Raúl Fernández Abad

Cuando comienzo a escribir estas líneas nos encontramos en la primera jornada del Congreso de Laicos que se ha celebrado del 14 al 16 de febrero.

Obviamente no puedo todavía trasmitir las conclusiones del Congreso porque no están. Pero sí podemos ver qué temas podemos resaltar.

Pues uno de esos temas es el de «Iglesia en salida». No es un tema novedoso porque nuestro Santo Padre nos lo recuerda siempre que puede.

De hecho en el saludo que nos ha trasmitido el Papa en el Congreso. y que reproducimos íntegramente en este número,dice. «no tengan miedo de patear las calles, que el mandato de Jesús resuene en nosotros el «id y predicar el Evangelio»».

Y el mismo Papa nos recuerda antes que vivamos la fe no de forma individual sino en la comunidad como pueblo querido y amado por Dios.

José Luis Restán, laico encargado de la primera ponencia, tambíen ioncide en este apartado cuando en los retos y desafíos del laicado en salida misionera nos recuerda que debemos «fortalecer el sentido de comunidad, de pertenencia, de identidad eclesial».

No es un salir por salir. Es un salir con los cimientos bien puestos. El seguimiento de Jesús se entiende solo realizable en su plenitud desde la comunidad.

En nuestra Asociación siempre hemos insistido en la importancia del Centro local como núcleo fundamental de la realidad asociativa (cf. PVA/E, 36). Don Bosco nos recuerda, en su primer Reglamento, que debemos estar asociados a una casa salesiana o, si no hay casa salesiana, a un grupo liderado por un «decurión».

Y también Don Bosco nos recordaba que teníamos que estar atentos a las necesidades de la Iglesia local. Y la Iglesia local nos está dando un toque de llamada. No solo a nosotros sino a todos los laicos de la Iglesia.

Entre otras cosas, se nos está recordando que los laicos también somos llamados por el Señor. José Luis Restán lo expuso muy bien y muy claro en su intervención en el punto 3 que lo tituló «Vocación laical, comunión y misión».

También nos recordó nuestras dificultades y nuestros límites: somos cerrados y poco acogedores en nuestras comunidades, la soledad de la familia como trasmisora de la fe, resistencia a los cambios de esquema y a la vez miedos a los nuevos retos, el peso en nuestras comunidades del clericalismo que afecta a nuestro papel de laico dentro de la Iglesia.

Y para mi el más importante: la pérdida de centralidad de la Eucaristía y la falta de la vivencia adecuada de los Sacramentos. Os lanzaría una pregunta a reflexionar personalmente y en grupo:

¿Esas dificultades y límites son reales?

El Papa nos recuerda que la «alegría» debe marcar este proceso de «En salida». Pero en este proceso, en el que no debemos perder la alegría, tenemos que tener presente que hemos sido llamados por Él. Y esta llamada, que nos recuerda Jesús, es para que, junto con el resto de la Iglesia, salgamos y anunciemos la Buena Nueva. Todos somos necesarios y debemos aunar esfuerzos.

¿Estamos atentos a las necesidades que se nos propone desde la Iglesia local?

Os animo a reflexionar sobre esta pregunta y a estudiar en nuestros grupos los documentos emanados de este Congreso (disponibles en nuestra web en este enlace). Un abrazo hermanos.

La fuerza de Cristo te ha creado; la fragilidad de Cristo te ha recreado
(San Agustín)