Isabel Pérez Sanz
En pleno Sínodo de los Obispos, hago referencia al Decálogo de la Sinodalidad que nos ofreció Gonzalo Fernández Sanz, cmf, en la Escuela de delegados y delegadas como fruto de las aportaciones realizadas:
- Que no hay “syn-odos” (camino juntos) sin “éx-odo” (salida). En otras palabras: nadie se pone a caminar sin salir de donde está. Solo camina con otros quien se atreve a salir para dirigirse a otro lugar.
- La sinodalidad profundiza la Iglesia como Pueblo de Dios contando con todos, caminando juntos según los dones y carismas que Dios nos da, y asumiendo corresponsablemente la misión de edificar la comunidad y anunciar el Evangelio. En este Sínodo se profundiza y desarrolla el modelo de “Iglesia, comunión-misión- participación”.
- En el Sínodo, se realiza un ejercicio de escucha del Espíritu que hoy sigue hablando con acentos nuevos. Sin escucha paciente, abierta y compartida no se puede caminar juntos. Escucha, acompañada por el discernimiento, para descubrir la voluntad de Dios.
- Decrece el número de bautizados, pero aumentan los cristianos comprometidos con el Evangelio. Solo caminando juntos respondemos a la vida. Unidos a la Cabeza del Cuerpo que es Cristo, tendremos la fuerza necesaria para anunciar la Buena Noticia y vivirla en el amor.
- En el camino sinodal, hay diversos ritmos, acentos y prioridades. A pesar de reticencias y limitaciones, el proceso participativo en sí mismo ha sido positivo. Indica el camino que debemos seguir: escuchar y reflexionar juntos sobre las cuestiones que hoy afectan a la evangelización, vislumbrar caminos nuevos…
- En algunos lugares, la FASA participa mucho en la vida diocesana. En otros, la participación es mínima. Sentimos como una fuerte llamada, a ser presencia viva y dinámica en el entorno en que nos movemos. Lo cual exige mayor valoración de la vocación laical y, especialmente, la de la mujer.
- Tres grandes llamadas. A la conversión que implica una opción (personal y comunitaria) por Jesucristo, dando importancia al Bautismo. Nos despierta de la inercia con que vivimos la fe. La Palabra de Dios y la Eucaristía son fundamentales. El reto es acompañar a los jóvenes.
- A la comunión donde todos los cristianos somos Pueblo de Dios, llamado a la escucha mutua, a la participación y la responsabilidad colectiva. Urge una renovación de los ministerios laicales, una mayor transparencia interna y externa (incluyendo la económica).
- A la formación (capacidad de respeto y escucha, destrezas para el diálogo y toma conjunta de decisiones, etc.) y al discernimiento (evaluar, revisar…) aunque los resultados no dependen solo de nuestros esfuerzos.
- Todas estas llamadas, y la sinodalidad como tal, tienen como objetivo una nueva evangelización, que es, al fin y al cabo, la misión de la Iglesia en el mundo. Caminamos juntos “para que el mundo crea” y, creyendo, tenga vida eterna.