Lourdes Rojo Pol

Estos días hemos comenzado de nuevo a tener algunos encuentros o reuniones presenciales. No sé vosotros, yo lo primero que hago es buscar los ojos del otro, encontrarme con su mirada.

Con la mascarilla puesta desde hace casi dos años, solo podemos encontrar la expresión del otro en sus ojos. Nos hemos quedado sordos, sin olfato (y no por el Covid) y sin nuestra gran aliada, la boca que nos permite sonreír y gesticular, y leer los labios de la otra persona.

En este tiempo, me he dado cuenta de que es ahora, cuando más he potenciado la escucha. Al perder el 75% de expresión facial, he tenido que crecer y potenciar otras habilidades de escucha, otros sentidos para poder reconocer e interpretar, lo mejor posible, lo que se me quiere decir cuando pregunto ¿Qué tal estás?

En este tiempo, donde nuestras posibilidades de expresión de afecto se han visto limitadas solo al grupo “burbuja”, a nuestros convivientes, dependientes y poco más. Ahora es cuando la mirada, la expresión de la mirada, las cejas, entornar los ojos, los ojos húmedos, los ojos cansados… es ahora cuando escudriñar la mirada se ha convertido en el gran reto cuando preguntamos ¿Cómo estás?

En este tiempo, podemos bajar la mirada y evitar conectar con los ojos, pero esto solo nos lleva cada vez más al aislamiento. Es por esto que cada vez son menos los que actúan así.

Es necesario poner en valor todo lo mucho que hemos crecido en esto de “encontrarnos en la mirada”, buscarnos para poder saber del otro, para poder interpretar, intuir qué pasa debajo de esa mascarilla.

Los más pequeños “flipan” cuando, de repente, tomando algo de distancia, te descubren y se quedan mirándote esos segundos que tardan en reconocerte, segundos de sorpresa pues no esperaban que fueras así.

Reconocer de nuevo los rostros. Ver de nuevo rostros de hermanos, amigos, compañeros de trabajo que hace tiempo que no ves, o que si les ves o les has visto ha sido con la “dichosa pantalla de ordenador”.

Encontrarse en la mirada, mirando hacia fuera y hacia dentro de la persona, del joven, del hermano, del compañero, mirando a los ojos, en lo íntimo de la persona.

Encontrarse en la mirada, siendo conscientes de las ganas que tenemos de poder abrazarnos, poder sonreírnos, poder llorar y consolarnos, de poder cantar y poder…

Encontrarse en la mirada de nuevo, en un comienzo, en un horizonte, sabiéndonos en manos del Padre, alentados por el modelo de nuestra Auxiliadora, y con la mirada salesiana de mirar, siempre, mirar hacia adelante, más allá.

Buen comienzo hermanos, buen curso, buen año, que sepamos descubrir todos los retos que se nos presenten, que soñemos con audacia en mejorar, crecer y ser fermento de “esperanza, cuidado y encuentro” para todos los que se crucen con nuestra mirada.

Lo que es permanente, es el pueblo de Dios; lo que es pasajero, es el servicio jerárquico
(Obispos de Cuba)