José Luis Muñoz Blázquez

Dicen nuestros mayores que una situación de alerta como la que estamos padeciendo ahora no se vive desde la postguerra. Estamos confinados en casa, aislados de algunos de nuestros seres más queridos y recelosos de cualquier contacto humano. Los ancianos han vivido solos, gran cantidad de familias han perdido sus ingresos mensuales y muchas personas tienen serias dificultades en la gestión de sus emociones. Hemos experimentado la inhumana y dolorosa pérdida de amigos y familiares sin habernos podido ni siquiera despedir. Todo ello, mientras asistimos desde nuestros balcones a una crisis económica y social, atados de pies y manos, porque el precio de evitarla se pagaría con muchas más vidas humanas.

Es cierto que no sabemos qué repercusión tendrá la pandemia en otras zonas del mundo cuando llegue con fuerza en los próximos meses, Quizá los sistemas inmunitarios de esas poblaciones se defiendan mejor que los nuestros o las altas temperaturas limiten la intensidad de la propagación del virus.

No obstante, ¿alguien piensa que les irá mejor que a nosotros? ¿Pensamos que los contagios y muertes serán menores en grandes ciudades donde millones de personas con pocos recursos viven hacinadas, en zonas donde la higiene es insuficiente por algo tan sencillo como la escasez de agua o allí donde los hospitales y las camas de cuidados intensivos son prácticamente inexistentes?

Reparto alimentos ASSCC Madrid-Carabanchel

Algunos de estos grupos humanos sumarán esta crisis a otras que están viviendo desde hace años como las guerras, las emergencias climáticas o la pobreza. Llueve sobre mojado y casi siempre sobre los más vulnerables.

Ahora que entre nosotros se está reduciendo el nivel de contagio es el momento de mantener las actitudes de responsabilidad y generosidad al más alto nivel. Responsabilidad para no confiarnos, bajar la guardia y echar por tierra todos los sacrificios personales y colectivos realizados; y verdadera generosidad hacia las personas y colectivos más azotados por esta crisis.

Hay algo más que creo que debemos hacer: reflexionar. Nuestras comunidades cristianas, y en concreto nuestros grupos de SSCC, no podemos dejar que este fenómeno pase entre nosotros sin realizar una reflexión sobre nuestro modo de vida, sobre nuestras relaciones personales y grupales, sobre nuestras prioridades y sobre la fragilidad de nuestro mundo tal como lo tenemos organizado. Todos deseamos volver a la normalidad, pero lo cierto es que para estar mejor muchas cosas deberían cambiar a partir de mañana.

En nuestra página web, https://cooperadores.org/wp/los-salesianos-cooperadores-nos-quedamos-en-casa/ encontrareis algunos documentos que os pueden ayudar en esta reflexión.

Pongamos la esperanza en que las actitudes del género humano sean permeables al Espíritu Santo y cada persona desde su lugar haga su aportación responsable y generosa. Eso es, con el ejemplo transformador de Jesucristo, construir el Reino de Dios… siempre de la mano de María, la Auxiliadora.

Para orar, es necesario querer orar… es necesario también aprender a orar
(Catechismus Catholicae Ecclesiae, 2650)