Diego Quesada Polo

Siguiendo con nuestra exploración de las “Bienaventuranzas” y enfatizando con nuestro plan estratégico «Plan Llama”, me centro en la séptima bienaventuranza; “La importancia de honrar a nuestros hermanos mayores, a los jóvenes y a las familias presentes en nuestras obras salesianas y en nuestras ciudades, pues representan el rostro del Señor que se nos revela cada día en nuestro camino”.

Es motivo de alegría y gratitud observar el número de salesianos cooperadores mayores en los centros locales. Al dirigir nuestra mirada hacia ellos, inspirados por la Palabra de Dios y el magisterio del Papa Francisco, reconocemos en ellos la presencia viva de Cristo, quien nos habla a través de la rica experiencia y nos desafía a ser portadores del mensaje del Reino de Dios desde la realidad personal, ¡nadie está excluido!

Nuestros mayores nos brindan un ejemplo vivo del estilo paciente de la acción de Dios en el mundo. Nos recuerdan que el tiempo debe ser vivido plenamente, pues las grandes realidades y los sueños más hermosos se realizan a través de un proceso de crecimiento y maduración, en el transcurso de un camino marcado por el diálogo y la relación con los demás. Los frutos más preciados son aquellos que han madurado con el paso del tiempo. Los salesianos cooperadores mayores nos ofrecen la cosecha de una vida al servicio del Evangelio, enriquecida con la espiritualidad salesiana, desde un profundo sentido de pertenencia y amor a los jóvenes.

«Su misericordia se extiende de generación en generación». María sale al encuentro de su prima Isabel, reconoce la grandeza de Dios y se pone al servicio, reconocer la misericordia de Dios presente en cada uno de nuestros hermanos mayores, familias y jóvenes. La edad representa un regalo que se va saboreando pacientemente y que ahora se pone al servicio de los demás en la plenitud de la vida, testimonio de espera, aprendizaje de experiencias de fe y la alegría.

El Papa Francisco nos urge a valorar el testimonio de nuestros mayores, quienes representan las raíces necesarias para el crecimiento y la madurez de las generaciones más jóvenes. Por tanto, no podemos pasar la oportunidad de integrarlos plenamente en nuestros centros locales.

La verdadera riqueza de nuestra Asociación de Salesianos Cooperadores no reside en la cantidad, sino en la esencia de cada uno de nuestros hermanos y hermanas que, desde la fidelidad, hacen una apuesta auténtica por Jesús, con el estilo de Don Bosco y Madre Mazzarello. Unidos en la fe, vivencia comunitaria, oración, vida sacramental y la misión, conformamos el grupo que Don Bosco soñó para la Iglesia y el mundo.

En la fragilidad de nuestros salesianos cooperadores mayores percibimos la presencia de un Dios encarnado que camina a nuestro lado y otorga significado a nuestra existencia, aún en medio de las limitaciones físicas. El entusiasmo por la vocación salesiana nos motiva a ser innovadores en nuestras iniciativas pastorales, siempre incorporando y valorando el invaluable aporte de aquellos que, en la cotidianidad, mantienen su fidelidad al Señor y a Don Bosco.

Gracias a todos los hermanos y hermanas que mantenéis un corazón salesiano joven capaz de conectar, empatizar y crear puentes entre generaciones con el único deseo de ser “sal, y luz”, testimonio de Cristo Resucitado.

Un fuerte abrazo.

Es importante tener los ojos abiertos a la realidad social y cultural en la que nos movemos
(Mari Cruz Saiz)