Lourdes Rojo, vocal regional de Promoción Vocacional

Esto de la vocación es un poco latoso, respondernos sobre lo que quiere Dios de cada uno de nosotros es un mal asunto. Me vais a permitir que os hable en clave humorística. Esto de ser cristiano es un verdadero lío, y ni te cuento si encima descubres que Dios te llama a una vocación concreta y carismática como la Salesiana.

En los primeros siglos los cristianos se la jugaban, eran perseguidos y martirizados; ¡anda que no debía de sorprender a los romanos ver como esperaban algunos cristianos a la muerte con una sonrisa en el rostro, con un gesto de confianza plena! Seguro que muchos de ellos fueron conversos al verlos, al preguntarse a través de su testimonio, su forma de afrontar la muerte ¿qué era eso que les llenaba tanto por dentro como para provocar ese dejarse y confiar?

En muchos lugares del mundo, también actualmente muchos hermanos cristianos han tenido que volver a las “catacumbas” y muchos también han entregado la vida por no renunciar a la Fe en nuestro Dios.

En comienzo de cuaresma no podemos olvidarnos de nuestro modelo, un Cristo crucificado, un amigo, hijo, mesías,… que entregó la vida por ellos, alguien que se la jugó revolviendo a sus contemporáneos y mostrando a un Dios Padre/Madre que nos acoge incondicionalmente.

Lo cierto es que desde que decimos “sí” al evangelio estamos en una situación de exposición, de entregar la vida al servicio del Reino (actitud del siervo bueno, la de María: ¡hágase!). Desde el momento que decidimos seguir a un tal Jesús de Nazaret, la vida se nos complica, como se complicó la de Él.
Lo cierto es que desde que decimos “sí” a nuestro “ser salesianos” sabemos que con lo entregado, soñador y dispuesto que era nuestro Fundador, nuestra vida debe de estar marcada por el desgaste físico y afectivo. En palabras de Don Bosco: nunca hay que decir “No me toca”, sino ”voy yo”.

Pero por ahí pasa nuestra felicidad. Esto nos hace felices y da sentido a nuestro ser cristianos, hijos y hermanos de un mismo Dios.

Por eso… tiene sentido dejarnos la vida por y para los jóvenes con nuestros hermanos, los que Dios nos pone en el camino (no los elegimos). En nuestras casas/obras, las nuestras con su propia historia sus aciertos y sus fracasos. Esto, es nuestra felicidad, es nuestra misión, es nuestra razón, es nuestro sentido.

Sólo viviendo visiblemente nuestra fraternidad y nuestra alegría en cada centro local (a pesar de las dificultades y de las piedras del camino), seremos esas comunidades de referencia para los jóvenes; ¡anda! creo que este es el objetivo y reto del sexenio para los SSCC de nuestra región.

Además, en el documento final del sínodo de los jóvenes se nos propone una conversión Pastoral y Misionera. Caminar, salir y formarnos con ellos, con los jóvenes, todos juntos.

La preposición “con” toma mucha fuerza, con los jóvenes y con todos los demás, toda la Iglesia en camino; ¡anda! Esto me suena a Proyecto Educativo Pastoral de cada casa/obra, eso también tenemos que hacerlo entre todos, ¿no?

Madre mía, ¡en que lío me he metido! Menos mal que os tengo a todos vosotros para soñar cómo diseñar estos nuevos caminos, retos,… soñar juntos que todo es posible si cada uno pone lo que es, lo que vive, al servicio de todos estos cambios que seguro que nos transformarán.

 

Lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo
(Filipenses, 1 27)