Mónica Domingo Martínez

Vamos a comenzar una serie de entrevistas a los delegados regionales y provinciales. Comenzamos con Isabel Pérez Sanz, nuestra delegada regional que se encuentra en el ecuador de su servicio a la Asociación.

¡Hola Isabel! Primero, y por si hay alguien que no sabe de ti… ¿puedes presentarte?
Nací en un pueblo pequeño y bonito de la Rioja “en la Sierra”. Tenía 7 años y dos hermanos más pequeños de tres años y seis meses cuando mi padre murió repentinamente. Sin medios de vida, mi madre, mujer de gran fortaleza y ánimo, después de intentar, durante algunos años, encontrar un medio de vida en las poblaciones cercanas, decidió ir a vivir a Barcelona. En una maleta cabían todas sus posesiones, pero lo mejor que tenía era sus tres hijos. No fueron tiempos fáciles: pequeña habitación con derecho a cocina como alojamiento, limpieza de casas, trabajos de subsistencia que realizábamos todos, búsqueda de empleo… La confianza en la Providencia de Dios, “que cuida de las viudas y de los pobres” siempre nos acompañó.

El deseo de mi madre era encontrar una vivienda digna, y conoció en la Parroquia a un señor cuya vida estaba muy unida a los chicos sin familia. Éste quiso darnos alojamiento en su casa “La Paternidad Cristiana”, donde vivían junto a él, ya mayor, 9 chicos, que habían sido abandonados y cuando cumplían los 14 años, iban desde la casa de caridad a esta casa familia, hasta lograr su autonomía, a través del trabajo. En ella, se vivía un ambiente familiar, rico en valores humanos y cristianos, donde se palpaba la presencia y la acción de Dios.

Allí tuvimos la experiencia de ser acogidos y formar una gran familia. Nosotras, en el piso superior, cuidándose mi madre del mantenimiento de todos. Después ella se casó con un hombre profundamente bueno, que coordinaba a los chicos, y pronto creció en mi familia una hermana más.

La vida de San Juan Bosco era una referencia para todos y la estatua de Domingo Savio presidía la entrada de casa. Esta gran experiencia de vida compartida con jóvenes excluidos, unida al ambiente parroquial en el que estábamos implicados, la fui asimilando hasta formar parte de mi ser. Y así surgió mi vocación: conocí la Comunidad de las Salesianas en el Oratorio del colegio al que iban mis hermanas. Así a los 19 años, entre en el aspirantado.

¿Desde cuándo eres nuestra delegada regional? ¿Qué supuso para ti cuando te solicitaron este servicio a nuestra familia?
He sido y soy feliz en la vida como FMA. Muchas veces viviendo inserta en ambientes de exclusión y en barrios marginales. Pero mi relación con los SSCC empezó en el Centro de “Sant Antoni” de Barcelona, siendo delegada del mismo. Con gratitud recuerdo el grupo en el que me inicié en el conocimiento de la Asociación y especialmente a las SSCC que en ese tiempo se prepararon e hicieron la promesa junto con la erección del Centro.

Cuando en 2017 se realizó la unión de las Inspectorías FMA de España, fui presentada por la CIEP como Delegada Regional y me nombraron por 4 años que, posteriormente, fueron ratificados por un segundo cuatrienio, estando ya todas las inspectorías en la Conferencia Interinspectorial Oriente Medio Europa (CIME).

Era una responsabilidad para la que no me sentía preparada y poco a poco fui tomando conciencia del don que suponía para mí y para vivir mi vocación salesiana haciendo camino junto a laicos comprometidos con el carisma salesiano en la Iglesia, y que respondían a necesidades concretas de los jóvenes de ambientes populares.

Ahondando un poco más en este servicio, tu misión entre los SSCC: ¿tiene algún “eco”, alguna incidencia en tu comunidad? ¿Compartes con ella tu ser delegada regional?
Siempre he compartido con las hermanas encuentros y vivencias con la SER, en los diferentes encuentros y asambleas provinciales, así como el buen hacer de los hermanos SSCC. Su sentido de pertenencia, capacidad de análisis y respuesta a los retos que se van planteando, su deseo de espiritualidad y de vida evangélica, la organización y autonomía que tiene la Asociación. Para la comunidad es un estímulo para vivir con coherencia nuestra vocación como consagradas.

Una pregunta más… ¿Existe alguna relación entre tu “ser consagrada” en la Iglesia, en la FASA… y ser Delegada de los SSCC de la región?
En la Familia Salesiana los SSCC y FMA, junto con el resto de grupos, compartimos la herencia espiritual de Don Bosco y entregamos nuestra vida al Señor para ser signo y expresión de su amor preventivo entre los jóvenes. Estando consagradas totalmente a Él “ofrecemos la aportación original de nuestra vocación” en la misión educativa, y creo que el “ser Auxiliadoras entre los jóvenes”, como quería Don Bosco, y casa abierta para la FASA es un indicativo.

¿Qué aspectos positivos destacarías, desde tu experiencia como Delegada de nuestra región? ¿Qué debilidades observas?
Me parece positivo: el deseo de autenticidad y la asimilación personal del PVA, la formación continua y de calidad que se ofrece, el sentido de pertenencia a la Región en la diversidad de las Provincias, la respuesta a los proyectos de CSJM, el sentido de Familia Salesiana y la valoración de “lo nuevo” que viene de los jóvenes.

Un camino, que en otro tiempo consideré como debilidad, de transformación, hasta el punto de poder convertirse, pronto, en una gran fortaleza.

Y para acabar… ¿Qué mensaje quieres transmitir a nuestra asociación?
Que me parece genial la elaboración del Proyecto de trienio en el cual estamos todos implicados. Siendo conscientes de la necesidad de responder a la ecología integral, desde la “Laudato sí”, hoy tan imprescindible.

Muchas gracias, Isabel.

¡Con qué naturalidad hacemos compatible el discurso edificante con el machaque al débil!
(Dolores Alexandre)

¡Dejen de asfixiar a África! No es una mina que explotar
(Papa Francisco)