Isabel Pérez Sanz

“Dios ha amado tanto al mundo que dio a su Hijo único, para que tenga vida eterna y no perezca ninguno de los que creen en él.” (Jn 3,16)

Y después de Jesús de Nazaret, cuántos SI al Proyecto de Dios de hombres y mujeres que caminaron tras sus huellas. Don Bosco fue uno de ellos: una expresión, un signo, una mediación del amor de Dios para los jóvenes, que ante la vasta e imperiosa necesidad de los adolescentes que llegaban a Turín desprovistos de todo, se sintió interpelado a dar respuesta a las necesidades básicas, de educación y de afecto.

Pronto, en Valdocco, fue implicando a los jóvenes que con él habían crecido y estuvieron dispuestos a consagrar su vida a Dios, con ese estilo alegre y de servicio que atraía a todos. Pero las necesidades crecían y Don Bosco precisó del apoyo de mamá Margarita y de otros muchos seglares que, impulsados por el Espíritu y al lado de Don Bosco, juntos, crearon una gran familia con vocación de servicio a los jóvenes, desde la fe en Dios, para continuar el SI. Hoy diríamos con estilo “sinodal”.

Y en la actualidad, los SSCC son un amplio movimiento asociativo que, desde la experiencia de encuentro con el mismo Dios encarnado, son testigos del amor preferencial por los y las jóvenes, referentes de vida por su cercanía y proximidad con ellos, que comparten sus inquietudes y participan de su misma historia.

“El salesiano cooperador participa de la experiencia carismática de Don Bosco y se compromete a promover el humanismo salesiano para construir razones de esperanza y perspectivas de futuro para la persona y la sociedad” (artículo 14.1 PVA/E).

Como Don Bosco, también nosotros, SSCC, queremos abrir los ojos y no tener miedo ante la realidad de exclusión que viven muchos niños y familias. Abrir los ojos es el primer paso para tomar conciencia de lo que sucede a nuestro alrededor y de quien necesita de nosotros, y ser capaces de no mirar hacia otro lado. Y me pregunto, ¿qué pueden necesitar los y las jóvenes sin recursos, mis vecinos, la Familia Salesiana?

Enfoca bien tu mirada. Que entre la luz en tus ojos para que el amor y la esperanza se concreten en servicio. Un servicio pequeño pero eficaz, que requiere, primero, una escucha desde el corazón que permita a la otra persona expresarse con confianza y afecto.

Proyecta sobre las personas una mirada transformadora, que les haga ser mejores porque sienten la confianza de alguien que los ama simplemente por ser quienes son, que las mira con esperanza y alegría, como Don Bosco miraba siempre a los jóvenes.

María acompaña nuestro camino. Sabemos de su dinamismo al salir al encuentro de Isabel, como imagen del compartir, del servicio, de la escucha atenta, del SÍ pronunciado de una vez para siempre al proyecto de Dios sobre la humanidad.