Borja Pérez Galnares

Este 9 de mayo se cumplen 148 años desde el que el Papa Pio IX firmó el decreto que reconocía de hecho la entonces «Pía Unión de Cooperadores Salesianos». Unos meses después se redactó el Reglamento original, que podemos encontrar parcialmente en nuestro Proyecto de Vida Apostólica como anexo. Nuestra Asociación cumple por tanto 148 años, e iniciamos el segundo año del trienio de preparación al 150 aniversario, que desde el Consejo mundial se ha planteado como un camino de renovación y revitalización de nuestra vida y misión por el bien de los jóvenes y las clases populares.

“Un sueño, una promesa, el futuro. Recordar, renovar, relanzar”. Éste es el lema que nos conduce a nuestro 150 aniversario. Si para el primer año del trienio que ahora terminamos se planteaba como clave la memoria, el recuerdo, la vuelta a las fuentes; para este segundo año la propuesta es renovar nuestro compromiso apostólico desde las claves que nos comprometimos en nuestra promesa y que estamos llamados. No sólo a renovar formalmente nuestra promesa cada año, sino a hacer vida cada día de forma renovada en nuestra vida personal y asociativa.

Estamos inmersos, además, en pleno tiempo pascual, que siempre nos invita a vivir la novedad de Cristo Resucitado. La fe y seguimiento de Jesús nos hace plenamente libres. En nuestras manos está seguir con nuestras vidas, tomar las decisiones que estimemos, pero hagamos lo que hagamos y tomemos las decisiones que tomemos, si lo hacemos desde la presencia y encuentro con el Señor, lo haremos de un modo nuevo, sembrando alegría, consuelo, esperanza a nuestro alrededor, construyendo fraternidad.

Nuestra promesa es nuestro primer testimonio público como miembros de la Asociación. Es el momento en que decimos públicamente, ante nuestra comunidad, ante nuestros hermanos, que queremos esforzarnos a vivir el proyecto evangélico de la Asociación de Salesianos Cooperadores, y esto lo hace cada uno, tal y como proclamamos en la fórmula de la promesa, “atraído por tu amor misericordioso”.

Es sin duda el amor misericordioso del Señor lo que está en el origen de todo, lo que hace que todo se renueve. Es el vino nuevo para el que tenemos que poner odres nuevos. Experimentar ese amor misericordioso, vivir en plena presencia del Señor, desde la oración, los sacramentos, el encuentro con los hermanos…, es lo primero que necesitamos para seguir renovando cada día nuestro compromiso por vivir nuestro proyecto evangélico, que es nuestro Proyecto de Vida Apostólica.

Os invito a que este año redescubramos esas claves de la promesa que nos lleven a renovar y revitalizar nuestro compromiso en vivir el PVA, desde todas las perspectivas que decimos de forma explícita en nuestra promesa, donde nos comprometemos:

  • “a ser fiel discípulo de Cristo en la Iglesia Católica;
  • a trabajar por tu Reino, especialmente en la promoción y salvación de los jóvenes;
  • a profundizar y dar testimonio del espíritu salesiano;
  • a colaborar, en comunión de Familia, con las iniciativas apostólicas de la Iglesia local”

Os animo a no dejar de experimentar este amor misericordioso que todo lo mueve y lo hace nuevo, para poder seguir dando respuestas nuevas a los retos que la Sociedad, la Iglesia, la Asociación y los Jóvenes nos plantean cada día.

 

El acceso directo de los fieles a la Sagrada Escritura
ha sido bastante escaso hasta bien entrado el siglo XX
(Carol Buitrago López)