María de Los Ángeles Rodríguez Escobar

En esta temporada navideña, las redes sociales se llenan de imágenes de luces, decoraciones y momentos familiares. Pero más allá de los adornos y los villancicos, la Navidad nos recuerda el nacimiento de Jesús, el Rey que vino al mundo de manera humilde, en un pesebre, para darnos esperanza, paz y salvación.

Los colegios de nuestras comunidades han mantenido viva la tradición de cantar villancicos, pero estos no son solo cantos alegres, sino verdaderas oraciones de gratitud y amor hacia el Salvador. Al alzar la voz para celebrar el nacimiento de Jesús, los niños y jóvenes se convierten en portadores de un mensaje de esperanza para todos. En cada letra de esos villancicos resuena el eco de una promesa eterna: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres” (Lucas 2:14).

Mientras las casas se llenan de belenes, esos pequeños pesebres que evocan el lugar donde nació Jesús, podemos recordar que la Navidad no solo es un momento de alegría y regalos, sino también de reflexión.

Las calles, decoradas con luces brillantes, nos dan la bienvenida al tiempo de Navidad. Son faros de esperanza que nos señalan el camino hacia el Salvador. Cada luz que brilla en la oscuridad es un símbolo del amor de Cristo, que vino a iluminar nuestro mundo con su gracia y misericordia.

En este tiempo tan especial, las redes sociales se convierten en una plataforma donde, más que nunca, podemos compartir el verdadero significado de la Navidad. Podemos usar nuestras cuentas para recordar a nuestros amigos y seguidores que Jesús nació para todos nosotros, que nos ofrece su amor, su paz y su perdón. A través de nuestras publicaciones, oraciones y reflexiones, tenemos la oportunidad de difundir el mensaje más hermoso de todos: ¡Cristo ha nacido!

Que esta Navidad, tanto en nuestras casas como en nuestras redes, podamos ser portadores de esa luz divina que nunca se apaga. Que celebremos el nacimiento de Jesús con corazones llenos de gratitud, amor y esperanza. Y que, al igual que los belenes y las luces que adornan nuestras ciudades, podamos reflejar la presencia de Cristo en cada rincón de nuestras vidas.

Acuérdate de conservar en las adversidades un espíritu imperturbable
(Horacio)