“Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la mejor parte y no se la quitarán”. (Lc 10, 42)
La mañana
La subida al Colle ha sido realmente emocionante. Y la emoción, tiene un componente doble de individualidad y de vivencia colectiva. Al mismo tiempo, se quiere compartir con los colegas, pero sin descuidar el sentimiento innegociable y personal, casi secreto, de celebrar con uno mismo. De esta forma, a la alegría de sentirse identificado por una camiseta, una bandera o un eslogan, ha de corresponder una necesaria intimación de aquello que se vive, pero con especial cuidado de que la una y la otra parte sean capaces de convivir en la misma fiesta, como podrían hacerlo aquellos invitados que son de lo más sociable o de lo más callado.
En otras palabras: hoy (y no sólo hoy), he sentido imprescindible sentirme rodeado de la gente amada que me acompañaba, para encauzar el grito o el canto colectivo y la alegría de sentirme hermanado con el otro. Pero también me hubiese gustado una soledad para romper a llorar de alegría en determinados momentos, o de nostalgia al recordar a los definitivamente ausentes. No creo que ambos sentimientos sean compatibles, ni tampoco los veo como parte de una misma moneda. Creo que son la misma cosa, apenas separada por algo indescifrable.
La tarde
Mamá Margarita, primera cooperadora “involuntaria” o, al menos, no demasiado consciente de ello, ha centrado el resto de nuestra jornada. Sus lugares, desde los que seguía divisándose, imponente, la mole de la basílica del Colle Don Bosco, me muestran la recia fe de una mujer de campo que es capaz de sentarse para escuchar la Palabra, pero a la que no le duelen prendas si hay que tomar decisiones heroicas. Y, naturalmente, las toma. Que es la figura central de la familia sobreponiéndose a los avatares del día a día, a los ordinarios o a los que sorpresivamente la dejan viuda con tres hijos y una abuela a quien cuidar.
Lucas nos cuenta como Marta se afanaba en las tareas domésticas sin descanso, atenta a todas las necesidades de sus invitados mientras que María permanecía sentada a los pies del Señor, escuchando su Palabra. Y aunque el evangelista se inclina en alabar la actitud de esta última, sospecho que la metáfora me está hablando (como todo el día de hoy) de un personaje bicéfalo, que primero está llamado a vivir en profundo estado de relación íntima con Dios, pero que también debe emplearse a fondo en la atención de sus hermanos, con lo que de tarea material conlleva. Veo a Mamá Margarita uniendo en su persona a esas dos figuras del Evangelio.
A los jóvenes que hoy clausuraban las jornadas del MJS se les decía, como también al resto de la Familia Salesiana lo hace el Rector Mayor: “como don Bosco, con los jóvenes, para los jóvenes”, LIKE, WITH, FOR. Naturalmente que nos ha gustado la tarta de tu cumpleaños, pero debemos terminar de recoger el mantel. Y empezar de nuevo el día después…
La noche: Apéndice post scritum
De las sorpresas de tu cumpleaños, Don Bosco, mientras paseo en breve soledad por los patios de Valdocco (acabamos de cenar y hay un tiempo libre hasta la oración), hoy me quedo con la de Valsalice, ese colegio para ricos que al final aceptaste y que está en otra periferia de Turín, aunque se trate de la parte noble de la orilla del Po, rodeado de vegetación y casas de abolengo, salvadas precisamente de la ciudad por el caudal del río. No sólo se trata de una deslumbrante iglesia (que según parece reprodujeron en Buenos Aires haciéndola más grande y colorida), sino de un verdadero lugar de salesianidad. En él te hizo reposar Don Rúa hasta tu beatificación y en él también él mismo reposó hasta la suya. Y aún puede encontrarse allí el lecho último de Pablo Álbera, que fuera tu segundo sucesor y al que todos recordamos de aquella foto en la que aparece agazapado, sobre el reclinatorio, en confesión contigo. Era algo de Turín que no conocía y me ha encantado. Sé que no es importante, pero quería decírtelo.