Lourdes Rojo Pol
Siguiendo con el reto que tenemos de lanzar algo de luz entorno a nuestras “Bienaventuranzas del Trienio” y cogiendo el testigo de Diego, aquí va la segunda: “Bienaventurados los hermanos y las hermanas que viven fieles a nuestro PVA, porque los jóvenes que se les acerquen serán más felices”.
Diego, en el anterior número, nos indicaba que, con estos pequeños comentarios, queremos dar profundidad y, a modo de reflexión, que sean brújula para nuestras comunidades y Centros locales.
Pues yo me quedo con lo de “brújula”. No sé si sabéis mucho o poco de «monte». Cuando era una chavala comencé a perder la mirada entre lo alto de las montañas. Lo primero que hice fue comprarme una brújula (para no perderme). Y me molesté en aprender cómo funcionaba. En las primeras escapadas hice uso de ella y, posteriormente, siempre la llevaba conmigo aunque no la utilizara. La llevaba y me daba seguridad. Podía echar mano de ella cuando perdía el rumbo. Eso de saber identificar bien dónde está el norte, el sur, el este y el oeste ayuda a que uno este centrado, sepa por dónde ir y camine seguro.
Pues esto es nuestro PVA: es nuestra brújula. Durante el encuentro de Loyola de nuestra provincia, el curso pasado, estuvo nuestro querido Benigno dándonos un paseo por el PVA para profundizar más en él y un aspirante decía: “Ahora sí sé dónde me estoy metiendo”.
Nuestro Proyecto de Vida Apostólica es el que siempre tenemos que llevar con nosotros, dentro de nuestro corazón, en la cabeza y en las manos, para ser fecundos y seguir soñando.
Es proyecto porque sigue prolongándose en cada uno de nosotros.
Es vida porque se encarna en cada una de nuestras acciones.
Es apostólico porque está llamando, en nosotros, a tocar profundamente a quienes Dios nos ponga en el camino.
Solo tocaremos los adentros de las personas, de los jóvenes que Dios nos ponga en el camino, si somos fieles a esta brújula que nuestro Padre Fundador nos regaló.
Nuestra identidad como hermanos y hermanas confluye ahí en nuestro proyecto común. Nuestra vida se perfila, en esencia, igual para todos, con unos valores y una proyección, la apostólica, que es la misma.
Esto es lo que nos da el valor de ser bienaventuranza para otros, de ser bendición para otros, de ser felices para otros, que nos vean y nos sientan felices: “ser la alegría evangélica para los demás, eso es ser fieles a nuestro PVA”.
Os quiero hermanos.
Se pertenezca a la tradición religiosa que se pertenezca,
ser cristiano es, cada vez más necesariamente, ser ecuménico
(José Miguel de Haro)