Benigno Palacios Plaza
“Entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre” (Mt 6, 6)
En estos momentos, de tanta agitación en nuestra sociedad, reconozco que me ha sido difícil ponerme a escribir algo positivo y que ayude a quien lo lea. Es por esta razón, por la que he tardado en enviar este texto a la redacción de nuestro querido Boletín. No quería entregar un artículo triste y angustioso. Espero que estéis todo lo bien que Dios nos permita en este tiempo que nos toca vivir.
Mi intención al acometer estas letras es soñar pues somos hijos de un gran soñador. Ese que contaba historias y explicaba la vida entre sueños y que intentaba imitar a ese Otro (Jesús) que compartía parábolas con quien quería escucharle.
Mi emoción inicial me llevó a hojear, de nuevo, nuestro PVA a ver cómo me iluminaba. Rápidamente, recordé el artículo 7 del Reglamento en el que se habla de cómo podemos ser corresponsables en el acción. En uno de sus párrafos se puede leer: “los que están imposibilitados para realizar una acción potencian el apostolado de todos con el ofrecimiento de su sufrimiento y su oración”.
Yo me preguntaba: ¿Con qué soñaría Don Bosco hoy? Y recordaba un sueño. Pero, también, un hecho de su historia. El sueño era “el emparrado de rosas” y el hecho, el cólera que asoló Turín pocos años antes de que se formara la Congregación Salesiana.
En el sueño, Don Bosco camina por un jardín de rosas y decide descalzarse para no dañarlas pero, como tienen espinas, son sus pies los que sufren. Entonces, María, “la Señora” de Don Bosco, le dice que vuelva a calzarse y así lo hace.
Cuando en Turín, en 1854, se dio la pandemia del cólera y empezó a generar pánico entre los ciudadanos, Don Bosco calmó los ánimos de sus jóvenes, más de 100 adolescentes en el oratorio de entonces, diciéndoles que, además de las debidas precauciones que debían seguir, tenían que “mantenerse en estado de gracia ante el Señor y rogar a la Santísima Virgen como hijos suyos que somos”.
¿Qué me dice a mi hoy don Bosco a través de su vida y nuestro PVA? Algunas cosas que os comparto:
- No te dejes llevar por el desaliento: ¿No eres salesiano? ¡Qué se note!
- Sigue conviviendo y compartiendo con tus hermanos y familiares. Busca nuevas formas, más creativas, de hacerlo posible. Los “nuevos patios digitales” son una gran posibilidad.
- Ofrece tu oración, ahora que no puedes realizar otras muchas acciones, por los que tienen que aventurarse cada día fuera de casa.
- Para. Aprovecha este tiempo de desierto para evaluar qué es lo realmente importante y que es lo accesorio. Escucha el silencio de los espacios interiores.
- Disfruta de los niños con los que convives, de los mayores y de todas esas personas que, por las prisas de nuestro quehacer diario, a veces, no atiendes como deberías.
- Agradece a Dios la oportunidad que está teniendo la Madre Tierra de regenerarse.
- Permanece firme. Con la ayuda de la Virgen -rezándola mucho-, esto pasará.
- Por último, atrévete a que estas decisiones que tomes, se prolonguen más allá de este tiempo.
Es un reto. Pero lo voy a intentar. Un abrazo hermanos
Como dice san Pablo: Todo esto lo padece Jesús por mí: «Me amó y se entregó por mi» (Ga 2,2)
(J. Colomer)