Lourdes de Alarcón Delgado

Veranito, ¡oe, oe, oe!. ¿Qué? Vale, vale, ya sé que estamos en Septiembre, que el verano y las vacaciones han quedado un poco atrás. Pero, vamos a ver, ¿es que sólo habéis descansado? No me lo creo, el verano es una oportunidad magnífica para vivir nuestra mayor vocación: Estar entre los jóvenes.

Ya sé, ya sé. Durante el año ya hacemos mil actividades. Pero, ¿de verdad que podéis pasar más de un mes sin estar involucrados en alguna actividad o iniciativa con los jóvenes como protagonistas? Claro que no. Que levanten la mano los que participáis en campamentos ya sea como animadores, equipo de cocina o personal sanitario. Y ahora los que habéis viajado para echar una mano en iniciativas misioneras. ¿Veis?, la disponibilidad, la mano tendida (o levantada) para que tiren de nosotros es seña de identidad del salesiano cooperador.

Un ejemplo de esta forma de ser y vivir la vocación, la hemos experimentado en el Centro Juvenil El Cotarro de las 3000 Viviendas de Sevilla. A finales del curso lanzaron la petición para colaborar en las actividades del mes de julio ya que había déficit de animadores. Lógico, algunos trabajan durante el verano para sacar unas pelas o ayudar a la economía familiar, otros tienen que estudiar, alguno está de vacaciones con la familia… vamos, que faltaba gente y eso no podía quedarse así. ¿Qué pasó?

Cualquiera en su sano juicio decidiría que el verano es para descansar, que en el mes de Julio hace mucho calor en Sevilla (nos convocábamos a las siete de la tarde, hay que tener valor para salir a esa hora), que durante el verano igual los chavales no necesitan más actividades, total, están las piscinas, la playa, Aquópolis, Isla Mágica, la tele, los amigos… ¡Ah, no! Que vosotros no pensáis así, pues me alegro, porque ése es un pensamiento conformista y comodista, nada propio de un corazón salesiano.

Así que fuimos cuatro locos los que nos lanzamos de cabeza en cuanto nos enteramos. Eso significaba charlar, jugar, convivir, reír, aguantar bromas, acercarse a chiquillos y chiquillas que no tienen ninguna relación contigo, que ni te conocen ni tienen interés por conocerte, ser una cara más y, para más inri, ninguno contaba con menos de cuarenta y cinco años (un auténtico hándicap). ¿Qué hicimos? Lo normal. Ponerle corazón, romper barreras, acercarnos y hacernos un hueco.

Como auténticos entusiastas de los jóvenes, si vivimos la vocación a corazón descubierto, seremos significativos allí donde vayamos, donde estemos. Los jóvenes nos demandan presencia, compañía cercana, amor, ayudar para expresar y entender su mundo de emociones, ser modelos significativos ante las relaciones con los demás y, por supuesto, compromiso.

Después de un mes en El Cotarro, los cuatro locos de esta historia queremos más, estos jóvenes ahora nos corren por las venas, ya forman parte de nuestra historia y nosotros de la suya. Veranito, oeee, oeee, oeee. Tiempo privilegiado para estar con los jóvenes. ¡Qué suerte tenemos!

El pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas
(William Arthur Ward)