Cristóbal Marín Martínez e Irene Blaya Huertas

Queridos hermanos:

Con este artículo, pretendemos llamar la atención de cómo puede afectar a una persona en su estado anímico y por tanto a su familia, la invasión continua de agentes externos, como puede ser la publicidad, el seguimiento de redes sociales, comentarios en radio y televisión, etc., incluso familiares, amigos y vecinos, generarnos ciertos sentimientos, sin darnos cuenta.

Para entrar a razonar y conocer más en profundidad sobre la afectividad y sus efectos en el ser humano hemos buscado el significado de las palabras “sentimiento” y “afectividad”. En el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, hay dos acepciones a la palabra “sentimiento”:

  1. Hecho o efecto de sentir o sentirse.
  2. Estado afectivo del ánimo.

Sobre la palabra “afectividad”, en el mismo diccionario hay cuatro acepciones:

  1. Cualidad de afectivo.
  2. Conjunto de sentimientos, emociones y pasiones de una persona.
  3. Tendencia a la reacción emotiva o sentimental
  4. Desarrollo de la propensión a querer. (En Psicología)

En nuestra vida normal estamos acostumbrados a que nos inunden, “bombardeo”, de una cantidad enorme de anuncios que apelan a nuestros sentimientos, con el interés de que nos afecten y nos lleven en el sentido o dirección que interesa al anunciante, hacia el objetivo que se persigue, como puede ser que se compre una determinada prenda o artículo.
Hemos supuesto como ejemplo de la vida cotidiana, la compra de un teléfono móvil por una persona.

La idea inicial es ver el efecto que puede producir sobre cualquier persona el deseo de comprar un móvil por su utilidad, y no como mero objeto de capricho personal. Este ejemplo puede aplicarse a cualquier otro objeto.
Ante la gran oferta que se encuentra disponible en el mercado, el anhelo por adquirir tal móvil, le produce un sentimiento. Ese sentimiento, ante tantas ofertas que ofrece el mercado, le generan una emoción fruto del desconcierto, que incluso le puede llevar a un exceso de inquietud.

La estabilidad emocional comienza a verse afectada en este potencial cliente: ¿afectos negativos? ¿malos? ¡Claro! Desde un placer inicial en el deseo al comprar, pasa a un sentimiento de disgusto que le afecta en su estado anímico ante la exigencia de tener que elegir.

Pero, ahora, una vez adquirido el móvil, dos sentimientos contrapuestos se producen: la alegría al ver su necesidad cumplida y la inquietud a causa de los posibles cambios que prevé que van a afectar a él, al tener que aprenderse algo nuevo que no domina, y también a su familia. La sensación es agridulce y le puede causar frustración al interiorizar el problema, lo que apaga la alegría inicial, pierde la felicidad y la paz que reinaba en su vida.

Por tanto, vemos que los sentimientos producidos a causa de las influencias publicitarias, de tantos productos que nos ofrecen las marcas, afectan a las personas, variando nuestra situación anímica, causando inquietud y malhumor, que después contagia a su familia sembrando un desconcierto en la misma, innecesario. Aquí, nos damos cuenta de la necesidad de tener forjada una personalidad, un fuerte equilibrio emocional que como un impermeable, nos ayude a defendernos de esa lluvia continua publicitaria que nos rodea y que tanto afecta a la persona y familias.

Por Cristo sabemos que somos viajeros hacia una tierra de promisión,
hacia ÉL que es nuestra meta y también nuestro principio
(Benedicto XVI)