Borja Pérez 

Estamos comenzando un nuevo año. Es habitual abordar el año que entra con propósitos de cambio, ante la novedad del nuevo periodo que comienza. No obstante, lo nuevo no está en el año como tal que, como los anteriores, vendrá con sus 365 días y sus 12 meses, si no que esa novedad la podemos aportar nosotros con renovadas actitudes hacia nosotros mismos, hacia los demás, y hacia Dios.

Porque la novedad puede estar en la manera en que asumamos y recibamos lo que el Señor nos va ofreciendo en cada nuevo día y en cómo demos una respuesta ante estas cosas que el Señor nos ofrece.

“Nadie remienda un vestido viejo con un parche de tela nueva, porque el remiendo nuevo encoge, rompe la tela vieja y así se hace luego más grande la rotura. Nadie echa el vino nuevo en odres viejos, porque los odres se rasgan, se tira el vino y se echan a perder los odres. El vino nuevo se echa en odres nuevos y así las dos cosas se conservan”.

Jesús entra en nuestra vida para transformarla y, si no la transforma es porque realmente no ha entrado en nuestra vida. En este periodo de novedad, podemos intentar descubrir en la Palabra de Dios y en nuestro Proyecto de Vida Apostólica aquello que nos permita “ser nuevos” a lo largo de cada día, en nuestro trabajo, con nuestra familia, en nuestra vida asociativa. Es preciso que renovemos nuestro corazón, nuestro amor a Dios y a los demás, porque Él siempre hace nuevas todas las cosas.

En lo que respecta a nuestra vida asociativa, en nuestros centros, ¿echamos vino nuevo en odres viejos? ¿Recibimos la novedad de Jesús y del Evangelio con un corazón renovado, o con un corazón aburguesado? ¿Damos renovadas respuestas a las nuevas circunstancias que tenemos a nuestro alrededor o permanecemos en nuestra zona de confort?

Os invito a dar respuestas valientes y creativas ante los retos que tenemos a nuestro alrededor. Son muchos los desafíos que debemos abordar como salesianos cooperadores, como Familia Salesiana y como Iglesia: presentar en un ambiente no propicio el Evangelio como opción de vida que nos hace plenamente felices; caminar juntos en misión compartida junto con el resto de la familia salesiana, extramuros de nuestro confortable centro local; buscar espacios compartidos con los jóvenes, con los que en ocasiones compartimos casa pero nos separa un muro infranqueable. Estos desafíos no pueden ni deben abordarse con viejas recetas de otros tiempos que daban respuesta a otros retos ya prescritos. Busquemos la respuesta en el Evangelio y en nuestro PVA. Sólo a partir de un renovado encuentro con el Señor que transforme nuestras vidas podremos dar renovadas respuestas a los retos que debemos afrontar.

Os invito a buscar en todo momento la presencia del Señor en nuestras vidas, que las transforma y hace nuevas todas las cosas. Una novedad que nos lleve a una conversión que nos saque de la autorreferencialidad en la que en ocasiones caemos y de la zona de confort en las que en ocasiones nos encontramos en nuestra vida de centro. Y una novedad que es ante todo esperanza en un futuro mejor, en una nueva realidad de la que debemos ser una de las fuerzas transformadoras.

Mira que a veces el demonio nos engaña con la verdad,
y nos trae la perdición envuelta en dones que parecen inocentes
(William Shakespeare)