Rafael Villar Liñán
¿Has medido alguna vez cuánto tiempo usas el teléfono móvil? Probablemente sea más tiempo del que tú te crees. En mi caso, con una media de 3,5 horas y 104 desbloqueos diarios, estoy bastante cercano a la media de la generación millenial y muy por encima de la que me corresponde por edad.
La cuestión es que si hace unos años nos lo hubieran dicho, no creeríamos estas cifras. Pero es esta la realidad en la que nos hemos metido. Pasamos más tiempo controlando la pantalla de cristal que hablando en persona con los que nos rodean. Así que la siguiente pregunta que te planteo es que, visto que del móvil no hay quién se escape, ¿qué uso le estás dando?
Como bien sabrás, el día que entraste en la Asociación te comprometiste a llevar el Evangelio a tu vida diaria. De hecho, estamos comprometidos a evangelizar la cultura y la vida social (cf. PVA/E, art. 7). Por lo tanto, si nuestra vida social está en el móvil, no hay otra salida que evangelizar a través del móvil. Incluso, si contemplamos el artículo 11 de nuestro PVA/E, nos encontramos que entre los campos típicos de nuestra misión está el compromiso en la comunicación social.
Así que aquí me encuentro, cual Pepito Grillo tratando de que, en estos días de playa, montaña y piscina, tomes unos minutos para pensar en la imagen que proyectas a través de tu móvil en las diferentes redes sociales. Y que esta noche, cuando estés disfrutando de tu bebida favorita en el chiringuito, te pienses dos veces la foto que enviarás a tus contactos. Una de las características de la sociedad que vive inmersa en las redes sociales es cómo los jóvenes proyectan una vida hedonista, en la que lo importante es aparentar la felicidad en cada momento.
Una visión que se complementa con el egocentrismo del selfie y del “mira donde estoy y lo que estoy haciendo”. Esta actitud se culmina en la “descarga de felicidad” que produce cada “Me gusta” recibido. Una felicidad que, por supuesto, es completamente falsa y pasajera. Por otro lado, muchas veces cuando hablamos de evangelizar a través de las redes sociales, pensamos en enviar a nuestros contactos un comentario de la lectura evangélica del día, o fotos con amaneceres bonitos y frases profundas. ¿Acaso no somos nosotros mensajeros de la santidad en lo cotidiano? Pues yo te propongo que seas santo en las redes. ¿No sabes cómo? Aquí te dejo algunas pistas, porque no es cuestión de no compartir nada de tu vida. Es elegir bien lo que compartes:
- Envía mensajes positivos cada vez que puedas. No utilices las redes solo para quejarte
- En los grupos de Whatsapp no seas el pesimista. Ten una actitud constructiva y no siembres cizaña.
- No permitas que los grupos se conviertan en una cadena de “Felicidades” y “Que se mejore”. Dinamízalos y haz que la gente pueda dialogar en ellos.
- No reenvíes noticias falsas, confronta las fuentes y rompe las cadenas de bulos.
- Piénsatelo dos veces antes de reenviar chistes ofensivos o pornografía.
- Si te vas a hacer una foto, que también salga la gente con la que estás compartiendo el momento. Y pídele a alguien que te haga la foto que, además de ser una actitud más sociable, no te saca la cara de papa.
- Si hace tiempo que no ves a alguien y es imposible quedar, háblale por mensaje privado y echa un ratito chateando con él.
Manifestó una profunda compasión por los más débiles,
especialmente los pobres, los enfermos, los pecadores y los excluidos
(Exhortación Apostólica Christus vivit, 31, Papa Francisco)