Violeta Ugaz
Porque somos hijos de un soñador y porque soñar es parte de nosotros, en el cuarto centenario del nacimiento a la vida definitiva de San Francisco de Sales, los SSCC de la Región peregrinamos a los lugares salesianos de Annecy, acompañados por José Antonio Hernández (SDB).
Empezamos nuestra peregrinación con ilusión en el aeropuerto de Madrid con muchas caras por descubrir y conocer. Éramos un total de 24 peregrinos, número muy mariano y salesiano. Pusimos rumbo a nuestro primer destino, Ginebra, como enlace hacia Annecy. Después de asentarnos en el hotel y nuestra primera cena juntos, llegaron nuestras primeras Buenas Noches cargadas de emoción y sentimiento de alegría compartida. Sentados en círculo, la ternura se había apoderado ya de nosotros, estábamos ante el santo de la dulzura, de la amabilidad, el santo del amor, estábamos en presencia de Nuestro Señor, de Nuestra Madre, de Nuestro amado Don Bosco y de San Francisco de Sales. Y nuestras Buenas Noches nos recordaron una de sus tantas frases que conmueven: “Se cazan más moscas con una gota de miel que con un barril de vinagre”.
Los días posteriores conocimos Thorens y Chambery. En Chambery, recibimos el sacramento de la Eucaristía en la que Jesús se hizo presente y entró en cada uno de nosotros. Dejando Chambery llegamos al Oratorio de San Francisco de Sales y después de una breve explicación del lugar, partimos hacia Lathuile atravesando y contemplando la belleza y majestuosidad del lago Annecy.
En Lathuile tuvimos nuestro momento penitencial en la que sentimos la presencia viva del Espíritu Santo; nos sentimos abrazados, queridos, arropados y en paz a través del Sacramento de la Reconciliación. Fue un momento de emoción y encuentro con Nuestro Señor, un momento vivido profundamente por cada uno de nosotros.
Las Buenas Noches de este día giraron en torno a ese momento. Nuestro penúltimo día recorrimos Annecy, donde lo que iba a ser un baño en el lago, terminó siendo una tormenta por sorpresa donde pudimos disfrutar de la lluvia de un modo singular con anécdotas y fotos divertidas.
Al final de nuestro viaje visitamos Taizé; fue un momento íntimo de oración conjunta y reflexión personal. Llegamos a Lyon y tras conocer el monumento al famoso libro de Antoine de Saint Exupéry, partimos rumbo al aeropuerto.
Ya en Madrid, llegó la despedida, entre abrazos, buenos deseos, bendiciones y ganas de volvernos a reencontrar. Nos queda dar gracias a Dios por la experiencia vivida, compartida y disfrutada.
Así, finalizamos nuestra peregrinación con nuestras mochilas cargadas de alegría, con nuestros corazones inundados de bondad, dulzura y amor, llenos de algo tan nuestro, tan salesiano, llenos de “Amorevolezza”.
Seremos creíbles, no tanto por lo que decimos o escribimos,
sino por lo que seamos, vivamos y hagamos convirtiéndonos en testigos de la luz
(Padre Miguel González)