Inmaculada Garzón Arboledas
Cuánta gente conozco que tienen fe, que buscan a Dios en vida, que se esfuerzan por mejorar como cristianos. Son personas que tienen a Dios en su vida, acuden al Señor asiduamente y cuando le preguntas: “¿El Señor te contesta?” Responden: “Pues, no”.
Me gustaría transmitir lo mismo que se me ha transmitido a mí y que vivo como cierto: Dios quiere y puede comunicarse contigo. ¿Qué padre no quiere hablar con sus hijos? Entonces, ¿dónde reside la dificultad?
En muchos casos queremos que el Señor sea como nosotros, queremos que sea, un Dios a medida, que me responda cuando yo quiera, según mis deseos y expectativas.
Algo así como cuando te preguntan: “¿cómo es tu pareja ideal? Pues…”. Pues eso no existe. Un hombre o una mujer ideal no existe. Mi marido es un hombre de carne y hueso. Es real, no ideal, y nos queremos en la realidad, quererse en la imaginación no sirve de nada. Por eso Jesús se encarnó, para amarnos en la realidad, no idealmente.
Entonces, ¿cómo?: Prestándote a conocer como es Jesús de verdad. La Iglesia es depositaria de una gran sabiduría a este respecto.
La gran dificultad es que las personas adultas de hoy en día, económicamente autosuficientes, independientes, perfectamente válidas, aceptan mal o con muchas reticencias las recomendaciones de una institución que se presenta como una autoridad que se le impone.
Los adultos reaccionamos ante Jesús y su Iglesia como niños pequeños que quieren que toda la comida esté rica, pero no quieren ser educados en una nutrición sana y variada.
Y si la Iglesia nos recomienda relacionarnos con Jesús mediante la oración personal, incluyendo lectura de la Palabra, los adultos no encontramos el momento de encajar veinte minutos diarios de oración diaria, o semanal, porque una vida llena de prisas no deja hueco, y como personas adultas que somos, sabemos cómo organizar nuestro tiempo.
Para ser capaz de reconocer la presencia de Dios en tu vida (cómo viene a verte, cómo te ilumina directamente, cómo interviene y se interesa por tus cosas) la Iglesia guarda con mimo distintos caminos revelados a santos: como las reglas de San Benito, las moradas de Santa Teresa o los ejercicios en la vida ordinaria de San Ignacio, pero cuando se nos invita a comenzar uno de estos procesos, de nuevo encontramos que no vamos a la presentación, no sabemos ni queremos saber exactamente en qué consisten, no tenemos tiempo…
Vamos a unos Ejercicios Espirituales, sí, pero que no sean en silencio, porque yo no puedo estar tanto tiempo sin hablar; participo en una reunión de Centro pero puede que no me haya leído el tema; si me plantean una dinámica en una reunión participo pero solo en la medida que yo considere, no hago toda la dinámica o no todo como me lo piden, que ya soy mayor y sé lo que tengo que hacer. Y así con los Sacramentos, los Encuentros provinciales, la pastoral…
Dios quiere y puede comunicarse contigo, solo tienes que quitar peros, bajar tantas defensas y exponerte a su presencia; requiere un poquito de autodisciplina, constancia y una buena dosis de humildad. Acepta y acoge lo que se te ofrece para tu bien y felicidad. Fíate de tu Centro local y tu Provincia: son mediaciones. Prueba a decir sí como María. Sin peros. Y verás que Dios sí te contesta.
El camino de la reconciliación requiere paciencia y confianza,
la paz no se logra si no se la espera
(Mensaje del Papa Francisco para la LIII Jornada mundial de la Paz 2020, 5)