Isabel Pérez Sanz
Diez años han trascurrido desde la publicación de la Carta de Identidad carismática de la Familia Salesiana, presentada por D. Pascual Chávez, recogiendo la reflexión y la experiencia de la Carta de Comunión de D. Egidio Viganó (1995) y de la Carta de la Misión de D. Juan E. Vecchi (2000).
La Asociación de Salesianos Cooperadores, junto con los Salesianos y las Hijas de María Auxiliadora, así como otros grupos carismáticos de la Familia Salesiana, “nos sentimos corresponsables en dar vitalidad al Proyecto de Don Bosco en la Iglesia y en el mundo”. (cfr. PVA 5)
Necesitamos celebrar y cantar la vida, los logros que existen en esta amplia Familia, en nuestra vida personal y en la vida de nuestro Grupo, mientras seguimos mirando el futuro con esperanza. Y a la par, queremos ir “caminando juntos”, también con el Espíritu, que nos va mostrando caminos nuevos e inéditos a través de la escucha orante: la escucha de aquellos a quien tenemos a nuestro lado y, de manera especial, a los jóvenes. Éstos nos interpelan, no sólo con palabras, sino también con el desencanto que viven ante la situación de inseguridad o con el ánimo e ímpetu con que afrontan el futuro.
El camino no lo empezamos ahora, recibimos la herencia de un pasado lleno de entrega y pasión misionera. La caridad pastoral de D. Bosco, enraizada en el Buen Pastor, se expresa hoy en la de tantos hermanos y hermanas SSCC que orientan su vida y acción hacia una casa común más habitable para todos. Don Bosco estaba convencido de que la fuerza apostólica de toda la Familia dependía de la unidad de intenciones, del espíritu que la mueve, de un método y un estilo educativo.
En la Carta de Identidad (Art. 10) se expresa claramente: “Herederos todos del carisma y del espíritu salesiano, los Grupos establecen entre ellos una relación muy profunda, de modo que cada Grupo realiza la identidad de la Familia Salesiana, pero no sin referencia a la de otros. Entrar a formar parte de un Grupo supone entrar en toda la Familia, es como sentirse confiados los unos a los otros en una relación de reciprocidad.”
Todo un reto que nos estimula a Caminar Juntos, como creyentes que vislumbramos un horizonte más cercano que se construye con la aportación de cada una y de todas. En la sencillez de la vida cotidiana, reconocemos las dificultades pero no nos detenemos ante ellas. Somos personas capaces de agradecer y perdonar, y sabemos que, en gran parte, la felicidad depende de hacer felices a otras personas. No evitamos los conflictos y no pensamos que todo está solucionado, sino que ponemos nuestro granito de arena para ir construyendo el Reino de Dios. Como en Emaús, Jesús camina con nosotros: escucha nuestras preocupaciones, les da una nueva orientación y nos invita a compartir la mesa de la Palabra y la Eucaristía.
Un saludo y feliz curso,