Papa Francisco. Vaticano, 13 de septiembre de 2018

Según la lógica del mundo «amar a los enemigos» es una «locura». Pero es precisamente la «locura de la cruz» lo que debe guiar el comportamiento de cada cristiano, porque si queremos vivir «como hijos» tenemos que ser  misericordiosos como el Padre» y no dejarnos guiar por la «lógica de Satanás», el gran acusador que busca siempre «hacer el mal al otro».

Es el «estilo del cristiano» el centro de la meditación que el Papa Francisco desarrolló durante la misa celebrada en Santa Marta la mañana del jueves 13 de septiembre. Un tema, recordó en su homilía, que se repite «muchas veces en el Evangelio», en muchos pasajes en los que el Señor «nos dice cómo debería ser la vida de un discípulo, la vida de un cristiano. Nos da señales para avanzar
en el camino». Sucede, por ejemplo, en el discurso de
las Bienaventuranzas, del cual, dijo el Papa, «surge algo
revolucionario, porque parece la lógica de lo opuesto»:
es «la lógica de lo contrario con respecto al espíritu del
mundo». En esa ocasión «el Señor nos enseña cómo debe
ser un cristiano». Y en el capítulo XXV de Mateo, donde
se habla de las obras de misericordia, «el Señor nos enseña
lo que una persona debe hacer para ser cristiano». Se
describe un «estilo», frente al cual, como subrayó Francisco,
«decimos: “Ser cristiano no es fácil”. No. Pero nos hace
felices. Es el camino de la felicidad, de la paz interior».
También la liturgia del día se basó en un pasaje
evangélico (Lucas 6, 27-38) dedicado a este tema. Este es
un pasaje en el que «el Señor entra en detalles y nos ofrece
cuatro para vivir la vida cristiana». Las palabras de Jesús
son claras: «A vosotros que escucháis, os digo: amad a
vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid
a los que os maldicen, rezad por los que os tratan
mal». Son, dijo el Pontífi ce, «cuatro “mandamientos”»
frente a los cuales el hombre normalmente se queda
perplejo: « ¿Cómo puedo amar a quien me hace daño?
No vengarse, pero al menos defenderse». La respuesta es:
«Ama a tus enemigos». A lo que se podría rebatir, agregó
el Papa: « ¿Pero no puedo odiarlos? Tengo derecho a
odiarlos, porque ellos me odian y yo debo odiarlos… ». Y
la respuesta siempre es clara: «No. Amad. A los enemigos,
a los que quieren destruiros: amad. “Haced bien a los que
os odian”».
Hay un contraste entre lo que parece ser «normal
» —«Si sé que una persona me odia, les diré a todos
los amigos: “Este me odia. Este quiere destruirme”. Entro
en el cotilleo»— y lo que se le pide al cristiano: «No. “Haz
el bien”. Si sabes que alguien te odia y está en necesidad,
tiene alguna necesidad o atraviesa una situación difícil,
haz el bien».
La tercera indicación de Jesús es: «Bendecid a los
que os maldicen». Aquí entramos, señaló el Papa, en la
«lógica de la respuesta. Uno te dice una maldición y tú
respondes con una más fuerte; el otro eleva el nivel de
la maldición y el odio crece y termina en la guerra. Es la
lógica de los insultos. Insultándose se acaba en guerra». En
cambio, el Señor dice: «No. Detente, “bendice”. ¿Te maldijo?
Tú bendícelo».
Luego está «lo más difícil, lo que viene ahora:
“Rezad por quienes os tratan mal”». En este sentido,
Francisco preguntó: «¿Cuánto tiempo de oración dedico
a pedirle al Señor por las personas que me molestan, o
incluso me tratan mal?». Es bueno hacer «un examen de
conciencia».
Todo esto, resumió el Pontífi ce, «es el estilo cristiano,
esta es la forma de vida cristiana». Uno podría preguntar:
«Pero si no hago estas cuatro cosas —amar a los enemigos, hacer el bien a los que me odian, bendecir a los
que me maldicen y rezar por los que me tratan mal— ¿no
soy cristiano?». También en este caso la respuesta es clara:
«Sí, eres cristiano porque has recibido el bautismo, pero no
vives como un cristiano. Vives como un pagano, con el espíritu
de mundanalidad». Y, agregó, «estas no son fi guras
poéticas: esto es lo que el Señor quiere que hagamos. Así,
directo». Estas son indicaciones concretas, porque «es muy
fácil reunirse para hablar sobre los enemigos o aquellos
que son de una parte diferente o incluso aquellos que no
cuentan con nuestra simpatía. En cambio, la lógica cristiana
es lo contrario».
Y no hay excepciones: «”Pero padre, ¿es esto algo
que siempre se debe seguir?”. Sí. “¿Pero esto es una locura?”
Sí. Pablo claramente dice esto: “la locura de la Cruz”.
Si tú, como cristiano, no estás apasionado por esta “locura
de la Cruz”, no has entendido lo que signifi ca ser cristiano
».
Para confi rmar lo ha dicho, el Papa retomó
el texto del Evangelio y subrayó la diferencia que Jesús
mismo hace entre cristianos y paganos: «Usa la palabra
“pecadores”. “Paganos”, “pecadores”, “mundanos”». La
síntesis de este razonamiento es ofrecida por la Escritura
misma, donde el Señor, como en un «resumen», explica
la razón de ciertas indicaciones: «Más bien, amad a vuestros
enemigos; haced el bien y prestad sin esperar nada a
cambio […], y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno
con los ingratos y los perversos. Sed misericordiosos, como
vuestro Padre es misericordioso». El propósito de todo,
explicó Francisco, es por lo tanto «llegar a comportarse
como hijos, hijos de nuestro Padre, que siempre hace el
bien, que es “misericordioso”: esta es la palabra clave».
Por eso, agregó, «al leer, escuchar estas cosas que
dice Jesús, podemos hacernos la pregunta: ¿Soy misericordioso?
». Podemos «entrar en el misterio de la misericordia
» y preguntarnos: « ¿Ha usado el Señor misericordia
conmigo? ¿Escuché la misericordia del Señor? Si soy misericordioso,
soy hijo del Padre». Y como a veces se dice de un
niño: « ¡Pero cómo se parece al padre!», igualmente «solo
los misericordiosos se parecen a Dios Padre» porque este
«es el estilo del Padre».
Este camino, sin embargo, advirtió al Pontífi ce, va
en contra de la corriente, «no acusa a los demás» y «va en
contra del espíritu del mundo». De hecho, explicó, «entre
nosotros está el gran acusador, el que siempre nos acusa
ante Dios, para destruirnos. Satanás: él es el gran acusador.
Y cuando entro en esta lógica de acusar, maldecir,
tratar de hacer daño a otro, entro en la lógica del gran
acusador que es destructivo, que no conoce la palabra
“misericordia”, no la conoce, no la ha vivido nunca».
Por lo tanto, dijo Francisco, el camino del cristiano
siempre está ante una encrucijada: por un lado, «la
invitación del Señor» a «ser misericordioso, una invitación
que es una gracia, una gracia de fi liación, para parecerse
al Padre». Por otro lado, está «el gran acusador, Satanás,
que nos insta a acusar a otros, a destruirlos». No se puede,
concluyó el Pontífi ce, «entrar en la lógica del acusador»
y, de hecho, «la única acusación legítima que tenemos los
cristianos es acusarnos a nosotros mismos. Para los demás
solo misericordia, porque somos hijos del Padre que es misericordioso
».