Ángel Fernández Artime
Mis queridos jóvenes, queridos muchachos y muchachas de todos los lugares de nuestro hermoso mundo salesiano.
Mi saludo hoy es, ante todo, para vosotros. Naturalmente hago llegar mi afecto a todos y cada uno de mis hermanos sdb, hermanas fma, salesianos cooperadores, exalumnos, exalumnas y todos los demás miembros de nuestra hermosa y grande Familia Salesiana.
Jóvenes queridos, os estoy escribiendo en este día, 31 de enero, desde Valdocco. Aquí ya amaneció. He estado hace unos momentos orando al Señor, en la presencia de nuestra Madre Auxiliadora, y de un modo particular ante la urna de nuestro Padre Don Bosco, y todos nuestros santos y beatos que nos acompañan en la Basílica (Santa María Mazzarello, Santo Domingo Savio, Beato Miguel Rúa, Beato Felipe Rinaldi).
Y les he hablado de vosotros. He rezado al Señor con la mediación de María Auxiliadora y de Don Bosco por todos vosotros, por todos los niños, adolescentes y jóvenes del mundo salesiano, y también por toda la juventud del mundo. Pienso mis queridos jóvenes que orar por vosotros es una hermosa expresión de afecto y cariño. Don Bosco lo ha hecho siempre por sus jóvenes y en medio de ellos, y este quiere ser mi regalo para vosotros, en este hermoso día, en nombre de nuestro Padre.
Hoy, como en otras ocasiones, reitero mi profundo deseo de que todos vosotros, todos y cada uno de los jóvenes del mundo se sientan en las casas salesianas como en sus propias casas. Las puertas de las casas salesianas deben estar, y deseo que estén siempre, totalmente abiertas para vosotros. Y también las puertas de nuestros corazones, el de todos y cada uno de los miembros de nuestra Familia Salesiana.
Hoy, como en otras ocasiones, sigo deseando en lo más profundo de mi corazón que al igual que el corazón de Don Bosco latía por sus jóvenes, el corazón de cada miembro de nuestra Familia Salesiana siga deseando estar con vosotros, comprenderlos en lo más íntimo de su ser, y ser capaces de compartir sus fatigas y esperanzas, sus sueños y proyectos. Don Bosco transformó su predilección por los jóvenes en misión, haciendo que fuese la razón de su existencia. Así lo pido para todos nosotros, los adultos que les acompañamos.
Hoy, como en otras ocasiones, quiero pediros que nos ayudéis, que nos ayudéis a cada uno de nosotros, y a cada educador de vuestras casas, consagrados y laicos, a renovar nuestra amistad y hacer camino juntos hacia los ideales del verdadero proyecto de hombre y mujer desde la mirada de Dios. Jóvenes y adultos nos educamos recíprocamente aportando cada uno el don de lo que somos. Y esto no es una expresión de moda, es una profunda convicción que viene desde el mismo Don Bosco porque sus muchachos también hicieron que Don Bosco fuese el que fue. Ayudadnos queridos jóvenes a dar lo mejor de nosotros mismos, a crecer, a ser mejores; ayudadnos para no defraudarlos nunca.
Y hoy como en otras ocasiones os reitero que lo más precioso que tenemos y que podemos ofrecer no son las casas y presencias educativas de la Familia Salesiana en todo el mundo. Lo más precioso no son las escuelas, ni las instalaciones deportivas, ni las universidades, ni siquiera los oratorios y centros de acogida.
Lo más precioso que tenemos es Jesucristo, que nos ha conquistado y enamorado. Lo más valioso que tenemos y podemos ofreceros es, como Don Bosco a sus muchachos, el encuentro con nuestro Padre Dios, por medio de su Hijo Jesucristo.
Hoy, como en otras ocasiones, sueño con que eso sea realidad cada día, en todos los lugares, en todas las naciones y culturas donde se encuentren.En todas las religiones. Que os ayudemos a encontraros con Dios, y en Él a descubrir la belleza de la Vida que Dios os ha donado.
Y citando a nuestro Amado Padre Don Bosco deseo que todos vostoros, mis amigos y amigas, mi queridos niños, niñas, adolescentes y jóvenes seáis muy felices aquí y en la Eternidad. Sed felices y haced felices a vuestras familias y a todos los que están en vuestro pequeño universo de cada día.
Con afecto en nombre de nuestro Padre Don Bosco os saluda,
Solo eligiendo el camino del respeto será posible romper
la espiral de venganza y emprender el camino de la esperanza
(Mensaje del Papa Francisco para la LIII Jornada mundial de la Paz 2020, 3)
Aprender a vivir en el perdón aumenta nuestra capacidad
de convertirnos en mujeres y hombres de paz
(Mensaje del Papa Francisco para la LIII Jornada mundial de la Paz 2020, 3)