Cristóbal Marín Martínez e Irene Blaya Huertas

Queridos hermanos:

El mes de diciembre, último del año, el de Navidad, nos dirigimos a vosotros para invitaros a rememorar y celebrar el acontecimiento tan especial que tienen estas fechas para nuestra fe y que revolucionó el mundo y la historia para siempre: el Nacimiento del Niño Jesús, el Hijo de Dios.

La Iglesia, anticipando la Navidad, nos invita a prepararnos con el Adviento, un tiempo de fe y esperanza. Es una etapa que nos puede ayudar a los matrimonios y a las familias, a todos, a preparar la venida de Jesús, teniendo el ejemplo de cómo fue la espera del Sagrado Matrimonio: San José y la Virgen María.

En cualquier matrimonio la llegada de un hijo al hogar es un acontecimiento especial, extraordinario, y de gran trascendencia. Mirando fríamente nos podemos imaginar el impacto que pudo ser en aquel momento para sus padres y para la sociedad judía el Nacimiento del Niño Jesús en Belén.

Deberíamos admirarnos y sorprendernos a cada instante, solo de pensarlo, que lo que pasó hace más de dos mil años, sigue presente y tremendamente actual en nuestros días y revolucionó al mundo. Tal evento, nos debe interpelar para que nos cuestionemos en modo personal, ¿qué me quiere decir Dios a mí con el envío de su Hijo?. La respuesta puede ser sencilla, Dios quiere que seamos felices aquí y nos envía a su Hijo a salvarnos por amor.

Pero además, otro detalle, Dios, nos da la Sagrada Familia para siempre. Una Familia con un Padre, una Madre, y su Hijo, el Niño Jesús y por eso, quiso que su Hijo naciera en el seno de una. Esto nos invita a reflexionar sobre lo importante que es para Dios la familia, pues Dios es familia, una comunidad de personas como es la Santísima Trinidad, la Familia Primera.

La proyección al mundo de esa comunidad de amor, es la familia humana. En esta familia es donde nace el hombre, recibe los dones de la sociedad a la que pertenece, crece como persona, perfecciona su vocación y recibe la fe. Y es en ella, desde la que comienza su peregrinar por el mundo, su proyección personal, el proceso continuo de conversión y renovación espiritual. La búsqueda del hombre nuevo.
Jesús, le dijo a Nicodemo: “En verdad te digo, que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios…no te asombres de que te haya dicho: tienen que nacer de nuevo”. (Juan, 3, 5-7.)

El Bautismo por el Espíritu Santo, nos hace nacer a una nueva vida y nos deja una semilla dentro. Después, nos toca a nosotros hacerla germinar y crecer de forma permanente.

Dios, respetando la libertad, deja en nuestras manos la decisión diaria, el renacer o no. Renacer es despojarse de la soberbia, intentar curar las heridas del corazón, no dar nada por cierto, llenarse de humildad y dejarse llevar por Dios.

Renacer cada día es crecer como persona, estar abierto a aprender, ser coherente con las Escrituras. Es estar en disposición de aceptar lo que Dios tiene preparado para nosotros.

Conclusión, el hombre nuevo es buen (esposo – esposa), (padre – madre), buen cristiano y buen ciudadano, los que la sociedad necesita. Busquemos, renacer cada día.

Feliz Navidad 2022.

Uno busco, a Uno conozco, a Uno canto, a Uno contemplo…
Si he pasado en mi vida un solo día sin Ti, me arrepiento de la vida, por aquel día y por aquella hora
(Rumi)