centro no puede achicarse a ofrecerles «encuentros de “formación” donde solo se abordan cuestiones doctrinales y morales […] Calmemos la obsesión por transmitir un cúmulo de contenidos doctrinales, y ante todo tratemos de suscitar y arraigar las grandes experiencias que sostienen la vida cristiana» (cfr. CV 212). Aquellas que proporcionan la fuerza de arriesgarlo todo por seguir al Señor y de perder el temor a anunciar el gozo de la resurrección. Erramos al estimar que nos renovamos, porque cedemos a lo que nos pide el mundo y disfrazamos el mensaje evangélico mimetizándolo con los demás (cfr. CV 35). Es cierto que los cristianos «no tenemos que ser “bichos raros”. Pero al mismo tiempo tenemos que atrevernos a ser distintos» (CV 35). Invito a estudiar el capítulo segundo de Christus vivit (CV). Encontraréis ideas, imágenes, criterios y sugerencias para pensar con seriedad sobre la formación –inicial y permanente– que estamos dando en la Asociación. Invito especialmente a los formadores, delegados, delegadas, acompañantes y a los consejeros y coordinadores locales y provinciales. ¡¡Vale la pena!! De verdad. Un fuerte abrazo de hermano,