Isabel Pérez Sanz

En pleno Sínodo de los Obispos, hago referencia al Decálogo de la Sinodalidad que nos ofreció Gonzalo Fernández Sanz, cmf, en la Escuela de delegados y delegadas como fruto de las aportaciones realizadas:

  1. Que no hay “syn-odos” (camino juntos) sin “éx-odo” (salida). En otras palabras: nadie se pone a caminar sin salir de donde está. Solo camina con otros quien se atreve a salir para dirigirse a otro lugar.
  2. La sinodalidad profundiza la Iglesia como Pueblo de Dios contando con todos, caminando juntos según los dones y carismas que Dios nos da, y asumiendo corresponsablemente la misión de edificar la comunidad y anunciar el Evangelio. En este Sínodo se profundiza y desarrolla el modelo de “Iglesia, comunión-misión- participación”.
  3. En el Sínodo, se realiza un ejercicio de escucha del Espíritu que hoy sigue hablando con acentos nuevos. Sin escucha paciente, abierta y compartida no se puede caminar juntos. Escucha, acompañada por el discernimiento, para descubrir la voluntad de Dios.
  4. Decrece el número de bautizados, pero aumentan los cristianos comprometidos con el Evangelio. Solo caminando juntos respondemos a la vida. Unidos a la Cabeza del Cuerpo que es Cristo, tendremos la fuerza necesaria para anunciar la Buena Noticia y vivirla en el amor.
  5. En el camino sinodal, hay diversos ritmos, acentos y prioridades. A pesar de reticencias y limitaciones, el proceso participativo en sí mismo ha sido positivo. Indica el camino que debemos seguir: escuchar y reflexionar juntos sobre las cuestiones que hoy afectan a la evangelización, vislumbrar caminos nuevos…
  6. En algunos lugares, la FASA participa mucho en la vida diocesana. En otros, la participación es mínima. Sentimos como una fuerte llamada, a ser presencia viva y dinámica en el entorno en que nos movemos. Lo cual exige mayor valoración de la vocación laical y, especialmente, la de la mujer.
  7. Tres grandes llamadas. A la conversión que implica una opción (personal y comunitaria) por Jesucristo, dando importancia al Bautismo. Nos despierta de la inercia con que vivimos la fe. La Palabra de Dios y la Eucaristía son fundamentales. El reto es acompañar a los jóvenes.
  8. A la comunión donde todos los cristianos somos Pueblo de Dios, llamado a la escucha mutua, a la participación y la responsabilidad colectiva. Urge una renovación de los ministerios laicales, una mayor transparencia interna y externa (incluyendo la económica).
  9. A la formación (capacidad de respeto y escucha, destrezas para el diálogo y toma conjunta de decisiones, etc.) y al discernimiento (evaluar, revisar…) aunque los resultados no dependen solo de nuestros esfuerzos.
  10. Todas estas llamadas, y la sinodalidad como tal, tienen como objetivo una nueva evangelización, que es, al fin y al cabo, la misión de la Iglesia en el mundo. Caminamos juntos “para que el mundo crea” y, creyendo, tenga vida eterna.
María, madre de la Iglesia nos acompañe. Un abrazo.