Boletín 258, abril 1985

Durante el año 1966 se publicó en nuestro boletín las funciones de los consejeros dentro de la «Pía Unión». Traemos a esta página un resumen de lo que en el boletín número 48 de noviembre de 1966 se escribió sobre el consejero de la formación. Creemos que sigue vigente y nos ayudará en nuestro servicio.

De ordinario para la formación y cuidado espiritual de los cooperadores le basta al delegado con un consejero. Si es necesario éste se hará ayudar por celadores idóneos y voluntarios.

  • Sugerir medios de formación.

El consejero para la formación iniciará su colaboración indicando al delegado todo cuanto puede concurrir al bien y progreso espiritual de los cooperadores teniendo en cuenta el ambiente y clima espiritual en que viven. Si bien dejará al Delegado en plena libertad de valorar sus indicaciones, procurará aportar sugerencias y proponer medios, ya que él por vivir en contacto con el ambiente del mundo en que viven los cooperadores está en grado de advertir necesidades particulares y conveniencias.

En este servicio el consejero para la formación y más aún los consejeros para el apostolado han de tener presente el artículo 1 del capítulo IV del Reglamento de Don Bosco: Los miembros de la Congregación Salesiana consideren a los cooperadores como otros tantos hermanos en Cristo y se dirigirán a ellos cada vez que su obra pueda servir a la mayor gloria de Dios y ventaja de las almas. Con la misma libertad, si es el caso, los cooperadores se dirigirán a los miembros de la Congregación Salesiana.

  • Ayudar a su organización y actuación.

El bien de las almas y la gloria de Dios son las mayores preocupaciones de un buen cooperador, tanto más de los colaboradores de los dirigentes.

Se prestará al buen resultado de las prácticas de piedad, de las conferencias anuales y mensuales, del ejercicio de la buena muerte, de las jornadas de espiritualidad, de los retiros, de los ejercicios espirituales, de la jornada del sufragio anual y de las peregrinaciones.

Ayudará al delegado a señalar fechas, localidades, servicios y organización para que todo se desenvuelva bien.

De él depende también notificar por sí o por los celadores las particularidades más atrayentes para conseguir la asistencia más nutrida a los actos de piedad o formación organizados; y durante las funciones toca a él atender a los cooperadores y procurar que todo se desarrolle satisfactoriamente y con provecho espiritual.

Su misión como se ve es compleja y delicada, y le exige tacto y trato solicito y amable.

Cuando el consejero advierta alguna deficiencia o inconvenientes las tendrá en cuenta y señalará al delegado para evitarlas en lo sucesivo.

  • Mantener activa una biblioteca formativa.

También es cosa suya tener en activo una buena biblioteca ascética, que ponga a disposición de los cooperadores libros o publicaciones formativas. Estos libros los ha de proveer el delegado. (Entre los libros no faltará la Biblia bien comentada, textos suficientes del Evangelio y Cartas de los Apóstoles, antologías de Historia Sagrada, algún manual de Historia Eclesiástica, publicaciones litúrgicas, textos y comentarios del Concilio, libros de meditación y lectura espiritual adaptados a las diversas categorías de cooperadores, publicaciones ascéticas salesianas…)

El Consejero se hará ayudar para poner en circulación todos estos libros de algún celador o celadora.

  • Cultive su propia espiritualidad.

Le ayudará mucho al delegado para la formación frecuentar a cada uno de los cooperadores, donde sea posible por su número, tener con ellos un contacto habitual, solícito, afable, servicial, que le permita ejercer una influencia benéfica lo mismo sobre los cooperadores que sobre la marcha espiritual del Centro.

Si además sabe él adquirir una elevada espiritualidad personal, su ejemplo edificante será utilísimo, una palabra suya en un momento oportuno será de gran provecho para cooperadores que sufren o necesitados de aliento, de ayuda; con ancianos, enfermos, moribundos, en caso de aflicción o luto… Será de gran autoridad cuando se trate de atraer a los cooperadores a retiros, ejercicios espirituales…

El consejero para la formación ha de aspirar a ser, si no lo es, un alma grande, un alma toda de Dios, que vive las aspiraciones de salvar almas, de ser más perfecto y santo, reclamadas por el Concilio para los seglares católicos.

Cuanto más fina sea su espiritualidad tanto más eficiente y premurosa será su colaboración con el delegado para el servicio de esta misión, cuya finalidad aspira a llevar a los cooperadores a vivir intensamente su vida religiosa, en el espíritu de San Juan Bosco.

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