Luis Fernando Álvarez González
Queridos Salesianos Cooperadores: La fiesta de Don Bosco nos ayudará a “volver a él” y a renovar nuestra vocación. Nos serviremos del Estatuto, que, en palabras de don Pascual Chávez, «está íntimamente ligado al Fundador, que quiso comunicar su espíritu. En él se puede encontrar a Don Bosco. Vuestro amor por él pasa por la asunción vital del proyecto evangélico que ofrece. Él es vuestro modelo».
Sí, queridos amigos, de Don Bosco aprendemos a ser salesianos. Él, en efecto, guiado por el Espíritu «vivió y transmitió a los miembros de su Familia un estilo original de vida y de acción: el espíritu salesiano […] que tiene su fuente en el mismo corazón de Cristo» (PVA/E, 13). Como Pablo también nuestro buen padre nos puede decir con toda razón: «Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo» (1 Co 11,1).
En esta ocasión, me limitaré «a centrar vuestra atención en el elemento que da vida a toda interioridad, que es la oración» (ACG nº 338, p. 4), la oración salesiana, la oración de don Bosco, «trabajador incansable y creativo, animado por una constante y profunda vida interior» (PVA/E 11.1), verdadero y reconocido maestro de espiritualidad.
Carisma y oración –decía don Viganò– «son, entre sí, inseparables y forman juntos los rasgos de una fisonomía particular. Todo carisma da un tono propio a la oración y exige un ejercicio intenso de la misma» (ACG nº 338, p. 6). «Sin oración –continúa don Viganò– no hay, para nadie, síntesis entre fe y vida; no hay, para nadie, reciprocidad entre evangelización y oración; no hay unidad entre consagración y profesionalidad; no hay correspondencia entre interioridad y trabajo. Es decir, sin el aliento interior de la oración, el trabajo no es santificante, la competencia humana no es testimonio evangélico, los quehaceres educativos no son pastorales y el vivir cotidiano no es religioso. Estas afirmaciones pueden parecer excesivas y hasta extremosas, pero ponen el dedo en la llaga» (Ibidem, p. 6).
El PVA dedica, tanto en el Estatuto como en el Reglamento artículos llenos de sabor y de sabiduría a la oración y a la vida espiritual. Una lectura de esos artículos nos convence que:
- La oración salesiana tiene su raíz en una experiencia personal de Dios, querida y buscada; o sea, dedicándole el tiempo necesario.
- Lo que inspira la oración de don Bosco es la intensidad orante del “da mihi animas”.
- La meta de la oración es la unión con Dios, amor unitivo del que brota la caridad pastoral, que, yendo más allá del diálogo con Dios, se vuelve como el alma de todo apostolado (AA 3).
Queridos cooperadores: En esta fiesta de don Bosco renovemos nuestra oración. Cuidémosla cada uno personalmente, prioricemos los tiempos de escucha atenta de la Palabra (meditación, lectio divina…). Favorezcamos la oración comunitaria en los Centros, en especial la celebración de la Eucaristía, sacramento de unidad y centro de la vida y de la misión de la Iglesia. Como testigos y educadores de la fe ayudemos a los jóvenes con nuestro testimonio a encontrarse con Jesús en la oración. Feliz fiesta de Don Bosco a vosotros y a vuestras familias.