Cristóbal Marín Martínez e Irene Blaya Huertas
Apreciados hermanos en Don Bosco:
En este mes que comienza el periodo estival, os deseamos felices vacaciones y os invitamos a reflexionar sobre las circunstancias que afectan a la crisis de vocaciones que sufrimos.
Atentos a discernir el signo de los tiempos en la sociedad, observamos una cultura indiferente a la santidad de los votos sacerdotales, matrimoniales, y al valor de la familia. También, se fomenta en ciertos medios de comunicación y redes sociales una corriente tóxica para las relaciones sanas y gratificantes. La consecuencia es una falta de vocaciones, que sería necesario analizar, buscar el porqué, encontrar posibles soluciones e intentar paliar la situación.
Pero, ¿qué es vocación? Es la llamada que nos hace Dios. La misión única para la que nos ha creado Dios.
San Juan Pablo II dijo: “Tal como va la familia, así va la nación y así irá el mundo en que vivimos”. O quizás: “Tal como va la familia, así van las vocaciones, así va la Iglesia”.
La institución que ha conseguido que el ser humano haya sobrevivido al tiempo en cualquier cultura, esa es la familia. Y es el cimiento original que permite crear vínculos, transmitir valores y creencias, y que dota de identidad a los individuos que conforman una sociedad.
Pronto en España, las personas que se declaran no creyentes será superior al de los creyentes católicos. Según barómetro del CIS de marzo de 2025, el 55,4 % y solo practican el 18,8 %. En 1965 era del 98%.
Cuando nos falta la fe, perdemos el saber relacionarnos con Dios y con los demás. Esto induce a faltas de compromiso familiares que conducen a crisis y desaparición de matrimonios y familias estructuradas.
Es obvio que cuando el matrimonio y la salud conyugal se rompen, produce un efecto “dominó” sobre la Iglesia que se propaga a las familias, los hijos y a toda la sociedad.
Esta afirmación tiene todo el sentido bíblico del mundo, pues la relación de Dios con su pueblo se repite varias veces como un tipo de amor conyugal que lo vemos a lo largo del Antiguo Testamento y en el Nuevo.
La sensibilidad al mensaje del Evangelio está muy influenciada por la salud del matrimonio del que procedemos. Esto tiene sentido en varias direcciones, porque las Escrituras empiezan y terminan con un matrimonio: el del jardín del Edén y las bodas entre Cristo y su Esposa, la Iglesia, en el Apocalipsis.
¿Cuál es nuestra misión como creyentes para intentar dar solución a la carencia de vocaciones?
Preocupados por el futuro de los jóvenes debemos fortalecer en la Pastoral Juvenil el aprendizaje de las relaciones, el valor del compromiso, y la entrega gratuita, para que puedan llegar con madurez a decidir su vocación.
Como laicos comprometidos con la Iglesia, fomentemos una Pastoral Familiar que asista y apoye a las familias en diferentes etapas de su vida, enfocándose en su desarrollo integral y espiritual, para conseguir matrimonios con relaciones fuertes en la fe y familias duraderas.
La formación de la familia y la estabilidad familiar desempeñan un papel enorme e infravalorado en la transmisión de la fe. Recordamos que en las familias que rezan unidas aumentan las posibilidades de que nazcan vocaciones.
Acudimos a María Auxiliadora.
De los escarmentados nacen los avisados
(Anónimo, Refranero español)