Lourdes Rojo Pol
¿Cuántas veces hemos oído? “Son demasiado jóvenes como para tomar decisiones”. ¡Bueno! E incluso lo habremos dicho alguna vez alguno de nosotros.
Me pregunto si esta afirmación parte de: realmente dudar por su edad temprana o de: “¿cómo lo que van a decidir igual yo no soy capaz de aceptar o de gestionar, no les dejamos espacio, vamos, mejor que no decidan nada”.
Pedimos responsabilidades a nuestros jóvenes pero ¿les damos espacio de decisión, de asumir responsabilidad desde sus decisiones? O ¿vigilamos cada uno de sus movimientos llevándoles al terreno que nosotros queremos?
“El mundo es de los jóvenes”. Esta afirmación es: ¡mentira!. El mundo es de los adultos que obramos desde el silencio y desde la sombra. Desde la conciencia tranquila de decirnos: “Tenemos experiencia, hemos vivido mucho, sabemos por dónde deben de ir». ¡Vamos una pena! Quizás si dejásemos de movernos en mundos de seguridad, si permitiéramos no tenerlo todo controlado. Si asumiésemos que la única forma de crecer es pasar por experiencias de responsabilidad. Que creer en los jóvenes es asumir que me van a sorprender porque no van a pensar lo mismo que yo.
Tenemos un reto, uno muy gordo: Quedarnos en los márgenes y dar paso a otros. Desaparecer para que vuelvan las inquietudes, las ganas de cambiar el mundo, de cambiar nuestra Iglesia, de cambiar nuestra Asociación, pero que nazcan de ellos y con los cambios que ellos necesiten para este tiempo.
A veces avanzamos tan lento en lo humano porque queremos vivir en el mundo de lo conocido, no en el mundo de la providencia, de la audacia, de dejarse “en manos de Dios”.
Revisando el Aguinaldo de Don Ángel para este año podemos encontrar estos párrafos:
“Sois, vosotros los jóvenes, esa levadura que hace más, mejor y sabroso el pan de la familia humana, el pan del Reino de Dios.
El humilde trabajo que hacemos, si se integra en el de Dios, se hace más fuerte y no teme las dificultades. Debemos confiar en el poder del AMOR DE DIOS. No actuar para ser importantes a los ojos del mundo sino preciosos a los ojos de Dios, que prefiere a los sencillos y humildes.
Somos llamados como Familia de Don Bosco a ser esta levadura en la familia humana.
La Iglesia necesita a los laicos, la visión laical para hablar el lenguaje del mundo, el lenguaje de la humanidad, y así llevar nuestra voz común mucho más allá de las fronteras confesionales, si juntos encarnamos el mismo celo hoy.
Laico es un cristiano que santifica el mundo desde dentro que trabaja en la construcción invisible del Reino de Dios como levadura.
Todos tenemos que recorrer un camino de santidad, así somos levadura. La verdadera levadura es el Evangelio del Señor que transforma todo lo que toca.»
¿Cuál es mi sitio, mi lugar en esta realidad preciosa del Reino de Dios? ¿Seremos capaces? ¿Dejaremos que el Espíritu sople a través de ellos? ¿nos mantendremos en ese escenario pequeño, pero fecundo, siendo levadura? ¿Dejándoles a ellos que sean levadura?
Estas son mis reflexiones, mis rezos. ¡Ojalá, que trabajemos todos para ser fermento en la Familia humana de hoy!
Se trata de la misma gracia de unidad que nos hace apóstoles,
porque somos religiosos, y que nos hace religiosos, porque Dios nos quiere apóstoles
(Egidio Viganò)