Juan Luis Bengoa García

“En cierta ocasión, Luis, un directivo de una gran multinacional, estaba en la parte delantera de la Iglesia rezando y le decía al Señor: Gracias por todo lo que tengo, gracias por mi puesto de trabajo y por el sueldo que gano; gracias por permitirme que, con lo que gano hayamos podido ir de vacaciones al Caribe… Al salir de la Iglesia, dejó en el cestillo un billete de 50€.

Al mismo tiempo, en la parte trasera de la Iglesia, medio escondida en un rincón, una mujer de mediana edad, que hacía años perdió su trabajo y, en la actualidad, vivía del mínimo vital y de lo que la generosidad de los demás pudiera conseguir, le decía al Señor: Gracias por darme la vida y los dones con los que soy capaz de ayudar a quien más lo necesita, la sonrisa para quien está triste, la palabra al oído para quien se encuentra solo, la mirada cómplice para quien se siente agredido… Gracias Señor, por darme el alimento de cada día, por acompañarme en cada paso que doy… Al salir de la Iglesia, miró que tenía en el bolsillo y dejó en el cestillo los 30 céntimos que le quedaban”. Y me pregunto, ¿quién es más solidario de ellos dos?: ¿el directivo que dio una migaja de lo que le sobraba o la mujer que dio todo lo que le quedaba? (Versión adaptada y muy personal de Mc 12, 41-44)

En nuestra Asociación hablamos de “la cuota” que tengo que aportar (cuando no… pagar) para el sostenimiento de esta. Pues bien, creo que deberíamos desterrar para siempre ese término, sustituyéndolo por el que algunos venimos defendiendo desde hace años, hablando de “mis aportaciones” para el sostenimiento de la Asociación.

¿En qué cantidad o hasta dónde debo llegar con “mis aportaciones”? Supongo que cada cual sabemos los ingresos que tenemos y, por tanto, tras restar los “gastos obligados” (alquiler o hipoteca, comer, vestir, formación…), de lo que tengo para “otros gastos” (cañas con los amigos, “hobbies”, regalos… ¿solidaridad?). La cantidad que suele ponerse como “cuota”, no es otra que el equivalente a lo que nos correspondería poner a cada uno para el sostenimiento de la Asociación (hablando en “mínimos”), si todos los SSCC del mundo tuviésemos los mismos ingresos y los mismos “gastos obligados”, lo que es, a todas luces, algo que no ocurre.

Te invito, en un primer momento, a pensar si tu actitud solidaria se parece más a la del directivo o a la de la mujer del cuento.

En un segundo momento preguntarte si puedes o no aportar solidariamente más cantidad de lo que supuestamente te corresponde pagando religiosamente “tu cuota” anual… ¿Por qué no lo haces?

Feliz Adviento.

Las apariciones del Resucitado convencen a los discípulos de que Jesús ha vencido a la muerte
(Papa Francisco)