Cristóbal Marín Martínez e Irene Blaya Huertas

Queridos hermanos:
Comenzamos el mes viviendo Adviento, con esperanza e ilusión. Un tiempo que nos brinda la oportunidad de meditar y reflexionar; invitándonos en la espera en la oración y en la conversión; a prepararnos a celebrar con la máxima ilusión la llegada de la Navidad.

En pleno Adviento se encuentra el Matrimonio de Nazaret, José y María, que viven con alegría y con gran esperanza la llegada de Jesús, el hijo, el Mesías, el Hijo de Dios.

Pero, recordemos que entre el tiempo de la Anunciación y el nacimiento de Jesús sucedió un gran acontecimiento, momento marcado e importante en la vida de José y María: ¡la celebración de su matrimonio!

Pensemos en un momento la cantidad de preparativos que se hacen, según nuestras costumbres, para llegar a celebrar una boda en la actualidad. Ahora, intentemos trasladarnos en el tiempo a la antigua ciudad de Nazaret, vernos en aquella ciudad con las costumbres y tradiciones hebreas, e imaginemos a las familias, con los preparativos necesarios para la boda de José y María.

¿Qué era lo particular de las bodas de entonces en aquella tierra y en aquel tiempo? Lo primero, a tener en cuenta, María ya estaba prometida a José antes que el ángel le anunciara que iba a ser la madre del Salvador.

Según la tradición hebrea, el compromiso duraba un año. El esposo no podía tener contacto físico durante ese tiempo con la esposa prometida. Tampoco podía encontrarse con ella, solo verla de lejos.

Un Anuncio inesperado hizo cambiar totalmente los planes a María, que estaba realizando con normalidad y paz los quehaceres en su vida cotidiana.

Tras su estancia durante tres meses con su prima Isabel en Ain Karem, María vuelve a Nazaret y José se entera de su embarazo. La tesitura a la que se enfrenta es romper el compromiso con ella y cómo explicarlo a su familia sin hacerle daño a María. Son momentos duros que ponen a prueba a José.

José decide repudiar a María en secreto, pero el ángel en sueños le dice que no tenga miedo, que acoja a María como esposa. José acepta vivir en castidad y entrar a formar parte del Proyecto de Salvación de Dios para la humanidad. La zozobra acaba y desde ese momento comienzan los preparativos de la boda, de la casa y de la fiesta.

En el mes de Adar, último mes del año, mes de los matrimonios según las costumbres de Israel, la aldea de Nazaret se llenó de alegría con la boda de José y María. Toda la comunidad local participó en la ceremonia judía, llena de símbolos y ritos, que quedarán en la memoria de todos.

El día del matrimonio, María, con toda su belleza, llevando el velo, recibe a su esposo José y se van a vivir a la casa de la Sagrada Familia.

Dios, comenzó la historia del hombre con un matrimonio, Adán y Eva, y quiso entrar en la humanidad a través de medios comunes, un matrimonio, con un padre y una madre, José y María.

Que el matrimonio de Nazaret, objetivo de Dios en el proyecto de salvación del hombre, sacramento que colma de gracia, pureza, bondad y belleza, sea el referente de cada matrimonio en su vida.

Solo son ante Dios grandes los que se tienen por pequeños
(San Francisco de Borja)