Benigno Palacios Plaza
“Como desciende la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar”.
Seguro que a alguno le resulta raro este título. Allá, en nuestra catequesis de infancia, nos explicaban los 10 Mandamientos de la ley de Dios. “Todos estos mandamientos se resumen en dos: – recuerdo-, Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”. Y añado yo: Y lo harás con alegría.
Este es el undécimo mandamiento que debemos vivir los salesianos cooperadores: la alegría. A esto nos anima nuestro PVA. Échale un vistazo al artículo 17 de nuestro PVA/E donde habla de las alegrías cotidianas o al artículo 11 de nuestro PVA/R que cita las alegrías que acompañan a nuestro trabajo apostólico. Nuestra forma de acción se nutre de una sana positividad que se exprese.
Los que conocieron a nuestro santo fundador decían de él: “Algo tiene don Bosco, algo le pasa a Don Bosco que hoy está más alegre”. Cuantas más preocupaciones tenía en su día a día, más alegría mostraba. Y es que, Don Bosco, se hacía fuerte con su positividad para afrontar las dificultades con las que se encontraba.
Don Bosco nos enseñó que es en la vida cotidiana, también en el sufrimiento, donde se aprende a tener esperanza. ¿Cómo podemos hacer esto nosotros? Podemos empezar por hacernos conscientes en como la vida, al implicarnos en la realidad, adquiere sentido.
En este mundo, en el que la queja es el mayor deporte -más que el fútbol-, Don Bosco, ante la queja por los sufrimientos que se nos presentan, señala la cruz de Cristo (que se lo digan a Mama Margarita). Y aquí esta su gran secreto. Así nos lo recuerda el versículo de Isaías: “cuando la fe te empapa y te penetra hasta los huesos y el alma, cuando se recorre ese camino del vacío hacia el horizonte de la trascendencia, aparece ese sentimiento exaltador, experimentado con total conciencia, que es la alegría que ilumina nuestro rostro”.
El siguiente paso, en este mundo en el que los ojos se nos han acostumbrado a tanto dolor, sería compartir nuestra historia de amor con el Señor, pues es una historia de alegría. Hay que hacer sentir a los demás que los queremos. Cuando conectamos con las personas, somos capaces de hacer grandes cosas. En este sentido, ¿eres una persona cántaro, cuya alegría da de beber a otras personas y las fortalece?
Dice Toño Casado, sacerdote diocesano pero con corazón salesiano, que al Reino de Dios se entra con amor y con humor. Y tú, ¿Lo practicas de vez en cuando? Sinceramente creo que viene bien eso de “nacer de nuevo”, hacerse como niño y recrearse. Esta fue una de las experiencias fundamentales de Don Bosco: yo estoy bien con vosotros -con los jóvenes- aquí. El que descubre la inocencia y la sencillez está llamado a vivir la alegría salesiana.
Decía San Francisco de Sales que “un santo triste es un triste santo”. En este año, en que conmemoramos el 400º aniversario del nacimiento a la nueva vida del santo de Annecy, piensa que tipo de santo quieres ser tú en el cielo y empieza a hacerlo ya realidad en la tierra.
Por último, hermano, se prudente pero no vivas con miedo. En nuestra Alegría no tiene cabida el miedo.
Nunca nuestro corazón tendrá vida más que en ÉL y por ÉL; será por siempre el Dios de nuestro corazón
(San Francisco de Sales)