José Luis Muñoz Blázquez
Hace muchos años, el padre Bohnen bromeaba un día diciendo “Toda la vida la he dedicado a buscar judías”, judías que alimentaban a diario a miles de criaturas.
En Mt. 25,40, el Evangelio nos da la clave: “El rey les responderá: en verdad os digo: todo lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños a mí me lo hicisteis”.
¡Claro que sí!. Porque la solidaridad y la entrega a los más necesitados no es una opción. Está ligada intrínsecamente a nuestro ser cristiano y salesiano y no puede faltar nunca: la opción por los pobres, de aquí o de allá. No es una “actividad” o un “compromiso temporal”, sino una preocupación constante por las personas que viven peor que yo y necesitan de mi escucha, de mi oración, de mis recursos materiales o de mi tiempo.
Y de nada servirá hacernos los despistados como en Mt. 25, 37-3: «Es que yo no lo sabía, nadie me había informado de que mi vivencia cristiana implicaba atender al sediento, al hambriento, al forastero, al enfermo, al olvidado y al desnudo.»
De forma incansable debemos rezar por los hombres y mujeres, y en especial por los niños y jóvenes, que viven día tras día con deficiencias de alimentación, medicinas y educación. Debemos prestar atención a las necesidades que detectamos a nuestro alrededor y preguntarnos qué podemos hacer. Debemos compartir recursos económicos para paliar necesidades urgentes, pero también para favorecer proyectos. También debemos preguntarnos con responsabilidad qué consumimos y si el nuestro es un testimonio de vida sencilla y austera. Debemos reflexionar sobre todo ello en nuestros grupos para crecer juntos y apoyarnos mutuamente. Para recordarnos que nuestra misión sea siempre con alegría y una sonrisa en los labios.
Para ayudar en algunas de esas situaciones se creó Cooperación Salesiana para los Jóvenes del Mundo (antes Cooperación Salesiana y Tercer Mundo) en 1.969. Una vía para encauzar ayudas económicas a las Misiones Salesianas.
Y ahí seguimos, colaborando para que “no falten las judías”. Ese es nuestro sueño. El que fuera sueño de Don Bosco y hoy el nuestro. En definitiva el sueño de todos: imitar a Jesucristo y construir un mundo más justo.
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