Antonio de la Flor Barbadilla y Teresa López Quirós
Hola Familia:
Recientemente hemos cumplido 38 de casados. ¿Quién iba a decir llegar hasta aquí? Durante este recorrido, hemos comprobado lo importante y bueno que es nuestra vocación matrimonial.
Tenemos muchas “cosas” en común y de todas ellas destaca la Fe. Desde que vivimos dentro de esta gran familia, la Familia Salesiana, comprobamos y vemos con alegría la cantidad de grupos que somos; la cantidad de dones que cada uno aporta y enriquece más a esta gran comunidad. Es desde esta donde verdaderamente crecemos, compartimos nuestra fe y vida en los momentos que tenemos oportunidad de encontrarlos (ahora en pandemia más complicado). Retomar, reiniciar el contacto, es vital. Esperamos y deseamos que, una vez la vacuna llegue a todo el mundo, sigamos avanzando.
Creemos que nos puede faltar alguna asignatura pendiente. Compartimos con vosotros una conversación que mantuvimos recientemente con un matrimonio de nuestro grupo de Hogares Don Bosco: Juana Isabel (Juanita) y José Ángel, matrimonio con dos hijos, Sandra y Gabriel, dos adolescentes viviendo los tiempos de hoy.
Sacamos a relucir, Tere y yo, qué podríamos hacer para que nuestro grupo estuviese más vinculado a la Diócesis. Ellos nos transmitían su experiencia y decían: «Gracias a nuestros padres y a la Familia Salesiana por habernos adentrado en el camino de la fe, y a todos nuestros hermanos con los que seguimos caminando.»
Hace unos años, desde nuestra parroquia de San José del Valle, nuestro querido párroco Don Andrés González Becerro, nos invitó a participar en unos encuentros de Nueva Evangelización que desde nuestra diócesis de Cádiz y Ceuta se estaban ofreciendo. Un grupo de la parroquia, acompañados de don Andrés, fuimos a Campano y empezamos esta nueva aventura.
A raíz de estas escuelas, de Evangelizadores en un primer momento, y más tarde, de Discipulado, conocimos nuevas realidades, muy atractivas, muy vivas, como fueron los Cenáculos, las cenas Alpha, Comunidad Fe y Vida, Comunidad Koinonia,…
Estos encuentros, el aprendizaje y las experiencias de fe y conversión de las personas que conocimos, contribuyeron a romper la tendencia sinuosa que hasta este momento nuestras vidas llevaban. Que vuelven a llenarnos de inquietud e ilusionarnos de nuevo, poniendo a Cristo en el centro de nuestras vidas, apasionando y enriqueciendo nuestra oración, y compatibilizando con naturalidad fe y vida.
De todo ello, hemos aprendido que solos no podemos avanzar en el camino, que tenemos que beber de la Palabra, pero que también necesitamos de la comunión con los hermanos y poner nuestros dones y nuestras vidas al servicio del otro. Que la Fe compartida nos hace crecer mucho más y enriquecernos y nos hace mejores personas. Que Jesucristo tiene que ser nuestro centro y que todo puede llevarse a cabo a pesar de nuestros compromisos familiares, laborales, sociales.
No tenemos que hacer cosas extraordinarias, en nuestra vida diaria, en lo cotidiano, en lo pequeño, encontrarlo y sentirlo a nuestro lado. Acerquémonos a nuestras parroquias, compartamos nuestro carisma, aportemos más dones a una Iglesia Universal y sobre todo, una Iglesia en salida.
Queridos hermanos, viene el descanso para retomar fuerzas y seguir soñando. Nosotros, tendremos la oportunidad de acompañaros un curso más. Es una oportunidad que Dios nos ha dado. Así lo vemos, así lo vivimos. ¡Feliz verano!
El virus de la tibieza espiritual es una maligna carcoma que puede debilitar nuestra fe
(Carlos Amigo)