Carta de La Madre General, Yvonne Reungoat, a las Inspectoras y las Superioras de las Visitadurías de Europa y a sus Consejos y para el conocimiento a todas las Inspectoras de los otros Continentes.
«Queridas Inspectoras y Hermanas de los Consejos inspectoriales de Europa, llego a vosotras en la fiesta de la Natividad de María para compartir las llamadas del Papa Francisco durante el ángelus de domingo 6 de septiembre u.s. que ciertamente ya han encontrado eco en todas nosotras, en las Iglesias locales donde estamos insertadas, en los grupos de la Familia salesiana, en las personas que comparten nuestra misión educativa. Estamos viviendo un momento histórico inédito que nos implica intensamente por la situación de sufrimiento de muchas personas: niños, jóvenes, adultos, familias que huyen de sus Países de origen a causa de guerras, violencias físicas y psicológicas, y para permanecer fieles a la fe en Cristo. Han dejado todo, con la esperanza de encontrar en otras tierras mejores condiciones de vida y perspectivas de futuro.
Las palabras de Papa Francisco resuenan en nuestros corazones como una fuerte llamada:»Frente a la tragedia de decenas de millares de prófugos que huyen de la muerte por la guerra y por el hambre, y están en camino hacia una esperanza de vida, el Evangelio nos llama, nos pregunta si somos «próximos», de los más pequeños y abandonados. A darles una esperanza concreta. No solamente decir: «¡Ánimo, paciencia!…». La esperanza cristiana es combativa, con la tenacidad de quien va hacia una meta segura. Pues, en proximidad del Jubileo de la Misericordia, dirijo una carta a las parroquias, a las comunidades religiosas, a los monasterios y los santuarios de toda Europa a expresar el concreto del Evangelio y acoger una familia de prófugo. Un gesto concreto en preparación al año San de la Misericordia.
Cada parroquia, cada comunidad religiosa, cada monasterio, cada santuario de Europa hospeda una familia, empezando de mi diócesis de Roma.»
En bastantes comunidades ya estamos dando respuestas concretas a los grandes desafíos de la migración en el continente europeo. La situación del Mediano Oriente nos toca ahora más de cerca porque en estos países están presentes nuestras comunidades, las comunidades de los Salesianos y varios grupos de la Familia salesiana. Nuestras hermanas y hermanos viven entre la gente sosteniendo la esperanza y arriesgando valientemente la vida para ser una señal del amor de Dios. Sentimos la urgencia de orar con intensidad por la paz en estas naciones y de ser atrevidas y creativas para educar a las jóvenes generaciones a la cultura de la paz.
La Iglesia en el Mediano Oriente suplica los Gobiernos para que se encuentren a nivel internacional las vías para construir la paz y así eliminar la causa principal del gran fenómeno migratorio que vemos ante nuestros ojos. Esta grande huída de los cristianos que son perseguidos pone en riesgo el futuro de las mismas comunidades cristianas en aquellos Países. Al mismo tiempo no podemos cerrar el corazón delante del indecible sufrimiento de familias, niños, mujeres que están buscando un espacio de acogida y una luz de esperanza. La llamada del Papa es para todos nosotras una llamada de Dios que nos llega por la voz y el corazón de nuestro primer Superior (cf Cost. art. 109). Pensemos en la prontitud de amor y generosidad con que don Bosco respondería a esta llamada.
Las modalidades de respuesta pueden ser diferentes, lo importante es estar disponibles y abiertas a la acogida de Jesús que hoy tiene para nosotras el rostro de los migrantes.
No estamos solas: podemos conectarnos con otros grupos de la Familia salesiana y en particular con nuestros hermanos Salesianos, los Exalumnos/a, los Salesianos Cooperadores, los laicos de nuestras comunidades educativas. Se están activando las diócesis, las parroquias, las Congregaciones religiosas, muchas instituciones y organizaciones: entremos también nosotras sin miedo y sin demora en este movimiento de caridad que tiene la expresión de la misericordia. Os invito a encontrar una modalidad de coordinación para actuar en sinergia y ponernos en contacto con personas y autoridades competentes. Todo nos estimula a hacer gestos concretos para acoger una familia de migrantes o menores no acompañados, jóvenes, madres con niños.
¡Los pobres no pueden esperar! Jesús nos alienta: «En verdad yo os digo: todo lo que habéis hecho a un solista de estos mis hermanos más pequeños, lo ha hecho a mí» (Mt 25,40).
Podemos encontrar las dificultades pero «para Dios nada es imposible», ha contestado el ángel a María. Importante es nuestra determinación generosa en dejarnos coger por la compasión hacia los que sufren y necesitan experimentar el amor de Dios que se encarna hoy en la Iglesia, en cada uno de nosotros y cada comunidad.
Durante el Capítulo general XXIII hemos decidido dirigir una particular atención a los migrantes en todo el mundo. ¡Hoy es el momento favorable! Os invito a comunicarnos, por la Secretaría general, las decisiones que tomaréis al respeto.
Maria Auxiliadora, don Bosco y madre Mazzarello nos ayuden a dar pronto una respuesta concreta a las necesidades de estos nuestros hermanos y a hermanas.
Estoy segura de encontrar en todos vosotros no sólo la comprensión frente a esta emergencia sino un salto evangélico convencido, atrevido, confiado. El Señor nos pregunta si somos hoy el «buen Samaritano» que se inclina sobre quien está en la calle herida y abandonado, en espera de una ayuda para recuperarse.
Os agradezco de corazón también en nombre de las hermanas del Consejo y nos unimos a todos en este momento histórico de particular emergencia humanitaria.
Dios os bendiga, os sostenga, os de la fuerza y la osadía creativa del Espíritu para actuar con generosa rapidez.»
Roma, 8 de septiembre 2015
Sor Yvonne Reungoat
Superiora general del instituto FMA