Benigno Palacios Plaza
El otro día encontré esta pregunta en las RRSS y me llamó poderosamente la atención. Busqué el contexto donde se utilizaba y aparecía ese gran libro de la literatura, El Principito. No sé si será cierto, ya que no recuerdo dicho pasaje, pero me interpeló profundamente, ya que me cuestionaba sobre cuál es mi misión en esta vida y cómo la realizo, latido a latido.
No voy a compartir todavía contigo mi respuesta. Eso sería muy fácil. Pero sí que voy a ofrecerte algunas ideas que facilitaron mi reflexión y que me ayudaron.
Recordé, en ese momento, la frase del evangelio de Lucas “La mies es mucha y los obreros son pocos”. En la que se nos propone un gran reto, la mies. Siempre me ha llamado la atención ese “pero” que expresa la oración, el cómo la alegría de la llegada del Señor se ve impedida por el reducido número de obreros. Y como, a título seguido, nos invita, categóricamente, a la oración con el “Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros”.
Me encontré pensando en cómo mi vocación me ayuda a superar esos peros del día a día y, como ya viene siendo habitual, encontré muchos paralelismos entre este texto de Lucas y nuestro propio PVA:
- Jesús propone a sus discípulos ir de dos en dos, juntos, esto es, en comunidad al igual que nos destaca, el artículo 21 del PVA/E: la importancia de desarrollar proyectos juntos. ¿Cuántas veces tratamos de hacer las cosas solos cuando acometemos una empresa?
- Él les pide que acudan a todos los sitios donde se necesite de Dios con humildad y mansedumbre (corderos entre lobos) y haciéndose uno más (coman y beban lo que tengan) con las personas de paz. Nuestro PVA/R nos propone, en su artículo 11, cultivar una actitud contemplativa y afrontar con serenidad lo que nos depara nuestro trabajo diario. ¿Nos damos cuenta de que, cuando no actuamos así, estamos perdiendo la capacidad de ver a Dios en lo cotidiano? Los cristianos no deben caer en la tentación de ser lobos entre lobos, el reino de paz de Cristo no se extiende con el poder, la fuerza o la violencia sino con el don (la donación) de uno mismo.
- Hacemos realidad el Reino de Dios (en esto consiste nuestra misión) mediante la acción (curen a los heridos), mediante la oración (hablad de la cercanía del Reino de Dios) y mediante la denuncia (sacudid el polvo de las sandalias donde no os reciban). En este último sentido, que a veces se nos olvida, conviene repensar el artículo 7 PVA/E.
- Por último, no está de más insistir en que debemos ser conscientes de la misión a la que se nos envía hoy. ¿Somos espectadores o protagonistas de este desafío? Predicar en nuestro entorno social. No será fácil, pero es necesario (artículo 41 PVA/E). Ya nos lo advirtió Él. Y mira que lo sufrió.
Yo tengo claro que mi misión -propósito, que dicen las grandes empresas- en este mundo, es ayudar a los más jóvenes a alcanzar su auténtico potencial haciendo uso del modelo de persona que Jesús nos ha dejado. Y todo eso lo hago con la ayuda de la oración, en mi familia, en mi trabajo, en mi asociación y en mi entorno social.
Y tú, hermano, ¿en qué inviertes tus latidos?
El Amor ha atravesado el tiempo y se ha hecho eterno.
Se ha enfrentado a la muerte y ha vencido. La justicia es inmortal
(José María Rodríguez Oliozola, sj)