Benigno Palacios Plaza
“La finalidad de cada una de nuestras acciones no puede ser otra que el amor”.
Es colosal la capacidad que tiene nuestro Papa, una y otra vez, de insistir en que los pobres, los últimos, los abandonados son los preferidos de Dios y, por ende, deben ser nuestros preferidos.
Acababa el anterior artículo invitándoos a que “picotearais” (o releyeseis) la Encíclica que el Papa Francisco dedicó a la juventud y, en este texto, quiero insistir un poco más.
Parto de una frase contundente que leo en el número 65: «los Fieles de la Iglesia no siempre tiene la actitud de Jesús». Es triste darse cuenta que, en esas ocasiones, lo que impera en nuestras decisiones, no es la escucha a los jóvenes sino la rígida tendencia a dar respuestas. Desde nuestro PVA, recordamos que el Salesiano Cooperador “favorece un ambiente familiar de diálogo constante” (cf. artículo 10.2 PVA/E). Pero yo me pregunto: ¿Realmente practicamos este optimismo realista? Dicho de otra forma ¿Qué sabemos de los jóvenes de hoy?
Nos indica la Encíclica que los miremos con los ojos de Dios Padre (67) para encontrar la pequeña llama que aún continúa ardiendo o hallar caminos donde otros solo ven murallas o reconocer posibilidades donde otros solo ven peligros. El joven, para nosotros, debe ser considerado “tierra sagrada” desde la que profundizar en el misterio.
Y desde aquí ¿Qué vamos a encontrar? ¿Qué vamos a aprender?
- Que hacen falta más espacios donde resuene la voz de los jóvenes ya que esta escucha hace posible el intercambio de dones (38). ¿Qué espacios les ofrecemos en nuestros centros locales?
- Que no sabemos llorar. Y ciertas realidades solamente se ven con los ojos limpios por las lágrimas (76). Hagamos examen de como practicamos la caridad pastoral con la juventud.
- Que, en los jóvenes, también están los golpes y los fracasos clavados en el alma. Y que Jesús se hace presente en esas cruces para ofrecerles su amistad y su alivio, su compañía sanadora (83). ¿Somos, realmente, instrumento en ese camino hacia la restauración interior?
- Que los jóvenes ayudan a la iglesia a mantenerse siempre joven (37). ¿No nos damos cuenta de que, sin juventud, caemos en la tentación de perder el entusiasmo?
- Que hay personas, a los que consideramos santos, que no llegaron a conocer la vida adulta (50). Un ejemplo maravilloso fue la propia María: La fuerza de su “sí” al ángel, convencido, arriesgado, sin seguridades ni certezas más allá de saberse portadora de una promesa (44). ¡Qué bueno sería que no culpásemos a la juventud a la primera de cambio!
- Que son numerosos los jóvenes que padecen distintas formas de marginación (74). Y tú: ¿eres de los que denuncian esa marginación o de los que clavan otro clavo más?
- Que, en muchos jóvenes, reconocemos un deseo de Dios, aunque no tenga todos los contornos de un Dios desvelado (84) y que esto es un buen punto de partida.
- Que reconocen que hay espacios que les ciegan a la vulnerabilidad del otro y obstaculizan su reflexión personal (90). ¿Te das cuenta de que nos piden ayuda a gritos?
- Que manifiestan gratitud por aquellos que los acompañan y resaltan la gran necesidad que tienen de figuras de referencia (99). ¿Eres tú esa referencia?
Y ante todo esto ¿Qué se mueve en tu interior? ¿Qué acciones te mueve a realizar? Te animo a releer los artículos 17, 18 y 19 de nuestro PVA/E. A mí me ayudan a tomar decisiones.
Por último, querido salesiano cooperador o aspirante, te invito a disfrutar del reto que nos lanza el papa Francisco en el número 107: «Atrévete a ser más porque…»
Sirvamos al Señor con santa alegría
(Obras Editadas II, 186, Don Bosco)