Ya hace unas semanas que llegó la primavera, incansable, con su frescor, con el canto de las aves, con los brotes de las plantas y el aroma de sus flores. Ninguno de nosotros la fue a buscar, pero ahí está. Incluso con nuestra dejadez por el planeta, está ahí. Nadie llamó a las abejas, ni pidió al sol que elevase cada día un poco más su recorrido diario por el cielo. Un nuevo el regalo de Dios que llega sin necesitar de nuestros brazos.

La revolución siguiente de la Iglesia es la del amor
(Juan José Omella)