Juan Luis Bengoa García

“Bienaventurados los centros locales que se abren a su diócesis e iglesia local, porque el carisma salesiano es un regalo para la Iglesia.”

Don Bosco pensó que, para poder llevar adelante su obra y que esta perdurase en el tiempo, era necesario que hubiera laicos que respondieran a la vocación apostólica salesiana, comprometidos con el “modo específico de vivir el evangelio y de participar en la misión de la Iglesia” (PVA/E2,1), para contribuir a la salvación de los jóvenes y que pudieran atender las necesidades propias de aquellos que son considerados como los últimos, los marginados de la sociedad. A aquellos que podría resultarles más dificultoso llegar tanto a los SDB como a las FMA.

Quizá, muchos salesianos cooperadores desarrollan su misión dentro de obras salesianas (docentes, catequistas, animadores de los oratorios y centros juveniles, acompañamientos…) y, evidentemente, eso está muy bien y nadie puede negar que es una forma de servicio tan válida como cualquier otra. No obstante, si atendemos al Proyecto de Vida Apostólica, las orientaciones para desarrollar nuestra misión de servicio como salesianos y salesianas laicas está más enfocada a ser salesianos en la Iglesia local y diocesana; a vivir el método educativo de Don Bosco, impregnado por la caridad del Buen Pastor, en el mundo.

Los centros locales deben apoyar todas aquellas iniciativas que impliquen a los SSCC del Centro en el desarrollo de su misión en campos como la animación de jóvenes en la Iglesia local, la ayuda y participación en organismos que ayuden a los marginados y excluidos de la sociedad (mendigos, inmigrantes…), como pueden ser Cáritas, Acción contra el hambre, Manos Unidas, etc. Voluntariados en cárceles; bancos de alimentos; inserción en asociaciones de vecinos, en partidos políticos, además del propio campo laboral y el de la familia.

Es imprescindible que cualquier salesiano cooperador, inserto en alguna experiencia de estas, sienta que es un enviado de su Centro local para el desarrollo de esa misión, que es algo que no hace por su cuenta y que comparte con sus hermanos. Al compartir vida con los hermanos, el salesiano cooperador puede sentir el apoyo incondicional de estos, una ayuda sobre la forma más correcta de llevar a cabo tal o cual situación que se pueda plantear, la alegría de no sentirse solo, la posibilidad de que haya algún hermano que se sienta llamado a desarrollar la misma misión, etc.

Por tanto, dada la pluralidad de experiencias que se pueden sumar, los componentes del Centro pueden enriquecerse los unos a los otros, al tiempo que se crean lazos de hermandad que producen felicidad, con lo que se llama a las puertas del ser bienaventurados.

Una de las claves de la longevidad es hacer lo que se quiere,
pero sobre todo querer lo que se hace
(Pascual Armas Torres)