Isabel Pérez Sanz, fma

Aunque en otra sección del Boletín se presente la carta encíclica que el Papa Francisco acaba de firmar, el 3 de octubre en Asís, “Hermanos todos”, no quiero dejar de mencionarla en este saludo junto a la celebración que hemos estado preparando durante estos meses: el “Jubileo por la Tierra”, en el tiempo de la creación. Y es que nuestro pequeño planeta es, “nuestra casa común”.

Y me digo: ¡Cuántas líneas de reflexión, desde todos los ámbitos e instituciones, se nos han ofrecido en este tiempo, cuando todo nuestro planeta está sufriendo a causa de la Covid-19! Y ¡cómo impresiona que haya dejado paralizados nuestros pueblos y ciudades, nuestro mundo!

Sin embargo, la vida avanza con sus logros y vicisitudes, sobre todo cuando nos sentimos apoyados, cuando nuestras relaciones personales y nuestro sentido de pertenencia a la Asociación es fraterna, cuando sentimos que caminamos y nos formamos con los hermanos, siendo cada uno distinto, pero con una misma vocación. Se trata, en este momento, de vivir nuestra fraternidad, de forma que todo esté entretejido en el respeto, la valoración y crecimiento de la otra persona y todo ello desde nuestro carisma salesiano.

En los varios encuentros de inicio de curso, he percibido la importancia de lo que dice el artículo 29 del PVA/E, sobre el valor de los tiempos formativos: “Los SSCC son los primeros responsables de la propia formación humana, cristiana, salesiana y profesional. La Asociación promueve y sostiene la formación personal y de grupo”.

La formación es clave en todo camino de crecimiento personal y de grupo, supone un reto, un continuo aprender-desaprender-volver a aprender, es un camino que se recorre durante toda la vida. Momentos concretos de esta formación son las asambleas, retiros, encuentros, en este momento virtuales o a través del whatsapp. Nos ofrecen la posibilidad de estar en conexión unos con otros, de preparar con esmero cada momento, sea de oración, de programación o de intercambio, de interesarnos por cada persona.

El papa Francisco, cuestiona la fraternidad y la amistad. También nosotros, como asociación nos sentimos interpelados y lo consideramos necesario para avanzar en este camino. Ayuda un dialogo honesto y transparente que permita la participación real en el Centro local y en la toma de decisiones con vistas a hacer posible que pueda regenerarse la humanidad y el medio ambiente.

Educarnos mutuamente en una sensibilidad que lleve en el corazón “la casa común” y sepa escuchar el clamor de la tierra. Una condición es imprescindible: vivir en una conversación permanente, que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos. (cf. Laudato Si, 14).

Lo sabemos: lo que cambia el mundo son los pequeños gestos diarios. El corazón se llena, cuando percibimos los dones de Dios en las pequeñas cosas y sabemos agradecer lo que recibimos. María, madre de la humanidad, nos acompaña en estos tiempos difíciles.