Belén Colomé Jurado
“Cada encuentro es una oportunidad para dejarnos transformar por Dios y reconocernos como familia.”
En la vida salesiana no se crece en soledad. Nuestra vocación de Salesianos Cooperadores se fortalece en comunidad, en la oración compartida, en la formación vivida juntos y en la alegría de los encuentros. Participar no es una opción; es una forma concreta de vivir el Evangelio y responder al amor de Dios que nos llama y nos envía.
El Proyecto de Vida Apostólica nos recuerda que “comprometerse como Salesiano Cooperador es responder a una vocación apostólica, don del Espíritu, asumiendo un modo específico de vivir el Evangelio y de participar en la misión de la Iglesia” (cf. PVA/E art. 2). Cada vez que decimos “sí” a un encuentro local, provincial o regional, renovamos ese compromiso. En cada reunión, formación, ejercicios espirituales o un momento de oración, el Señor actúa y nos hace familia.
Durante este curso hemos vivido experiencias que son verdadero testimonio de comunión. La peregrinación a Medjugorje, impulsada por la Provincia María Auxiliadora, ha sido un signo de fraternidad. En ella participaron Salesianos Cooperadores, otros grupos de la Familia Salesiana y amigos de Andalucía, Canarias, Madrid, León y Cataluña.
Bajo la mirada de María, Reina de la Paz, experimentamos el gozo de la oración compartida, el silencio que habla y la ayuda mutua en las subidas y bajadas del camino. Allí, como recuerda el PVA, “vivimos nuestra fe en nuestra realidad secular, sintiendo viva la comunión con los demás miembros de la Familia Salesiana, trabajando por el bien de la Iglesia y de la sociedad” (PVA/E, art. 6).
En breve celebraremos los actos conmemorativos por el 150 aniversario de nuestra Asociación, ocasión para dar gracias y renovar nuestro compromiso, reconociendo que Dios sigue actuando hoy en tantos hermanos y hermanas que viven el carisma de Don Bosco en medio del mundo.
De manera personal, cada participación en la vida de la Asociación ha sido una bendición. Asistir a las Jornadas de Espiritualidad Salesiana en Turín, participar en la canonización del hermano Artémides Zatti y, hace pocas semanas, en la de Sor María Troncatti, me han hecho experimentar la universalidad y la belleza de nuestra Familia Salesiana.
También descubro esa presencia de Dios en lo cotidiano: en asistir a mi grupo local, en llamar a un hermano para saber cómo está y también recibir esa llamada, o en cada oración compartida. Cada gesto sencillo me hace sentir más agradecida y feliz, porque somos seres sociales y nuestra vocación se vive en comunidad. Como expresa el PVA, “ninguno tiene vocación para la soledad o el aislamiento”: la comunión es la tierra donde germina nuestra fe.
Como recoge el Plan Trienal Regional 2025–2028, “Os quiero felices”, la alegría no es un añadido, sino una forma de vivir la misión y sostenernos unos a otros en el camino. Cada encuentro es una oportunidad para ser luz, sal y fermento (cf. PVA/E, art. 16), para iluminar y dar sabor al Evangelio desde la vida ordinaria.
Al cerrar este año y abrirnos al nuevo, pidamos a Dios seguir siendo una familia que reza, celebra y sirve, con un corazón agradecido y abierto a los demás.
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