Boletín 317, septiembre-octubre 1990
Transcribimos el artículo publicado en nuestro boletín número 324 de junio de 1991 en la editorial.
“Mañana dejaré de ser el sucesor de Don Bosco, pero seguiré siendo un Don Bosco entre vosotros, porque esto es lo más maravilloso, y es que cada uno de nosotros podemos ser Don Bosco hoy”
Con estas palabras se ha despedido don Pascual Chávez, IX Rector Mayor de los salesianos, de la asamblea capitular. Eran sus últimas buenas noches, sus últimas palabras como Rector Mayor.
Al término de sus palabras un sentido y prolongado aplauso, con toda la asamblea puesta en pie, ha ratificado lo que los 220 salesianos representantes de toda la Congregación querían decirle: Gracias por estos 12 años de servicio a la Congregación, años de animación y gobierno siendo el centro de toda la Familia Salesiana. Ha querido, y así lo ha expresado explícitamente, dejarnos sus últimas Buenas noches con el deseo de que lleguen a todos y cada uno de los salesianos.
A todos y cada uno de los Salesianos de la Congregación.
Queridos hermanos,
No os podéis imaginar la profunda alegría que sentí, cuando la tarde del pasado 30 de enero pude acompañar, junto a Mons. Cesare Nosiglia, arzobispo de Turín y numerosos salesianos y jóvenes del MJS, la urna de Don Bosco por las calles de Turín en su regreso a Valdocco, donde lo estaban esperando los jóvenes que llenaban la Basílica y cantaban “Don Bosco ritorna”. La vuelta a casa de Don Bosco, tras visitar a sus hijos allí donde están, en todo el mundo, me ha hecho pensar en vosotros y escribiros esta carta personal. De nuevo en Valdocco, Don Bosco quiere llegar a todos los jóvenes, con preferencia a los más necesitados, en cada uno de nosotros, llamados a representarlo hoy.
Estoy por dejar el ministerio de Rector Mayor que me fue confiado por vez primera un ya lejano 2 de abril de 2002. Aquel día el Señor me llamó a que representara a Don Bosco ante vosotros y para la Familia Salesiana. Una gracia, creo, inmerecida, que os puedo confiar me ha animado a identificarme cada día más con nuestro Padre, con su preocupación por la Congregación, con su pasión por los jóvenes. Sé que por mucho que se lo agradezca durante la vida que me resta, no saldará jamás esta deuda de amor con Dios. ¡Bendito sea por siempre!
Mi agradecimiento se extiende a todos y cada uno de vosotros, muy queridos hermanos. Me he sentido aceptado y muy amado, aunque bien sé que todas las muestras de respeto y amor que he recibido eran expresión de vuestro afecto y filial devoción a Don Bosco. La adhesión y la comprensión de todos, la disponibilidad y obediencia que he encontrado en tantos de vosotros han sido un apoyo eficaz en el ejercicio de mi ministerio. ¡Qué Dios os bendiga, como, de todo corazón, yo hago!. No os oculto que durante estos doce años de Rectorado no han faltado penas y sufrimientos, algunos más dolorosos aún por inexplicables o imprevistos. También yo, como Don Bosco, en el sueño del emparrado de rosas, he caminado entre espinas… Pero el dolor sentido y la soledad vivida me han ayudado a ver con mayor claridad el bien que Dios, a través de cada uno de vosotros, está realizando.
Os puedo decir que hoy me siento más orgulloso de ser salesiano, no solo por tener como Padre a nuestro santo Fundador sino también por teneros a vosotros como hermanos. Estoy seguro que quien sea elegido después de mi cuidará “de vosotros y de vuestra salvación”. Como Don Bosco hiciera un día, os pido encarecidamente: “escuchadlo, amadlo, obedecedlo, rezad por él como lo habéis hecho por mí”. Y que María Auxiliadora, Madre y maestra de Don Bosco y de cada uno de nosotros, os guie y acompañe en la vivencia de vuestra consagración. Gracias de todo corazón.
Solo la dulce firmeza y tenacidad de Francisco de Sales logra poner fin a esta situación escandalosa de división en el clero
(Eugenio Alburquerque)